Mercenarios africanos: Rusia los recluta, Ucrania los captura, pero nadie los quiere de vuelta

El mercenario nigeriano Oluwagbemileke Kehinde recibe asistencia médica tras ser capturado por fuerzas ucranias en el sector de Zaporiyia, en el sur de Ucrania, a principios de julio, en una imagen distribuida por el servicio de inteligencia militar.

Zirka, nombre en clave, es médica de combate en la Legión Libertad para Rusia, unidad de opositores rusos que lucha en defensa de Ucrania. Hace unos días, esta mujer de 40 años atendió al nigeriano Oluwagbemileke Kehinde, mercenario a sueldo de Moscú. No le guarda simpatías, pero había sido capturado en el sector de Zaporiyia por los suyos y, en cumplimiento de la ley de la guerra, requería de asistencia. “Estaba muy herido y cansado”, relata Zirka a EL PAÍS, “los vendajes estaban muy sucios y había infecciones”. Sobre la nuca tenía un agujero por el impacto de una esquirla. La médica aclara: “Fue en un ataque de drones rusos, de los suyos, tras haber sido apresado”. Kehinde había caído en su primera misión. Sabía poco o nada del combate. Hacía cuatro años que había viajado a Rusia para estudiar, pero la guerra le dio un vuelco.

Seguir leyendo

Los cameruneses Metugena Unana Jean Pafe y Anatole Frank, durante el interrogatorio tras su captura en junio por fuerzas ucranias, en una imagen distribuida por el regimiento K-2. Crecen las capturas por fuerzas ucranias de soldados nacidos en África, muchos de ellos alistados bajo coacciones o engaños. La posesión de un pasaporte ruso disuade a los países de origen de reclamar su liberación  

Zirka, nombre en clave, es médica de combate en la Legión Libertad para Rusia, unidad de opositores rusos que lucha en defensa de Ucrania. Hace unos días, esta mujer de 40 años atendió al nigeriano Oluwagbemileke Kehinde, mercenario a sueldo de Moscú. No le guarda simpatías, pero había sido capturado en el sector de Zaporiyia por los suyos y, en cumplimiento de la ley de la guerra, requería de asistencia. “Estaba muy herido y cansado”, relata Zirka a EL PAÍS, “los vendajes estaban muy sucios y había infecciones”. Sobre la nuca tenía un agujero por el impacto de una esquirla. La médica aclara: “Fue en un ataque de drones rusos, de los suyos, tras haber sido apresado”. Kehinde había caído en su primera misión. Sabía poco o nada del combate. Hacía cuatro años que había viajado a Rusia para estudiar, pero la guerra le dio un vuelco.

El esquema de reclutamiento es el siguiente: agentes rusos engañan o coaccionan a extranjeros para trabajar en el ejército lejos del frente de guerra; son entrenados en Rostov, aún en Rusia, para, generalmente, completar la formación militar en Lugansk, provincia ucrania ocupada. Todo por unos 2.000 euros al mes y un pasaporte ruso. En tan solo unas semanas, el señuelo que les hizo firmar un contrato se vuelve una pesadilla: los reclutas se convierten en infantería en una batalla en la que mueren cientos de hombres en asaltos masivos.

Este pelotón suma ya cientos de ciudadanos africanos que, después de su captura por el ejército ucranio, quedan además atrapados en un limbo: ni su país de origen, ni su nueva nación, Rusia, los reclama. Kehinde es uno de ellos.

Las imágenes e información que ha mostrado este nigeriano en los últimos años a través de sus redes sociales dibujan a un chico sonriente, con formación superior y experiencia en planificación urbanística en su país; que allá por 2021, decidió iniciar un máster en la Escuela Superior de Economía de Moscú. En septiembre de aquel año comenzó su aventura rusa. Quedaban aún cinco meses para el inicio de la gran invasión de Ucrania.

El pasado día 5, el servicio de inteligencia militar ucranio (GUR) informó de la captura de Kehinde. Formaba parte de un regimiento ruso de fusileros. “Tengo suerte de estar vivo”, dice el nigeriano en un vídeo difundido por el GUR. En la grabación, es interrogado mientras Zirka le ofrece agua y le pone una inyección en el trasero para calmar los dolores. Cuenta que le ofrecieron un “dinero fácil” en una posición “segura”; que fue traductor de otros soldados extranjeros del ruso al inglés, pero acabó como carne de cañón en el frente.

Zirka da más detalles: Kehinde había sido detenido en Moscú por un delito de drogas y liberado a cambio de firmar con el ejército. Un esquema de reclutamiento que se repite. Así fue como el zambiano Lemekhani Nathan Nyirenda, uno de los primeros africanos muertos en el frente de Ucrania, acabó combatiendo del lado ruso. “Pensaba que solo sería intérprete”, dice Zirka sobre Kehinde. Pero le lanzaron al asalto en una misión casi suicida. La médica repite cómo le vio llorar tras recibir las curas.

Los cameruneses Metugena Unana Jean Pafe y Anatole Frank, durante el interrogatorio tras su captura en junio por fuerzas ucranias, en una imagen distribuida por el regimiento K-2.

El GUR, consultado por EL PAÍS, no ofrece cifras del número de africanos apresados por unidades ucranias. La publicación rusa independiente The Insider cifró el pasado año en alrededor de 600 los mercenarios del bando ruso llegados de África. Según los registros de inteligencia, además de Nigeria, hay nacionales de, al menos, los siguientes países: Camerún, Ghana, Senegal, Togo, Uganda, Ruanda, Burundi, Congo y Zimbabue.

El servicio de inteligencia alertó hace un año de un incremento del reclutamiento de africanos. “El aumento del potencial de movilización podría estar vinculado a la expansión de la presencia militar rusa en África a través de su Ministerio de Defensa”, señala el analista ucranio Vitalii Petriv. Esto confirma que Rusia ha mantenido bien abierta esta vía de alistamiento pese a la caída en desgracia de la empresa de mercenarios Wagner, el primer gran reclutador de africanos de la guerra.

Un friegaplatos en combate

Un caso similar al de Kehinde es el que reportó la brigada Azov el pasado 4 de junio. Se llama Malick Diop y nació en Senegal. Viajó a la ciudad de Nizhni Novgorod, a orillas del río Volga, para estudiar Derecho. Y es lo que hizo durante dos años, hasta que una buena oferta para trabajar como friegaplatos le sedujo. Diop relata en una grabación difundida por esta unidad que le prometieron un empleo “en una ciudad” y que eso le pareció seguro. “Me di cuenta de que era una guerra cuando vi los cadáveres”, narra. Diop admite, no obstante, que en Nizhni Novgorod veía a diario los anuncios de reclutamiento rusos.

El aumento en el alistamiento se traduce en un repunte en las capturas de mercenarios nacidos en África. Esto, en medio de la ofensiva de verano en el sur y este de Ucrania, en la que Rusia emplea a un número mayor de soldados de infantería en asaltos masivos —denominados en la jerga del frente como “asaltos de carne”—. Tras su captura, los mercenarios pasan a ser presos de guerra y, por tanto, candidatos a una liberación negociada —Ucrania y Rusia han intercambiado cerca de 6.000 presos de cada bando desde el inicio de la actual contienda—. Problema: nadie reclama a los cautivos de origen africano.

Según los registros del Ministerio de Exteriores ucranio, solo Togo se ha preocupado por sus nacionales cautivos. Fuentes de este departamento afirman que el hecho de que estén formalmente alistados en el ejército ruso y cuenten con pasaporte de ese país explica la falta de interés por su liberación.

Los cameruneses Metugena Unana Jean Pafe y Anatole Frank fueron apresados en junio en el sector de Siverski, en la provincia ucrania de Donetsk. Según consta en el interrogatorio grabado por un regimiento de drones que participó en la operación, Jean Pafe llegó el pasado marzo a Moscú para trabajar en una fábrica de champú. En el aeropuerto le esperaban unos individuos. Le arrebataron el pasaporte y le encerraron en un cuarto. Ahí comenzó su calvario hasta, según su versión, firmar un contrato con el ejército ruso. Le prometieron unos 11.000 euros.

Una cantidad similar le ofrecieron a Frank, que camina con muletas por las heridas causadas en un ataque con drones. Aterrizó en Moscú en agosto de 2024. Según su relato, había viajado para recibir un tratamiento dental. Tenía billete de vuelta, pero, como su compatriota, fue forzado al alistamiento. Cuenta, casi con fortuna, que un mando militar le permitió evitar el combate durante siete meses. “Nunca he matado a nadie”, dice. Lo mismo asegura a su lado Jean Pafe.

El relato de estos dos hombres sugiere un reclutamiento a la fuerza, pero otros muchos en Camerún han emprendido en los últimos años por voluntad propia su viaje hacia la guerra. Es el caso de las decenas de militares cameruneses que han desertado para volar a Moscú, donde reciben 10 veces más del sueldo mensual que cobran en su tierra. Tal es el impacto que el Ministerio de Defensa ha emitido una orden en la que prohíbe la salida del país de sus soldados. Según la cuenta del reportero local Nzui Manto, alrededor de 80 cameruneses han muerto mientras combatían en Ucrania en las filas del ejército ruso.

 Feed MRSS-S Noticias

Más Noticias