Un velero en busca de náufragos se enfrenta a leyes cada vez más duras para las ONG en el Mediterráneo central

“Vamos a estar solos”, anuncia a la tripulación Esther Camps, coordinadora de operaciones del velero Astral, de la ONG española Open Arms. La embarcación partió de Badalona el 17 de julio rumbo al Mediterráneo central para colaborar en el rescate de migrantes a la deriva en su intento de alcanzar Europa. Más de una veintena de barcos de salvamento marítimo humanitario operan habitualmente en estas aguas, entre el norte de África y las costas europeas, y no es difícil coincidir con alguno, pero las políticas del Gobierno italiano para limitar su presencia en el mar ha dejado prácticamente solo al Astral en la zona SAR (Búsqueda y Rescate, por sus siglas en inglés), una extensión de unos 500.000 kilómetros cuadrados, equivalente a un país como España.

Seguir leyendo

 Las llegadas irregulares de migrantes a Europa cayeron un 20% en el primer semestre de 2025. Desde el velero ‘Astral’, EL PAÍS comprueba cómo la normativa italiana vacía estas aguas de barcos de rescate  

“Vamos a estar solos”, anuncia a la tripulación Esther Camps, coordinadora de operaciones del velero Astral, de la ONG española Open Arms. La embarcación partió de Badalona el 17 de julio rumbo al Mediterráneo central para colaborar en el rescate de migrantes a la deriva en su intento de alcanzar Europa. Más de una veintena de barcos de salvamento marítimo humanitario operan habitualmente en estas aguas, entre el norte de África y las costas europeas, y no es difícil coincidir con alguno, pero las políticas del Gobierno italiano para limitar su presencia en el mar ha dejado prácticamente solo al Astral en la zona SAR (Búsqueda y Rescate, por sus siglas en inglés), una extensión de unos 500.000 kilómetros cuadrados, equivalente a un país como España.

Los barcos Nadir y Aurora, de las ONG Resqship y Seawatch, fueron detenidos en los últimos días, acusados por las autoridades italianas de no cumplir con las medidas del llamado decreto Piantedosi —apellido del ministro del Interior italiano— aprobadas en enero de 2023 para dificultar el trabajo de estas organizaciones a las que acusan sin fundamento de favorecer la inmigración irregular. La norma exige que las ONG no rescaten sin permiso previo de las autoridades, solo pueden efectuar un rescate cada vez y solo pueden ir al puerto que se les asigne, que no siempre es el más cercano. Es más, suele estar muy alejado, en ciudades como Livorno, Ancona o Rávena, en el norte de Italia.

Quedan activos otros como el Humanity 1, que rescató a más de 40 personas que llevaban cinco días en el mar y fue destinado a Bari, a 800 kilómetros y dos días de navegación. También el SeaEye 5, de la ONG Sea Eye, de camino a Reggio Calabria tras haber rescatado a otros 15 migrantes. Ambos estarán varios días fuera de estas aguas. En la zona 3 de la enorme extensión que abarca el Mediterráneo Central (hay tres, divididas de oeste a este) tan solo el Life Support, de la ONG Emergency, se repartirá el trabajo con el Astral, y distan más de 100 millas náuticas, unos 200 kilómetros. No hay más presencia en estas aguas más allá de los aviones y drones de otras ONG y de Frontex, la agencia europea de guardia de fronteras, que monitorizan la presencia de las embarcaciones clandestinas.

Si no cumplen las órdenes de Italia, los barcos puede ser retenidos en puerto y confiscados, y las organizaciones son multadas con cantidades que ascienden hasta los 30.000 euros. Desde febrero de 2023, la cruzada del Gobierno italiano contra los barcos de estas ONG les han supuesto 29 detenciones, acumulando 700 días inmovilizados en puertos en lugar de salvar vidas en el mar, y han pasado 822 días navegando hacia puertos a distancias injustificadas, recorriendo en total 330.000 kilómetros, según un comunicado firmado por 32 organizaciones del sector.

En el manifiesto, exigen el fin de este decreto y de la criminalización a la que son sometidas. “No parece que estas medidas acaben por frenar las llegadas irregulares a las costas italianas”, denuncian las ONG, que recuerdan además que, según el derecho marítimo internacional, todo responsable de una embarcación tiene la obligación de asistir a personas en peligro en el mar. Varios tribunales italianos han dictado en los últimos meses resoluciones que reconocen la ilegalidad de las detenciones en puerto y han anulado las correspondientes multas.

Es cierto que la presión migratoria en las fronteras exteriores de la UE está en su nivel más bajo desde 2021, y a años luz de los dos millones de personas que llegaron en 2015 a raíz de la crisis de refugiados de Siria. Los datos preliminares del primer semestre de este año publicados por Frontex confirman esta tendencia. Entre enero y junio de 2025 se registraron 75.900 cruces irregulares, un 20% menos que en el mismo periodo del año anterior, y algo menos que en todo 2024, cuando cayó hasta el 39% con 239.000 entradas.

El Mediterráneo central, donde se rompe la norma

Pero precisamente aquí, en el Mediterráneo central, la ruta más transitada hacia la UE, las llegadas han aumentado: en los seis primeros meses del año se registraron un 39% del total: más de 29.300 cruces, lo que supone un 12% más que en el mismo periodo de 2024. También aquí han tenido lugar la mayoría de las muertes y desapariciones: 655 de las 867 registradas por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) hasta el 22 de julio.

Todo ello, pese —o gracias— a las trabas del Gobierno ultraderechista encabezado por Georgia Meloni y pese a los pactos migratorios millonarios firmados por la UE con Libia o Túnez, países con un historial de vulneraciones de derechos humanos, para que controlen las salidas de embarcaciones clandestinas y las devuelvan al punto de origen en lo que se consideran devoluciones en caliente.

Flavio Di Giacomo, portavoz de la oficina de coordinación para el Mediterráneo de la OIM, llama la atención sobre la suerte que corren estas personas: “Sabemos muy bien que una vez que son devueltos a Libia, los migrantes corren el riesgo de ser enviados de nuevo a centros de detención y convertirse en víctimas de las condiciones inhumanas en estos lugares”, denuncia.

Los socorristas del 'Astral', durante una práctica de salvamento en el Mediterráneo Central, el pasado jueves.

Libia sigue siendo el principal punto de salida de estos peligrosos viajes; 20.800 migrantes que llegaron a Italia en los últimos seis meses lo hicieron desde allí, lo que supone un aumento del 80% en comparación con el mismo periodo del año pasado.

Di Giacomo señala que, en todo caso, las cifras no suponen ninguna emergencia y recuerda las 153.000 llegadas de 2023. “Parecían muchas llegadas, pero solo supusieron el 0,3% de la población italiana y el 0,07% de la europea”, recuerda. “La percepción eurocéntrica lo ve como cifras enormes, pero no lo son. El 85% del total de los flujos migratorios de África Occidental, por ejemplo, se queda en África. Solo el 15% de los migrantes africanos llega a Europa”, compara.

“Por desgracia, no hay nada nuevo en el Mediterráneo. Estos altibajos son totalmente normales”, concluye Di Giacomo, que atribuye la decisión de abandonar un país al hecho de que la persona se sienta obligado a hacerlo porque ha sido o está siendo víctima de abusos y no le queda otra opción de marcharse. “Es algo muy dinámico, nada predecible”, insiste.

Pasan las horas en el Astral y según se aproxima a la zona SAR el canal 16 de radio se vuelve frenético. “¡Mayday, Mayday, people in water, people in distress!”, dice una vez tras otra un aviso de una embarcación que ha volcado, con sus 15 ocupantes en el agua. Las coordenadas corresponden a una ubicación muy cercana a las costas de Libia, a donde el Astral no tiene capacidad de llegar a tiempo para rescatar a nadie, pues está a más de 10 horas de navegación. “Please, come in”, “por favor, vengan”, se escucha incesantemente durante horas, sin que nadie responda a la llamada de auxilio.

El 'Astral', en aguas del Mediterráneo Central, el pasado jueves.

Otra llamada alerta de una embarcación de goma de color blanco, con 15 ocupantes e inmóvil. El avión Sparrow de Frontex, uno de los que patrulla los cielos del Mediterráneo, sospecha que al bote se le ha parado el motor. El capitán, Savvas Kourepinis, anota las coordenadas: el Astral puede llegar en unas seis horas. Ponen rumbo sin saber qué encontrarán, pues, a pesar de ser aguas internacionales, los guardacostas libios podrían llegar antes y efectuar una devolución en caliente. Si así ocurre, no avisarán; no lo tienen por costumbre.

Cuando alcanzan la posición, pasadas las seis de la tarde, la tripulación del Astral solo encuentra un pesquero con bandera libia desde el que cuatro hombres de edad madura, barba blanca y tez tostada por el sol saludan con la mano desde la cubierta. De la balsa a la deriva no queda ni rastro. Tampoco de aquella otra cercana a Libia a la que nadie respondió.

 Feed MRSS-S Noticias

Más Noticias