Huesca, Palencia y Cuenca han sufrido los estragos del ascenso de temperaturas en la última década. «Hay que ajustar la vida a las nuevas condiciones a las que nos enfrentamos», recomienda una internista Leer Huesca, Palencia y Cuenca han sufrido los estragos del ascenso de temperaturas en la última década. «Hay que ajustar la vida a las nuevas condiciones a las que nos enfrentamos», recomienda una internista Leer
Estaba practicando senderismo en la sierra de Callosa d’en Sarrià (Alicante) cuando comenzó a sentirse mal. La mujer, de 53 años, fue atendida por un equipo del SAMUR en plena montaña y trasladada al hospital más cercano, donde acabó falleciendo. ¿La causa? Un golpe de calor. Lo mismo le ocurrió a un hombre de 75 años, con patologías previas, mientras realizaba actividades de ocio al aire libre en Córdoba. No fue el único. Otro, de 67 años, murió en Plasencia (Extremadura) por lo mismo: las temperaturas extremas.
Estos son solo tres de los 1.046 fallecimientos registrados este mes de julio a causa de las altas temperaturas, según el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo). La cifra supone un aumento del 57,26 % respecto al mismo periodo de 2024 y del 54,54 % en comparación con julio de 2023. En lo que va de año, hasta julio, el calor se ha cobrado la vida de 1.484 personas en todo el país.
En la última década, contando solo el mes de julio de 2015 a 2025, se han documentado cerca de 10.453 muertes relacionadas con temperaturas extremas en España. El año que más fallecidos tuvo fue 2022, con 2.217. Ese verano hubo nada menos que 41 días de olas de calor, 12 días más que en 2015, que quedó como el segundo año con más fallecidos, con 1.797.
Agosto ha lamentado ya la pérdida de 19 vidas. El pasado mes heredó una ola de calor y ha legado otra al inicio de este. Esta semana se prevé que el mercurio no dé tregua y se batan nuevos máximos, como los 43ºC de Badajoz, que ya ayer se cobro una víctima.
Aunque se cree que los golpes de calor explican todos los fallecimientos relacionados con las altas temperaturas, solo representan la punta del iceberg. «El clima extremo afecta al bienestar de muchas maneras, manifestándose no solo en estrés térmico, sino también en un crecimiento de la mortalidad por enfermedades previas», detalla Marta González, vocal de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas).
Cuando se detectan temperaturas elevadas, no solo se contabilizan pérdidas humanas directas causadas por el calor intenso, sino también numerosas defunciones indirectas vinculadas a la descompensación de enfermedades crónicas. Estas empeoran la salud debido a la carga que las altas temperaturas provocan en el organismo. Por ejemplo, alguien con insuficiencia cardíaca sufrirá un deterioro de su condición por la deshidratación o el esfuerzo que supone enfrentarse a un ambiente en esas condiciones.
Además, la tercera edad resulta especialmente vulnerable, ya que presentan un reflejo de la sed más limitado, tienden a beber menos agua y pueden deshidratarse con mayor facilidad. «Toman tratamientos que deshidratan, como los diuréticos o los fármacos que bajan la tensión. Si a eso, le sumas el calor, aumenta el riesgo de tener complicaciones», explica Juan Torres Macho, médico internista y coordinador de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).
Lo mismo ocurre con los pacientes que padecen enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer. En muchas ocasiones presentan dificultades para comunicar sus necesidades básicas, incluyendo la sed.
En lo que respecta a los decesos directos, están los golpes de calor, causados por el fallo del sistema regulador de la temperatura corporal, el «termostato» del cuerpo, que es el hipotálamo. «Es como si este se fuera a la porra, se desequilibra y sube a 41 grados. Aunque se intente enfriar al paciente, el nivel térmico sigue elevado y el cuerpo no puede regularlo», manifiesta Torres.
Ante la emergencia, no existe un tratamiento específico que revierta el estrés térmico: se trata de mantener al cuerpo con vida mientras se intenta recuperar el equilibrio. Los pacientes suelen ingresar en la UCI, donde se les aplica una combinación de enfriamiento físico (como mantas frías, baños o dispositivos especiales), soporte respiratorio -a veces con intubación- y monitorización constante de sus funciones vitales.
«Es fundamental conocer los síntomas de alerta, como mareos, sensación de confusión o incremento de la temperatura corporal», advierte el coordinador del SEMI. Ante la presencia de estos signos, indica que lo mejor es buscar un lugar fresco y protegido del sol de inmediato. Si la sensación de mareo o confusión persiste, se debe llamar a los servicios de emergencia para recibir atención médica urgente. «Detectar y actuar ante estas señales de alarma a tiempo puede evitar complicaciones graves», aclara.
Existe una relación directa: cuanto más alta es la temperatura, más muertes se producen. La ola de calor que afectó a Europa entre finales de junio y principios de julio provocó una fuerte escalada en el número de fallecidos: aproximadamente 1.500 muertos en 12 ciudades europeas, según el Imperial College London. «Las altas temperaturas no solo incomodan, sino que son peligrosas para el bienestar físico. Por eso es una obligación mantenerse bien hidratado y evitar salir durante las horas más calurosas del día», recomienda Torres.
«¿Aumentan los ingresos hospitalarios o se registran más visitas a urgencias durante las olas de calor?», plantea María Villalonga, médica internista y coordinadora del Observatorio de Cambio Climático de la SEMI. La respuesta corta es sí. Durante estos episodios extremos, las salas de urgencias se llenan y la presión asistencial se dispara.
Así concluye un estudio publicado en la revista International Archives of Occupational and Environmental Health, en el que participa Villalonga. La investigación, realizada en el hospital donde trabaja -el Hospital Universitario Son Espases, en Mallorca-, analiza los ingresos entre el 1 de enero de 2005 y el 31 de diciembre de 2021.
«Cuando realizamos el trabajo de campo, esperábamos encontrar problemas cardíacos o descompensaciones por insuficiencia cardíaca. Para nuestra sorpresa, lo que resultó estadísticamente significativo fueron los ictus», relata Villalonga. En concreto, se visualizó un alza de los isquémicos, los que ocurren cuando se bloquea el flujo de sangre hacia una parte del cerebro, generalmente por un coágulo u obstrucción arterial.
Una de las teorías que plantea el artículo es que el incremento de la temperatura corporal modifica la composición de la sangre, volviéndola más viscosa. Cuando esto ocurre, el fluido se vuelve más espeso y concentrado: aumentan los niveles de colesterol y de plaquetas, dos componentes que favorecen la formación de coágulos.
Además, el cuerpo redistribuye el flujo sanguíneo y lleva más sangre hacia la piel para disipar el calor, lo que reduce la irrigación cerebral. Todo este conjunto de factores facilita la formación de coágulos que, en algunos casos, alcanzan el cerebro y provocan accidentes cerebrovasculares, especialmente isquémicos.
Otro hallazgo inesperado fue que, aunque se esperaba que las personas mayores de 65 años –por ser más débiles y frágiles– fueran las que más ingresaran, en realidad la mayoría de los ingresos corresponden a personas entre 15 y 65 años. «La teoría es que se trata de la población activa, son los ciudadanos que están trabajando y por ende sufren más el calor», aclara.
No es lo mismo padecer calor en Murcia que en Huesca. Según los datos obtenidos de las muertes por exceso de temperatura registradas en los últimos 10 años, Murcia, con un clima más cálido y adaptado a altas temperaturas, presenta una tasa de fallecimientos muy baja (4,27 por cada 100.000 habitantes). En cambio, Huesca, situada en una zona con menos experiencia en temperaturas extremas, sufre una mucho más alta (194,72).
Para Villalonga, las regiones cálidas como Las Palmas (12,16) o Islas Baleares (10) han desarrollado desde siempre maneras naturales de protegerse ante los episodios cálidos: casas con muros gruesos que mantienen el interior fresco y hábitos de vida adaptados a las horas de más temperatura. En cambio, en provincias más frescas como Palencia (178,45) o Ávila (154,15), donde las temperaturas altas son menos frecuentes, la gente no está tan preparada para soportar esas olas de calor, lo que se traduce en mayores riesgos y mortalidad.
Otra de las teorías que plantea Torres apunta al envejecimiento de la población como un factor clave. Los ancianos son más vulnerables a las altas temperaturas debido a su menor capacidad de respuesta fisiológica y a la prevalencia de enfermedades crónicas.
Según datos del INE del 2024, provincias como Ávila presentan un Índice de Envejecimiento del 219,24%, es decir, hay más del doble de personas mayores de 64 años que menores de 16. En contraste, Murcia anota un índice 2,23 veces menor (98,14%). «Esto puede ser una explicación parcial porque no lo argumenta todo, pero sí puede dar sentido a buena parte de los datos», advierte.
«Se debe empezar a adaptar la vida a las nuevas condiciones del cambio climático», recomienda la vocal de Sespas. Hasta ahora, explica, la pobreza energética se asociaba principalmente con la dificultad para calentar los hogares en invierno. «Ahora va mucho más allá. Lo que antes se consideraba una temperatura fresca, hoy ya se percibe como cálida. Imagina cómo es en verano»
«Si tenemos que seguir viviendo aquí, debemos adaptarnos. Y que nos ayuden a hacerlo con normativas reales», reivindica la médico internista y coordinadora del Observatorio de Cambio Climático de SEMI, que recuerda que más del 70% del parque de viviendas en España se construyó antes de que existieran normativas específicas sobre aislamiento térmico, y por tanto, no están preparadas para afrontar ni olas de frío ni de calor como las actuales.
Villalonga detalla que el siguiente paso será analizar las viviendas de las personas que han sido hospitalizadas por una insolación. El objetivo es identificar si sus casas estaban adaptadas y en qué condiciones se encontraban.
La desigualdad se cuela también entre las paredes. «El que tiene una casa bien equipada, con aire acondicionado funcionando todo el día, probablemente lo llevará mejor que quien no puede ni encender un ventilador», denuncia. «Por desgracia, todo apunta a que quienes volverán a sufrir más serán los de siempre».
Los datos provienen del sistema MoMo (Monitorización de la Mortalidad diaria), que ofrece estimaciones diarias de defunciones observadas y esperadas en función de modelos históricos, con el objetivo de detectar excesos o defectos de mortalidad en tiempo casi real.
Es importante tener en cuenta que estas cifras son estimaciones sujetas a revisión: debido al retraso en la notificación de defunciones, especialmente en los días más recientes, los datos pueden cambiar de forma retroactiva conforme se actualizan los registros civiles.
Esto se debe a que el sistema MoMo recibe datos solo de municipios con registros civiles informatizados, y aplica una corrección estadística basada en el porcentaje de cobertura de cada provincia. Por este motivo, los valores pueden incluir decimales.
Las series vienen agregadas por combinación de ámbito, sexo, grupo de edad y fecha. Para seleccionar, por ejemplo, la serie completa para toda la población española, debe filtrarse por: ambito = "nacional"
, cod_sexo = "all"
, cod_gedad = "all"
.
Dado el tamaño de la base de datos, no es posible abrirla con Excel. Se deja disponible una versión reutilizable en el siguiente enlace para que cualquier persona pueda consultarla o trabajar con ella.
Para más información técnica o metodológica, se recomienda consultar la pestaña de «Documentación» del portal oficial del MoMo
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