Pogacar, el chico lindo del Tour

El chico lindo del Tour parece que se lo pasa bien, que juega y se divierte como si un domingo cualquiera de julio quedase con la pandilla para hacer unos kilómetros con la bici y al primer puerto, sabiendo que es el más fuerte del grupo, los ataca y pasa por la cima en primera posición. Será el motivo para echar unas risas cuando la cuadrilla pare a desayunar en un bar de carretera. El chico lindo del Tour parece que se lo pasa bien, que juega y se divierte como si un domingo cualquiera de julio quedase con la pandilla para hacer unos kilómetros con la bici y al primer puerto, sabiendo que es el más fuerte del grupo, los ataca y pasa por la cima en primera posición. Será el motivo para echar unas risas cuando la cuadrilla pare a desayunar en un bar de carretera.  

El chico lindo del Tour parece que se lo pasa bien, que juega y se divierte como si un domingo cualquiera de julio quedase con la pandilla para hacer unos kilómetros con la bici y al primer puerto, sabiendo que es el más fuerte del grupo, los ataca y pasa por la cima en primera posición. Será el motivo para echar unas risas cuando la cuadrilla pare a desayunar en un bar de carretera.

El chico lindo del Tour se llama Tadej Pogacar y con su carita sonriente da la impresión de que nunca ha roto un plato. Siempre de buen humor no pierde la compostura, como cuando Remco Evenepoel, otro prodigio, riñe a su gregario, en la tercera etapa, porque no lo ve situado como él querría al frente del pelotón.

Pogacar es el que arrastra más seguidores en este Tour. En las salidas o en las metas, el autobús del UAE, su equipo, es el más poblado de aficionados que quieren desde un ‘selfie’ a una firma en un póster. O que le ofrecen un rotulador para irse a casa con su nombre inscrito en la camiseta.

¿Ganará este Tour? Puede. De hecho, es el candidato número uno, pero depende, sobre todo, de la reacción y fortaleza de Jonas Vingegaard, quien fía su victoria a llegar más fresco que su rival esloveno a la última semana de carrera con los Alpes como jueces de la prueba.

Pogacar no sabe correr a la retaguardia. Lo suyo es el espectáculo diario, sacarlos a todos de rueda y si puede ser levantar los brazos como ganador de la cuarta etapa, tal como sucedió este martes en la meta de Rouen, corazón de Normandía.

Curiosamente, hace un año, Tour de 2024, triunfó también en idéntico número de etapa. La carrera salió de Italia, cruzó la frontera, se adentró en los Alpes, ascendió por el Galibier, donde realizó uno de sus demarrajes típicos, y se presentó a la meta de Valloire en solitario. Nada que objetar. Pogacar consiguió otras cinco victorias en julio pasado. Pareció que nadie le hacía sombra. Y aun así se quedó lejos de las ocho etapas que sumó Eddy Merckx en la edición de 1970, 28 años antes de que naciera este fenómeno esloveno.

Lejos de los ecos de sociedad que otros ilustres deportistas protagonizan muchas veces, Pogacar también da la sensación de ser un chico tranquilo, que reside en Mónaco, y que vive en paz y solemnidad junto a Urska Zigart, dos años mayor que él, una ciclista profesional eslovena, que acostumbra también a disputar el Tour, y que lo acompaña muchas veces en los entrenamientos alrededor del Principado.

Tan calmada parece la pareja que hasta ha sacado este año un cuento ilustrado, dedicado a los niños, donde cuentan su amor y el cariño a la bicicleta.

Lleva ya 18 etapas conseguidas en el Tour, 100 victorias profesionales desde el martes; tres Tours, un Giro y quizá, porque de ello no habla y por ahora no se le pregunta, afronte en agosto el reto de luchar por la victoria en la Vuelta donde se cruzaría con Vingegaard, si se mantienen los planes, en una repetición todavía incierta, del duelo iniciado hacia la victoria final en París.

El chico lindo del Tour, tampoco hay que esconderlo, sí tiene una apariencia escondida y algo malvada, la de caníbal ciclista, al estilo de Merckx, porque de lo contrario muchas veces correría con mayor sosiego lo que quizá le quitaría coraje y épica a su modo de competir y no dejar en el plato ciclista ni las migas de pan.

 Diario de Mallorca – Deportes

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