El público lo tenía claro: a las 21:45 arrancaba el «Grand Prix». Así lo había comunicado RTVE tras levantar por completo “La Garita” del access, en una jugada que parecía responder a las críticas de los espectadores que pedían horarios más familiares. Pero la sorpresa fue otra: en lugar de ver a Ramón García entrando en acción, lo que apareció en pantalla fue un resumen y una tanda de imágenes de making-of. Un as bajo la manga que nadie vio venir.
La cadena pública, que había puesto todas las fichas en promocionar el nuevo horario del programa estrella del verano, decidió abrir con un espacio llamado “Grand Prix: Pre-show”. No se trataba de un contenido nuevo, sino de una mezcla entre highlights de la entrega anterior y momentos entre bastidores. El invento duró veinte minutos. Lo justo para convertir el arranque prometido en una previa inesperada.
Y sí, la jugada tenía sentido desde el punto de vista de marca: reforzar el universo «Grand Prix», extender su presencia y generar contenido a bajo coste. Pero a pie de calle —o de sofá— lo que reinó fue la confusión. En redes sociales, muchos espectadores compartieron su frustración por un movimiento que olía más a disfraz que a ajuste sincero. Al final, el programa como tal, con el duelo entre San Sebastián de la Gomera y Alagón, no comenzó hasta las 22:15.
En términos de audiencia, el experimento no fue precisamente un golpe maestro. El pre-show cosechó un 8% de cuota y 749.000 espectadores, cifras inferiores a las de “La Garita” una semana antes, que firmó un 9,6% con un planteamiento más clásico. La emisión inédita del «Grand Prix» logró un 12% y 986.000 espectadores, medio punto menos que en su entrega anterior, pero mantuvo el liderazgo de la noche. El público, fiel, aguantó.
Lo curioso es que el formato “Grand Prix: Pre-show” no fue anunciado con antelación. Nadie en pantalla, ni en redes, ni en la guía de programación lo había anticipado. Fue un movimiento silencioso de RTVE que volvió a jugar con esa franja escurridiza del prime time español donde la flexibilidad parece haberse convertido en norma, aunque no siempre sea del gusto de quien está al otro lado.
No se puede decir que RTVE no lo intente. La cadena pública lleva meses calibrando su prime time para hacerlo más competitivo, menos tardío y, sobre todo, más conectado con los hábitos de su audiencia. Pero con este pre-show, lo que vendió como puntualidad se convirtió en previa encubierta. Y eso, en televisión lineal, tiene consecuencias: la confianza también tiene horarios.
La 1 apostó por un microformato previo con repeticiones y contenido extra, para suplir «La Garita» y calentar el comienzo del «Garnd Prix»
El público lo tenía claro: a las 21:45 arrancaba el «Grand Prix». Así lo había comunicado RTVE tras levantar por completo “La Garita” del access, en una jugada que parecía responder a las críticas de los espectadores que pedían horarios más familiares. Pero la sorpresa fue otra: en lugar de ver a Ramón García entrando en acción, lo que apareció en pantalla fue un resumen y una tanda de imágenes de making-of. Un as bajo la manga que nadie vio venir.
La cadena pública, que había puesto todas las fichas en promocionar el nuevo horario del programa estrella del verano, decidió abrir con un espacio llamado “Grand Prix: Pre-show”. No se trataba de un contenido nuevo, sino de una mezcla entre highlights de la entrega anterior y momentos entre bastidores. El invento duró veinte minutos. Lo justo para convertir el arranque prometido en una previa inesperada.
Y sí, la jugada tenía sentido desde el punto de vista de marca: reforzar el universo «Grand Prix», extender su presencia y generar contenido a bajo coste. Pero a pie de calle —o de sofá— lo que reinó fue la confusión. En redes sociales, muchos espectadores compartieron su frustración por un movimiento que olía más a disfraz que a ajuste sincero. Al final, el programa como tal, con el duelo entre San Sebastián de la Gomera y Alagón, no comenzó hasta las 22:15.
En términos de audiencia, el experimento no fue precisamente un golpe maestro. El pre-show cosechó un 8% de cuota y 749.000 espectadores, cifras inferiores a las de “La Garita” una semana antes, que firmó un 9,6% con un planteamiento más clásico. La emisión inédita del «Grand Prix» logró un 12% y 986.000 espectadores, medio punto menos que en su entrega anterior, pero mantuvo el liderazgo de la noche. El público, fiel, aguantó.
Lo curioso es que el formato “Grand Prix: Pre-show” no fue anunciado con antelación. Nadie en pantalla, ni en redes, ni en la guía de programación lo había anticipado. Fue un movimiento silencioso de RTVE que volvió a jugar con esa franja escurridiza del prime time español donde la flexibilidad parece haberse convertido en norma, aunque no siempre sea del gusto de quien está al otro lado.
No se puede decir que RTVE no lo intente. La cadena pública lleva meses calibrando su prime time para hacerlo más competitivo, menos tardío y, sobre todo, más conectado con los hábitos de su audiencia. Pero con este pre-show, lo que vendió como puntualidad se convirtió en previa encubierta. Y eso, en televisión lineal, tiene consecuencias: la confianza también tiene horarios.
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