Sebastián Álvaro (Madrid, 1950), director del emblemático programa de Televisión Español Al filo de lo imposible, presenta esta tarde en el Club del Mar (19.30 horas) Mis Montañas, un libro en el que explora algunas de las cumbres más fascinantes que ha conocido. Sebastián Álvaro (Madrid, 1950), director del emblemático programa de Televisión Español Al filo de lo imposible, presenta esta tarde en el Club del Mar (19.30 horas) Mis Montañas, un libro en el que explora algunas de las cumbres más fascinantes que ha conocido.
Sebastián Álvaro (Madrid, 1950), director del emblemático programa de Televisión Español Al filo de lo imposible, presenta esta tarde en el Club del Mar (19.30 horas) Mis Montañas, un libro en el que explora algunas de las cumbres más fascinantes que ha conocido.
¿Qué diferencia a este libro de los otros muchos que ha escrito a lo largo de su carrera?
Es probablemente mi libro más íntimo, más personal, más en primera persona. Al mismo tiempo es un relato sentimental, emocional, que tiene que ver con una vida llena de aventuras y de montañas.
Una vida que iba encaminada a los servicios informativos de Televisión Española y que de repente dio un giro…
Sí, y la verdad que dio un giro sin tenerlo planificado y muy rápido. Llevaba trabajando en la tele 13 años, había pasado por todos los departamentos técnicos y al mismo tiempo había seguido estudiando telecomunicaciones y luego periodismo. Al final, como se hacía antes, estudiando, trabajando, haciendo la mili, me encontré en los servicios informativos de Televisión Española, felizmente casado, con mi mujer embarazada y de repente me ofrecieron irme al Karakórum a hacer dos ochomiles. Probablemente otra persona más prudente que yo hubiera dicho que no porque tenía la vida encarrilada. Y sin embargo dije que sí y hasta ahora.
Dijo que sí pese a que su entorno le sugiriera que dijera que no…
Claro, porque hay razones del corazón que la razón no entiende.
¿El libro es también una manera de recordar a todos aquellos compañeros que formaban parte de sus programas y que en algunos casos no están?
Si hubiera una pastilla que nos borrara los malos recuerdos, y sobre todo las ausencias, yo no la tomaría. En realidad somos la suma de todo lo que vivimos, de la gente que hemos querido y de lo que hemos hecho. Somos la suma de nuestro mundo interior. En 30 años de aventuras yo perdí 33 amigos cercanos. Mi vida no fue sencilla, pero yo no la hubiera cambiado por ninguna otra. En ese tiempo hice más de 200 expediciones, 355 documentales para Televisión Española… El propósito de lo que hacíamos era hacer buenos documentales para la televisión pública, buenas historias dignas de ser contadas y creo que podemos estar orgullosos de ello. Yo estoy orgulloso sobre todo de todos los amigos que se quedaron en el camino, pero que me ayudaron en esa maravillosa aventura que fue Al filo de imposible. Hacer 355 documentales, que ninguna televisión pública ha hecho nada parecido y dudo mucho que la tele vuelva a hacer algo parecido.
El reconocimiento acabó llegándoles, pero tardó años. ¿Les veían como una especie de marcianos?
Así es, pero tuve la fortuna de vivir la mejor televisión pública que hemos tenido en nuestro país, con buenos productores, buenos cámaras, buenos guionistas… Mucha gente que me ayudó para que fuera posible un fenómeno de tal envergadura como fue Al filo de lo imposible. Hoy en día eso hubiera sido imposible en ningún otro lugar.
¿Era realmente el público consciente de lo que suponía un programa así?
Es que hubo un momento en que, de siete personas que acabaron los 14 ochomiles sin botella de oxígeno, para nosotros utilizarlas supone dopaje, nunca las utilizamos por una cuestión de principios, cuatro eran de Al filo. Es irrepetible que se vuelva a dar algo así.
Su historia está ligada a las montañas más emblemáticas, pero en el libro comenta que otras más desconocidas le han marcado de igual manera…
Porque no mido los sentimientos por la altitud, lo hago por el poso que dejaron en mi vida. Desde luego una montaña como el K2, que tiene 8.611 metros, a la que hice cuatro expediciones, en la que perdí un compañero, a otro le cortaron diez dedos de los pies, a otro le amputaron siete dedos de las manos… Es una montaña que marcó mi vida, para lo bueno y para lo malo. Estuve en esa montaña un año si contamos todos los días que estuve. Hay montañas como el K2 que marcaron mi vida por la grandiosidad, pero luego vengo a casa y subo a Peñalara. Hay gente que no lo entiende. Una montaña como Peñalara es mi refugio cuando todo va mal, cuando tengo un problema y necesito salir a caminar.
Ustedes eran aventureros preparados y no ha dejado de denunciar lo que ocurre ahora en cumbres como el Himalaya por la sobreexplotación turística, ¿se ha banalizado la montaña?
Se ha banalizado, se ha comercializado y algunos corruptos hacen negocios con eso. Lo que ocurre es que en países tan pobres como Nepal, Pakistán o la India sale muy barato corromper a las autoridades para transgredir todo tipo de normas ambientales que nadie cumple porque la cantidad de dinero que se mueve es muy grande.
Eran aventureros, ¿también divulgadores?
Es que es fundamental. Los alpinistas fuimos los primeros conservacionistas de la montaña. No solamente porque consideramos que el alpinismo es algo más que el deportes, sino porque nuestra mirada de las montañas es romántica. El romanticismo supone que el ser humano empieza a mirar las montañas y el paisaje como parte de uno mismo. No queremos que las transformen, que las agredan, que las llenen de hierros… Por eso somos la punta de lanza de la conservación natural en España.
Diario de Mallorca – Deportes