La presencia de Chevron en Venezuela, crucial para el mercado energético de EE UU

El pasado 20 de mayo Bloomberg informó de que Estados Unidos estaba dispuesto a renovar por 60 días la licencia de Chevron en Venezuela, ya que mantener la presencia de Chevron en Venezuela era «un deber de seguridad nacional y el Gobierno de EE UU debería hacer todo lo que pueda para restablecerla en su totalidad», informan fuentes del sector. Sin embargo, el senador republicano y secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio, lo desmintió públicamente a través de un mensaje en X, en el que afirmó que «la licencia petrolera pro-Maduro de Biden en Venezuela expirará como estaba previsto».

Y ahora esta licencia ha expirado, y esta decisión «es un ejemplo claro de cómo el senador Rubio y el lobby cubanoamericano distorsionan el enfoque estratégico, y terminan convirtiendo una oportunidad en un retroceso al no permitir la operación de Chevron en Venezuela», informan las mismas fuentes. «Lo que no entienden es que la continuidad de las operaciones de Chevron en Venezuela no tienen que ver con apaciguar al presidente venezolano, sino con garantizar que Estados Unidos no ceda un punto de apoyo estratégico crítico a su mayor rival geopolítico: China». Según ha podido saber este periódico, las negociaciones para restablecer la licencia de la empresa están en curso por «un interés nacional que puede y debe prevalecer».

Desde hace más de un siglo, Chevron está presente en el país hispanoamericano, que posee las mayores reservas probadas del mundo: 300.000 millones de barriles. En la actualidad, la empresa produce unos 242.000 barriles diarios, lo que supone casi el 25% de la producción total de Venezuela. Además, en el pasado ejercicio, el petróleo venezolano constituyó el 13% de las importaciones de las refinerías estadounidenses de la costa del golfo, proporcionando un tipo específico de crudo pesado que no se sustituye fácilmente por los productores nacionales estadounidenses.

Con estas cifras, parece claro que Chevron es crucial tanto para la seguridad energética de Estados Unidos como para la gran producción de petróleo venezolano que ahora controla Chevron, y que con su cancelación daría vía libre a China para seguir expandiendo su influencia en el hemisferio occidental.

«Estados Unidos debería estar preocupado», advierten los expertos consultados. Las recientes imágenes públicas de Xi Jinping y el presidente Maduro en el Desfile de la Victoria de 2025 en Moscú subrayan la fortaleza de los lazos entre Caracas y Pekín. Además, la deuda pendiente de Venezuela con China y las asociaciones existentes en materia de infraestructuras sitúan a Pekín en una posición fuerte para intervenir inmediatamente en caso de que Chevron se retire.

Aunque resulta tentador considerar la conexión entre China y Venezuela como una relación aislada entre dos estados socialistas, forma parte de una tendencia más amplia: China está consolidando agresivamente el control de recursos escasos, infraestructuras críticas y suministros energéticos en todo el mundo. «No hay más que ver la influencia que ejerce China en países como Nigeria y Pakistán. Permitir que Pekín haga lo mismo en el propio hemisferio estadounidense, especialmente con un producto tan vital como el petróleo, sería un regalo geopolítico y un error estratégico», advierten.

El restablecimiento de la licencia de Chevron debe considerarse parte de una estrategia diplomática en evolución, no un apaciguamiento. Funcionarios estadounidenses como Richard Grenell, en contraste con la política de Marco Rubio, han demostrado que es posible negociar con Venezuela al tiempo que se promueven los intereses estadounidenses: abriendo canales, asegurando vuelos de repatriación y discutiendo cuestiones de migración y seguridad fronteriza. «Negociar con Venezuela no es un acto de indulgencia ni una señal de debilidad, es una forma de ganar influencia y conservarla en el entorno estratégico más inmediato de Estados Unidos, que debe pensar en las implicaciones a largo plazo que tendría para su seguridad perder un punto de apoyo en Venezuela y que China lo ganara», inciden conocedores del sector.

La presencia de Chevron en Venezuela proporciona estabilidad regional, independencia energética y se lucha contra la influencia de China, y «el lobby cubanoamericano amenaza directamente a Estados Unidos al no ver esto. Chevron en Venezuela es un ancla estratégica para la seguridad actual y futura de Estados Unidos, no una concesión».

 La salida de la empresa del país daría vía libre a China para seguir expandiendo su influencia en el hemisferio occidental  

El pasado 20 de mayo Bloomberg informó de que Estados Unidos estaba dispuesto a renovar por 60 días la licencia de Chevron en Venezuela, ya que mantener la presencia de Chevron en Venezuela era «un deber de seguridad nacional y el Gobierno de EE UU debería hacer todo lo que pueda para restablecerla en su totalidad», informan fuentes del sector. Sin embargo, el senador republicano y secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio, lo desmintió públicamente a través de un mensaje en X, en el que afirmó que «la licencia petrolera pro-Maduro de Biden en Venezuela expirará como estaba previsto».

Y ahora esta licencia ha expirado, y esta decisión «es un ejemplo claro de cómo el senador Rubio y el lobby cubanoamericano distorsionan el enfoque estratégico, y terminan convirtiendo una oportunidad en un retroceso al no permitir la operación de Chevron en Venezuela», informan las mismas fuentes. «Lo que no entienden es que la continuidad de las operaciones de Chevron en Venezuela no tienen que ver con apaciguar al presidente venezolano, sino con garantizar que Estados Unidos no ceda un punto de apoyo estratégico crítico a su mayor rival geopolítico: China». Según ha podido saber este periódico, las negociaciones para restablecer la licencia de la empresa están en curso por «un interés nacional que puede y debe prevalecer».

Desde hace más de un siglo, Chevron está presente en el país hispanoamericano, que posee las mayores reservas probadas del mundo: 300.000 millones de barriles. En la actualidad, la empresa produce unos 242.000 barriles diarios, lo que supone casi el 25% de la producción total de Venezuela. Además, en el pasado ejercicio, el petróleo venezolano constituyó el 13% de las importaciones de las refinerías estadounidenses de la costa del golfo, proporcionando un tipo específico de crudo pesado que no se sustituye fácilmente por los productores nacionales estadounidenses.

Con estas cifras, parece claro que Chevron es crucial tanto para la seguridad energética de Estados Unidos como para la gran producción de petróleo venezolano que ahora controla Chevron, y que con su cancelación daría vía libre a China para seguir expandiendo su influencia en el hemisferio occidental.

«Estados Unidos debería estar preocupado», advierten los expertos consultados. Las recientes imágenes públicas de Xi Jinping y el presidente Maduro en el Desfile de la Victoria de 2025 en Moscú subrayan la fortaleza de los lazos entre Caracas y Pekín. Además, la deuda pendiente de Venezuela con China y las asociaciones existentes en materia de infraestructuras sitúan a Pekín en una posición fuerte para intervenir inmediatamente en caso de que Chevron se retire.

Aunque resulta tentador considerar la conexión entre China y Venezuela como una relación aislada entre dos estados socialistas, forma parte de una tendencia más amplia: China está consolidando agresivamente el control de recursos escasos, infraestructuras críticas y suministros energéticos en todo el mundo. «No hay más que ver la influencia que ejerce China en países como Nigeria y Pakistán. Permitir que Pekín haga lo mismo en el propio hemisferio estadounidense, especialmente con un producto tan vital como el petróleo, sería un regalo geopolítico y un error estratégico», advierten.

El restablecimiento de la licencia de Chevron debe considerarse parte de una estrategia diplomática en evolución, no un apaciguamiento. Funcionarios estadounidenses como Richard Grenell, en contraste con la política de Marco Rubio, han demostrado que es posible negociar con Venezuela al tiempo que se promueven los intereses estadounidenses: abriendo canales, asegurando vuelos de repatriación y discutiendo cuestiones de migración y seguridad fronteriza. «Negociar con Venezuela no es un acto de indulgencia ni una señal de debilidad, es una forma de ganar influencia y conservarla en el entorno estratégico más inmediato de Estados Unidos, que debe pensar en las implicaciones a largo plazo que tendría para su seguridad perder un punto de apoyo en Venezuela y que China lo ganara», inciden conocedores del sector.

La presencia de Chevron en Venezuela proporciona estabilidad regional, independencia energética y se lucha contra la influencia de China, y «el lobby cubanoamericano amenaza directamente a Estados Unidos al no ver esto. Chevron en Venezuela es un ancla estratégica para la seguridad actual y futura de Estados Unidos, no una concesión».

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