Una nueva forma de definir el diagnóstico cambiala situación clínica de millones de personas, según un estudio publicado en ‘Annals of Internal Medicine’ Leer Una nueva forma de definir el diagnóstico cambiala situación clínica de millones de personas, según un estudio publicado en ‘Annals of Internal Medicine’ Leer
La obesidad podría afectar a muchas más personas de las que se pensaba. «El 18,8% de los adultos previamente clasificados con sobrepeso ahora son considerados personas con obesidad. (…) Esto significa que casi uno de cada cinco pacientes no había sido previamente identificado como tal, lo cual tiene implicaciones clínicas relevantes: si no se reconoce a estos pacientes, tampoco se les trata adecuadamente».
Así lo detalla el doctor Orna Reges a EL MUNDO, quien ha publicado su último trabajo este lunes en la revista Annals of Internal Medicine. «La definición más común de obesidad se basa en el Índice de Masa Corporal (IMC), que es una muy buena herramienta epidemiológica, pero no una herramienta personal».
Hasta el momento, como describe Reges, se determinaba si una persona padecía o no obesidad, tras medir el IMC. «Durante muchos años, se ha utilizado este índice, de hecho, es muy antiguo, del siglo XIX, y mide la relación entre el peso y la talla en metros al cuadrado», explica el doctor Diego Bellido, presidente electo de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un IMC entre 18,5 y 24,9 se considera normal; entre 25 y 29,9 se clasifica como sobrepeso, y a partir de 30, como obesidad.
Aunque ha sido una herramienta útil a nivel poblacional y epidemiológico, el IMC no distingue entre masa muscular y grasa corporal, ni tiene en cuenta la distribución de la grasa ni otros factores metabólicos. Por eso, su uso como única medida para diagnosticar la obesidad ha sido cada vez más cuestionado por la comunidad científica.
«No se adapta a cada paciente de forma individual. Hay personas que, pese a tener un peso aparentemente normal, presentan un cúmulo de grasa corporal patológico, es decir, más del que les correspondería. Alguien puede tener un IMC entre 25 y 30 —lo que se considera sobrepeso— y, sin embargo, presentar un exceso de grasa corporal, por lo que podría ser clasificado como obeso», detalla Bellido.
La Asociación Europea de Estudios de la Obesidad (EASO), el marco que se propone en la investigación, clasifica a las personas con sobrepeso más allá de tener un IMC concreto. Por ejemplo, tiene en cuenta la relación entre la cintura y las estatura (RCE). De esta manera, si una persona tiene un IMC de 26, pero tiene una RCE mayor a 0,5 (el perímetro de la cintura es mayor a la mitad de la estatura), junto con una comorbilidad, como pueden ser afecciones médicas, limitaciones funcionales o trastornos psicológicos, se diagnosticaría con obesidad.
Con este cambio, el estudio determina que el 18,8% de las personas con un IMC entre 25 y 30 en Estados Unidos (clasificadas tradicionalmente como con sobrepeso) serían ahora diagnosticadas con obesidad. «Es un hallazgo novedoso porque —y lo digo con humildad— nadie ha estado observando realmente cuántas personas serían reclasificadas bajo esta nueva definición», destaca Reges.
Los investigadores llegaron a esta conclusión tras analizar la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES), una encuesta anual realizada por el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de EE. UU., que examina una muestra representativa, transversal y nacional de personas de todas las edades. Asimismo, se incluyeron en este estudio las personas de entre 18 y 79 años que participaron en NHANES desde 1999 hasta 2018.
El segundo objetivo del estudio fue medir la nueva clasificación con la mortalidad. Y es que las personas recientemente identificadas como personas que viven con obesidad presentan un riesgo de mortalidad similar al de aquellas con peso normal. Una resultado que llevó a los investigadores y a los editores a una discusión.
Finalmente, llegaron a una conclusión y es que la comparación no tiene relevancia clínica real. «No es la pregunta clínica relevante», advierte Reges. «La pregunta correcta que sí importa en la práctica médica es: ‘Si una persona con sobrepeso llega a mi consulta, ¿tiene obesidad según esta nueva clasificación o no?’», plantea.
Desde esta perspectiva, la comparación significativa no es entre personas con obesidad recién identificada y personas de peso normal, sino dentro del propio grupo con sobrepeso. Es decir, entre quienes cumplen con la nueva definición de obesidad y quienes no. Reges lo resume fácilmente: «Lo que el médico quiere saber es: ‘¿Entre mis pacientes con sobrepeso, a cuáles debo tratar como personas con obesidad?’»
Cuando los investigadores hicieron esa comparación —la que orienta la toma de decisiones clínicas—, los resultados fueron claros: las personas con sobrepeso que cumplen con los nuevos criterios de obesidad presentan un riesgo de mortalidad un 50% más alto que aquellas que no los cumplen. Una diferencia que, según los autores, justifica y da sentido a esta nueva forma de clasificar la obesidad.
En España, la clasificación de la OMS sobre la obesidad no se aplica de forma estricta. En 2006, la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) introdujo un matiz importante. Mientras que la OMS define el sobrepeso como un IMC entre 25 y 30, la SEEDO dividió este rango en dos categorías: sobrepeso grado 1, para personas con un IMC entre 25 y 27, y sobrepeso grado 2, para quienes tienen un IMC entre 27 y 30.
«Esto tiene una enorme importancia a nivel poblacional, porque el grupo de personas con un IMC entre 27 y 30 es muy amplio, y se trata de un tipo de sobrepeso asociado a un alto riesgo cardiovascular. Cuando una persona presenta sobrepeso de grado 2 y, además, tiene hipertensión, es fumadora o padece diabetes, estamos ante un grupo que puede ser potencialmente tratado con fármacos. Y en estos casos, los tratamientos puedan estar financiados», el doctor Bellido.
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