En un presente futbolístico donde el modelo de negocio tiende a la idea mental de una Superliga, es decir, de enfrentamientos continuos entre los mismos hasta que se sacie el apetito de élite, el Mundial de Clubes rompe con esta lógica. Hay aspectos criticables para el proyecto de Infantino, pero la inclusión de representante de todos los continentes es un alegato al pasado y a la tan mentada pirámide del fútbol construida en la solidaridad de los de arriba con la base. De ahí que, más allá del comentario fácil, el 10-0 del Bayern al Auckland es simplemente una demostración de la enorme variedad del deporte más practicado del mundo. En un presente futbolístico donde el modelo de negocio tiende a la idea mental de una Superliga, es decir, de enfrentamientos continuos entre los mismos hasta que se sacie el apetito de élite, el Mundial de Clubes rompe con esta lógica. Hay aspectos criticables para el proyecto de Infantino, pero la inclusión de representante de todos los continentes es un alegato al pasado y a la tan mentada pirámide del fútbol construida en la solidaridad de los de arriba con la base. De ahí que, más allá del comentario fácil, el 10-0 del Bayern al Auckland es simplemente una demostración de la enorme variedad del deporte más practicado del mundo.
En un presente futbolístico donde el modelo de negocio tiende a la idea mental de una Superliga, es decir, de enfrentamientos continuos entre los mismos hasta que se sacie el apetito de élite, el Mundial de Clubes rompe con esta lógica. Hay aspectos criticables para el proyecto de Infantino, pero la inclusión de representante de todos los continentes es un alegato al pasado y a la tan mentada pirámide del fútbol construida en la solidaridad de los de arriba con la base. De ahí que, más allá del comentario fácil, el 10-0 del Bayern al Auckland es simplemente una demostración de la enorme variedad del deporte más practicado del mundo.
Es el regreso a la vieja Recopa o al antiguo formato de la Champions, donde cada representante estaba en virtud de lo que había hecho en su territorio y no en base a un ranking con coeficientes que clasifican a los clubes en función de la liga en la que militan. Si hay que acudir a realidades numéricas, ningún otro equipo ha participado en más Mundiales de Clubes, con todos los formatos, que el campeón de la OFC de Oceanía. La confederación que de la que huyó Australia para buscar competencia en Asia, pero con el mismo derecho a existir que el resto.
«La realidad es que la Liga de Nueva Zelanda es una liga amateur. No hay profesionalismo. Tan solo hay dos clubes, el Auckland FC, de reciente creación, y el Wellington Fenix, que compiten en Australia (precisamente para competir en la Superliga de Oceanía, otro proyecto supranacional pensando en la selección natural del fútbol)«, comenta a Prensa Ibérica Gerard Garriga (El Morell, Tarragona, 1993), quien se irá del Mundial de Clubes de EEUU con varias estampas para el recuerdo, como la suya defendiendo a Musiala, que acumula desde 2017.
«Mi aventura en Nueva Zelanda empezó en septiembre de 2017. Ahí es cuando llegué al país. Mi idea era ir a Inglaterra, como había hecho mi hermana previamente, pero un compañero de equipo que jugaba conmigo en el Atlétic Alpicat me convenció para cambiar de destino. En menos de cinco minutos me convenció. Era una oportunidad para desconectar e ir a la otra punta del mundo«, relata un jugador con una carrera única, donde pasó de jugar en categorías regionales de Cataluña a vivir una carrera trabajada en el semiprofesional fútbol de un país que es puro rugby.
«Me ayudaron a ir a pruebas para intentar fichar por equipos. Al principio, no tuve la oportunidad de firmar por ninguno de los equipos de la Primera División. No fue hasta febrero cuando lo logré en una categoría que hacía de Segunda División«, comenta Garriga, quien comenzó a trabajar en una empresa de limpieza mientras empezaba a estudiar en una escuela de inglés. Antes de llegar a Auckland, pasó por el Western Springs, recomendado por Albert Riera, del que se iría en busca de ser titular consolidado, como sucedió en el Waitakere United.

«Después de ganar el mejor jugador de la temporada del equipo, terminamos segundos. Había equipos que no eran muy buenos en la liga de Auckland. Había movilidad de futbolistas, por lo que pensé, ¡joder, ¿por qué no me dan a mí la oportunidad? Ahí fue cuando fiché por el Waitakere. Cumplimos al máximo los objetivos y, con el tiempo salió la oportunidad del Auckland City. Fue fruto del trabajo, después de recibir palos y ‘noes’. Por eso, ahora lo que hago es disfrutar.
«Nosotros trabajamos durante la semana. Entrenamos varios días de la semana por la tarde, después del trabajo. Quizás el fútbol y la Liga han ido mejorando, pero sigue siendo un nivel amateur. Mientras que a nivel mundial todo se ha desarrollado, no ha pasado lo mismo en Nueva Zelanda. Por eso sabemos que la diferencia entre nosotros y los clubes del Mundial de Clubes es inmensa. Somos el único club amateur», razona Garriga, quien también se enfrentará al Benfica y al Boca Juniors en el grupo C.
«Hemos competido cuando hemos ido a otros Mundiales de Clubes, pero no dejamos de ser un club que está en una liga de aficionados. Cuando vamos a estos torneos, nos preparamos, pero jugamos contra equipos profesionales. Notas la diferencia y cómo mejoras. Cómo te expones a situaciones nuevas que te hacen mejorar como futbolista cuando juegas contra futbolistas de alto nivel«, analiza Gerard Garriga, sin complejos y miedos, como el resto de sus compañeros, perfectamente conscientes de en qué escalón están.
Pero recuerda que el Auckland City es «el equipo que tiene más experiencia en jugar Mundiales de Clubes. Es la oportunidad que hemos ganado por ser campeones de Oceanía. Pero claro, ahora nos encontramos por uno de los torneos y desafíos más difíciles en la historia del club: contra Bayern, Benfica o Boca en un escenario muy grande. El nivel físico al que ellos entrenan cada día es muy diferente. Nosotros entrenamos los días que podemos, después de largos días de trabajo», explica el jugador de un Auckland City, que, lejos de ser una deshonra, es todo lo contrario.
Supone la reivindicación de un fútbol popular y comprometido, asentado en la salud física y la sana competitividad. «Nuestro objetivo es hacerlo lo mejor posible. ¡En 2014 quedamos terceros! Le ganamos al Cruz Azul mexicano, entre otros. Es cierto que era otro formato, pero es el mejor ejemplo a seguir. Ellos lo hicieron y nos demuestra que en el fútbol puede pasar cualquier cosa. ¿Quién sabe si podemos dar alguna sorpresa? Pero bueno, sabemos de la gran dificultad que existe. Cada partido será el más importante de nuestras vidas. Lo que haremos es competir y sentirnos orgullosos de nosotros mismos», sentencia un futbolista que acepta las entrevistas, que razona sobre el juego y que habla sin dobleces. Justo lo que era el fútbol hasta hace unas décadas y que el Auckland City, con su ejemplo de clase trabajadora, representa mejor que ningún otro participante en el Mundial de Clubes.
Diario de Mallorca – Deportes