La dura derrota del Mallorca ante el Barcelona no tiene consecuencias en la clasificación (1-5), pero mostró una versión inédita de un equipo que jamás se había dejado llevar desde que Arrasate se sienta en su banquillo. Los bermellones mostraron una cara desconocida hasta ahora justo en uno de los momentos en el que más focos les estaban apuntando a nivel internacional por la dimensión del rival. La dura derrota del Mallorca ante el Barcelona no tiene consecuencias en la clasificación (1-5), pero mostró una versión inédita de un equipo que jamás se había dejado llevar desde que Arrasate se sienta en su banquillo. Los bermellones mostraron una cara desconocida hasta ahora justo en uno de los momentos en el que más focos les estaban apuntando a nivel internacional por la dimensión del rival.
La dura derrota del Mallorca ante el Barcelona no tiene consecuencias en la clasificación (1-5), pero mostró una versión inédita de un equipo que jamás se había dejado llevar desde que Arrasate se sienta en su banquillo. Los bermellones mostraron una cara desconocida hasta ahora justo en uno de los momentos en el que más focos les estaban apuntando a nivel internacional por la dimensión del rival.
Habían perdido cinco partidos, algunos con un rendimiento menor del habitual, pero jamás por más de un gol de diferencia. Pero lo que más daño hizo es la desconexión de un equipo que en estas dieciséis jornadas se había mostrado fiable, más allá del resultado final. De hecho, no es casualidad que fuera el tercer equipo menos goleado de Primera con apenas trece tantos encajados, pero ante los catalanes recibieron cuatro de los cinco en poco más de media hora.
Frenar el talento de Lamine Yamal, Raphinha y compañía se antoja muy difícil, pero se produjo un bloqueo sin precedentes en este grupo que le facilitó la vida al Barcelona. Los jugadores bajaron los brazos antes de hora, sobre todo a la hora de defender y apretar, y eso es fatal ante un adversario de este calibre.
Mojica, que cuajó un partido para olvidar, sale en casi todos las fotos de los tantos, tanto por sus fallos en la toma de decisiones como en el penalti cometido. Sin embargo, lo peor del colombiano fue el cabezazo que le propinó a su compañero Morlanes tras uno de los goles y que el centrocampista prefirió no responder. Es una imagen que dio la vuelta al mundo y que debió evitarse a toda costa.
Eso sí, según informó la Cadena Ser ayer, el lateral pidió disculpas en el vestuario por su feo gesto, aunque solo recibió cariño por parte de sus compañeros. «Me voy enfadado y decepcionado por el trabajo defensivo empezando por mí», dijo Arrasate tras el choque. Mañana contra el Celta es una buena oportunidad para recuperar la autoestima perdida tras un accidente fatal.
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