Sinergias entre la sanidad pública y privada: «Los dos sistemas son complementarios e imprescindibles»

La sanidad privada supone el 26% del gasto sanitario total y un 2,48% del PIB nacional. El 56% de los hospitales españoles (431 centros) y el 31% de las camas hospitalarias son privados Leer La sanidad privada supone el 26% del gasto sanitario total y un 2,48% del PIB nacional. El 56% de los hospitales españoles (431 centros) y el 31% de las camas hospitalarias son privados Leer  

En España, una de cada 4 personas tiene un seguro privado de salud, un sector responsable del 29,7% de las altas, el 33,6% de las urgencias y el 41,6% de las intervenciones quirúrgicas, según los últimos datos recogidos por la Fundación IDIS -que integra a los principales grupos hospitalarios, clínicas privadas y aseguradoras de España- en su Observatorio del Sector Sanitario Privado 2025.

La sanidad privada supone el 26% del gasto sanitario total y un 2,48% del PIB nacional. El 56% de los hospitales españoles (431 centros) y el 31% de las camas hospitalarias son privados. Hay 12,4 millones de españoles que deciden de manera libre tener una doble cobertura -pública y privada- y 1,66 millones de funcionarios (el 76%) que eligen la cobertura de una aseguradora, es decir, la sanidad privada. Cada día se hacen en la privada 8.000 intervenciones quirúrgicas y 125.000 consultas.

Los datos hablan por sí solos, y es evidente que sin la aportación de la sanidad privada, el sistema nacional de salud (SNS) sería inviable, al menos como lo conocemos hoy, pero su papel en el sistema como «pieza fundamental en términos de capacidad asistencial, impacto económico, generación de empleo, actividad investigadora y formación sanitaria», se contempla a menudo como un apoyo colateral al citado SNS.

¿Por qué? Básicamente, porque habría que hacer más «política sanitaria, como defendemos desde la Fundación IDIS, en lugar de que se politice la sanidad», asegura Marta Villanueva, directora general de la citada organización. «Si se piensa desde una perspectiva de política sanitaria, de defensa del bienestar de la población y de mejor acceso, se tendría que entender el sistema sanitario en su conjunto. No es cuestión de recursos, ni de dinero; es cuestión de voluntades», añade.

Funcionan como dos sistemas separados e independientes -con algunas sinergias- y es inevitable preguntarse cuánto ganaría la población en el cuidado de su salud si se produjera una gestión más integrada de los recursos de ambos. La realidad es que, según Villanueva, «los dos sistemas son complementarios e imprescindibles para dar respuesta a la población española, sobre todo teniendo en cuenta el grado de saturación y listas de espera que tiene el sistema nacional de salud», a cuya «descarga» contribuye el privado.

Así lo cree también Eva Ciruelos, adjunta al Servicio de Oncología Médica y coordinadora de la Unidad de Cáncer de Mama y Ginecológico del Hospital 12 de Octubre, de Madrid, y coordinadora de la Unidad de Cáncer de Mama en el grupo hospitalario privado HM Hospitales, quien asegura que todo funciona bien «cuando compaginamos y ofrecemos a los pacientes diferentes oportunidades. Yo tengo la suerte de participar en los dos sistemas, y puedo decir que una persona que pueda tener un seguro privado y además pueda estar en la sanidad pública tiene más opciones que alguien que solamente accede a uno de los dos modelos; eso lo puedo asegurar».

En la misma línea,Luis Mayero, consejero de Asisa-Lavinia y delegado en Madrid, afirma que «la sanidad privada es esencial para el sostenimiento de nuestro modelo sanitario, que es, junto al sistema de pensiones, el eje sobre el que se organiza nuestro Estado de Bienestar», y añade que «los asegurados privados contribuyen a la descarga y al ahorro del sistema público, ya que, al tratarse de un modelo de doble aseguramiento, los ciudadanos que cuentan con un seguro privado no consumen, o consumen solo en parte, recursos de la sanidad pública. Las prestaciones que pagan las aseguradoras privadas producen un ahorro anual al SNS de casi 7.500 millones de euros».

En definitiva, Mayero asegura que «hoy por hoy, el sistema sanitario español no puede entenderse sin la aportación de la sanidad privada. Seguirá siendo así en la medida en que nuestro país tendrá que atender cada vez a más ciudadanos, durante más tiempo y con costes crecientes, y tendrá que hacerlo con unos recursos limitados. No podemos permitirnos no utilizar todos los recursos disponibles para cuidar la salud de los ciudadanos».

De manera que «es el momento de dejar atrás complejos, y de reconocer que el privado es un sector que asume una carga asistencial indiscutible, emplea a más de 300.000 personas y tiene 71.000 médicos en plantilla», sostiene Villanueva.

Más allá de las cifras, la sanidad privada es «más resiliente, rápida, eficiente, resolutiva, se adapta mejor a las necesidades del mercado, tiene más capacidad para incorporar tecnologías innovadoras y accede más rápidamente a las necesidades de inversión», según Villanueva. Coincide con ella Luis Mayero, quien también destaca entre sus aportaciones «la agilidad en el acceso, con tiempos de espera, mucho más reducidos que en la sanidad pública; la apuesta por una medicina personalizada y de precisión, apoyada en la innovación tecnológica y en la formación de sus profesionales, y su mayor capacidad de adaptación a nuevos modelos organizativos, por lo que puede ser más eficiente».

«Esta eficiencia operativa -añade Mayero- permite a la sanidad privada responder con rapidez a cambios en la demanda asistencial, implementar procesos innovadores y ofrecer servicios de alta resolución. También ha avanzado mucho en digitalización, telemedicina y atención domiciliaria, ámbitos en los que el sector privado ha sido pionero y ha marcado tendencia». Y en ensayos clínicos, de los que más de la mitad «se desarrollan ya en centros privados».

El consejero de Asisa-Lavinia recuerda que «los grandes grupos hospitalarios privados están redefiniendo sus planes estratégicos y de desarrollo para adaptarse a una nueva forma de hacer medicina, con hospitales más pequeños y centros médicos especializados, que trabajan en red, de manera multidisciplinar y muy centrados en la recuperación del paciente y en la monitorización para actuar con rapidez frente a cualquier cambio en su estado de salud. Esta experiencia convierte a la sanidad privada en un motor de innovación y mejora para el conjunto del sistema. De hecho, muchas tecnologías, prácticas asistenciales o modelos de gestión que hoy están empezando a incorporarse en la sanidad pública han sido previamente probadas y validadas en el ámbito privado. En ese sentido, la sanidad privada puede ser un excelente laboratorio de innovación, que impulse una transferencia de conocimiento y prácticas útiles al sistema público, en beneficio de todos los ciudadanos».

Y una última característica diferenciadora de la sanidad privada sería, según Villanueva, su enfoque hacia la experiencia del paciente y su apuesta «por generar cultura de la prevención, de anticipación a la enfermedad, y por la introducción de nuevas formas asistenciales, como los hospitales líquidos, que permiten una continuidad asistencial para una población cada vez más mayor y más crónica, reservando el hospital convencional para la atención a agudos».

Tanto por su aportación al PIB como por el resto de sus cifras, la sanidad privada podría, o debería, jugar un papel más activo en la gestión y organización de los recursos sanitarios en España, un papel más de co-protagonista que de secundario. Es más, en Europa no se diferencia entre uno y otro sistema, por ejemplo, en el recién publicado Reglamento relativo al Espacio Europeo de Datos de Salud, que «no distingue de titularidades, sino que habla de historias clínicas, de pacientes y ciudadanos únicos. La doble titularidad es inexistente; por eso en la fundación IDIS siempre defendemos una sanidad sin apellidos; una sanidad, y punto», afirma Villanueva.

El escenario ideal sería el de una sanidad que dé la mejor respuesta, como ocurrió durante la pandemia, según recuerda la directora de la Fundación IDIS, en la que «no se diferenciaba entre público y privado, se atendieron pacientes de la pública en la privada, y viceversa. Nos dimos cuenta de que no se podría haber superado la pandemia sin la aportación imprescindible del sector privado», y por eso la entidad que lo representa quiere «que se normalice su existencia como un agente más, complementario para aquello a lo que la pública no llegue, como hacer pruebas diagnósticas o intervenciones. Lo que hay que hacer es buscar acuerdos y un seguimiento de éstos que permita la mejor atención a los pacientes».

Con todo, sí hay sinergias. Hay centros públicos concertados, hay concesiones administrativas para la gestión privada de hospitales de titularidad pública, y «hay hospitales públicos que tienen un concierto para un servicio o una determinada especialidad, como la diálisis o los servicios oncológicos, en los que se hace un acuerdo con el sector privado para dar cobertura en esa especialidad. Y el mutualismo, que es una fórmula de colaboración público-privada que lleva décadas funcionando y con la que históricamente el 76% de los funcionarios eligen de manera libre ir a la privada», asevera Villanueva.

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