Más allá de ‘Olympo’: así es la vida de un deportista en un Centro de Alto Rendimiento

Cerca de 300 adolescentes y jóvenes, deportistas de élite o aspirantes claros a serlo, todos ellos en un estado físico perfecto, conviviendo de sol a sol en un mismo espacio. Durmiendo, desayunando, entrenando y compitiendo, comiendo, algunos estudiando, compartiendo tiempo libre, al fin cenando, algún día esporádico hasta saliendo de fiesta. Y lo que surja. Para algunos, “un cuartel, una jaula”. Para otros, “el lugar en el que tienes todo lo que necesitas”. Para todos, una experiencia “intensa”. Bienvenidos al mundo de los Centros de Alto Rendimiento (CAR). Cerca de 300 adolescentes y jóvenes, deportistas de élite o aspirantes claros a serlo, todos ellos en un estado físico perfecto, conviviendo de sol a sol en un mismo espacio. Durmiendo, desayunando, entrenando y compitiendo, comiendo, algunos estudiando, compartiendo tiempo libre, al fin cenando, algún día esporádico hasta saliendo de fiesta. Y lo que surja. Para algunos, “un cuartel, una jaula”. Para otros, “el lugar en el que tienes todo lo que necesitas”. Para todos, una experiencia “intensa”. Bienvenidos al mundo de los Centros de Alto Rendimiento (CAR).  

Cerca de 300 adolescentes y jóvenes, deportistas de élite o aspirantes claros a serlo, todos ellos en un estado físico perfecto, conviviendo de sol a sol en un mismo espacio. Durmiendo, desayunando, entrenando y compitiendo, comiendo, algunos estudiando, compartiendo tiempo libre, al fin cenando, algún día esporádico hasta saliendo de fiesta. Y lo que surja. Para algunos, “un cuartel, una jaula”. Para otros, “el lugar en el que tienes todo lo que necesitas”. Para todos, una experiencia “intensa”. Bienvenidos al mundo de los Centros de Alto Rendimiento (CAR).

Esa macedonia de elementos ha inspirado ‘Olympo’, la nueva serie juvenil de Netflix estrenada recientemente que recoge el testigo de la exitosa ‘Élite’. La ficción se desarrolla en el CAR Pirineos, una ubicación igualmente ficticia, en la que la competitividad deportiva, los celos y envidias, el sexo, el dopaje y las drogas recreativas cargan morbosamente con el peso narrativo de la trama.

Clara Galle y María Romanillos, dos de las protagonistas de ‘Olympo’, en una escena de la serie de Netflix
Clara Galle y María Romanillos, dos de las protagonistas de ‘Olympo’, en una escena de la serie de Netflix / MATIAS URIS / NETFLIX

La serie, conviene insistir, es pura ficción, aunque como tal esté inspirada en elementos de realidad. El principal, que en un CAR conviven los mejores deportistas del país de infinidad de disciplinas diferentes. “Y eso hace que todo se haga con la máxima intensidad. Es un entrenamiento, pero también es una competición diaria”, explica Kevin Arreaga, campeón de España de martillo, y asiente Diego Casas, el campeón de disco: “Al final ese nivel de intensidad también se traslada a situaciones extradeportivas”.

En un CAR, todo se hace con la máxima intensidad. Es un entrenamiento, pero también es una competición diaria

Hay varias formas de vivir en uno de los cuatro CAR que hay en España: Madrid, Sant Cugat del Vallès, León y el de Sierra Nevada, este orientado a concentraciones temporales. El ‘pack’ completo es el del deportista que vive en una residencia y estudia en un instituto o centro de FP dentro de las propias instalaciones, en las que también entrena. A partir de ahí, modelos mixtos: vivir y entrenar durante todo el año o solo en concentraciones puntuales, estudiar y entrenar, solo ir a entrenar…

Entrenar, evidentemente, es lo fundamental, pues el objetivo de un CAR es maximizar el potencial competitivo de los deportistas. “Yo vivía con mis padres e iba a la piscina a las 8.00. A las 10.30 un autobús nos recogía para llevarnos al instituto, en el que las clases eran de 11.00 a 17.00, donde también comía con mis compañeros y gente de otros deportes. Y después me iba para volver a entrenar con mi club”, recuerda el waterpolista Víctor Gutiérrez sobre sus rutinas de adolescente en Madrid.

Deportistas en la pista de atletismo del Centro de Alto Rendimiento del CSD en Madrid
Deportistas en la pista de atletismo del Centro de Alto Rendimiento del CSD en Madrid / CSD

“Lo que te ofrece un CAR son todas las facilidades para poder compaginar estudios con entrenamientos de máximo nivel, disponer de servicios como fisioterapia y nutrición y estar en un ambiente competitivo acompañado por otros deportistas con los mismos objetivos, lo que te lleva a mejorar tu rendimiento”, resume la pertiguista Mònica Clemente.

Un CAR te permite compaginar estudios con entrenamientos de máximo nivel, disponer de servicios como fisioterapia y nutrición y estar en un ambiente competitivo

Ella vivió varios años en la residencia Joaquín Blume (la de Madrid se llama igual) del CAR de Sant Cugat, compartiendo habitación con la lanzadora de martillo Laura Redondo. “Hasta que la eché”, bromea la segunda, que sigue en el centro catalán y que acumula 15 años de experiencias allí. Tiempo en el que lo extradeportivo, cuenta, ha cambiado mucho: “Hace años se salía más de fiesta que ahora, están muy calmaditos. Hacíamos más el travieso”.

Porque, sí, en un CAR también hay espacio para que veinteañeros se vayan de fiesta. Nunca en el interior de las residencias, como ocurría a comienzos de los 90 de forma a veces desbocada, impera el respeto al resto de internos que quizá necesitan descansar, pero sí fuera. En la Blume madrileña son habituales las historias sobre escapadas nocturnas a la piscina en verano. A todos los entrevistados les suena, nadie quiere reconocer que ha estado en una de ellas. Lo que pasa en el CAR se queda en el CAR.

Atletas en el CAR de Sant Cugat.
Atletas en el CAR de Sant Cugat. / Enric Fontcuberta / EFE

“Toda la ansiedad que te generan los entrenamientos y la competitividad la tienes que sacar de alguna manera. Después del entrenamiento del sábado por la mañana, nos íbamos al centro de Barcelona a tomar unas cervezas y salir de fiesta. Para los menores de edad estaba totalmente prohibido, claro, pero cuando ya eras adulto había más manga ancha. Eso sí, dentro de la residencia, jamás”, recuerda el waterpolista Víctor Gutiérrez de sus concentraciones de verano en Sant Cugat, hace ya más de una década, que motivan que recuerde un CAR como «una jaula, una cárcel».

“Somos deportistas, pero también personas, gente joven. Viene bien esto del documental de Alcaraz para entender que también necesitamos nuestras vías de escape. Obviamente, cuando estamos en plena competición no nos vamos de fiesta, pero hay momentos para todo”, profundiza Diego Casas, que también residió en el CAR de León, en el que los internos vive en una residencia universitaria en la que, claro está, todas las tentaciones se multiplican.

Somos deportistas, pero también personas, gente joven. Obviamente, cuando estamos en plena competición no nos vamos de fiesta, pero hay momentos para todo

“En épocas de fiestas universitarias es complicado, porque ellos están en ese ambiente y tú necesitas descansar porque tienes una competición. La parte buena es que el ambiente es más divertido, porque no estás solo rodeado de deportistas. Hablas de cosas diferentes, puedes desconectar más de tu actividad”, comenta Belén Toimil, plusmarquista española de lanzamiento de peso, que reside actualmente en el CAR de León.

Y, claro está, en ese ambiente, con las hormonas a borbotones, las habitaciones a mano y lejos de la vigilancia de padres o familiares, el sexo surge con naturalidad. “Hablando mal y pronto, en un CAR hay mucho guarreo. Pues imagínate, un montón de adolescentes encerrados en una residencia durante todo un año… Yo no me comía un rosco, porque cuando estuve concentrado en Sant Cugat no había salido todavía del armario, pero eso estaba ahí”, recuerda el waterpolista Víctor Gutiérrez.

Hablando mal y pronto, en un CAR hay mucho guarreo. Pues imagínate, un montón de adolescentes encerrados en una residencia durante todo un año…

Panorámica de la piscina del Centro de Alto Rendimiento del Consejo Superior de Deportes (CSD) en Madrid.
Panorámica de la piscina del Centro de Alto Rendimiento del Consejo Superior de Deportes (CSD) en Madrid. / J. J. Guillén / EFE

De los CAR han salido parejas estables, como la de los mediofondistas Águeda Marqués y Adrián Ben, también cientos o miles de encuentros que jamás serán contados… aunque no siempre es fácil. “En la Blume de Madrid, las paredes son de papel. Te enteras de cuando tu vecino se está lavando los dientes, imagínate otras cosas… Yo no vivo en el CAR por eso, porque no podría con el ruido y la falta de intimidad”, bromea la atleta Marta Serrano.

En la residencia Blume de Madrid, las paredes son de papel. Te enteras de cuando tu vecino se está lavando los dientes, imagínate otras cosas…

Porque vivir en un CAR no es para todo el mundo. Y, al contrario, hay quien ha pasado años y años en la Blume, como la haltera Lydia Valentín, casi dos décadas interna. “Yo creo que el año que viene ya me iré. Si no lo he hecho hasta ahora es por el precio de vivir en Madrid, pero llega un punto en que quiero tener mi espacio, tener flexibilidad para comer a la hora que quiera o no tener que levantarme a las 9.00 a desayunar un domingo si no me apetece”, explica Diego Casas.

 Diario de Mallorca – Deportes

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