La paradoja del calor: no se echa mano del botiquín porque las horas de luz estimulan un mejor descanso

Aunque las vacaciones siguen siendo clave para reducir el estrés, factores como una mayor exposición de luz solar y el aumento de la vida social cobran un papel aún más importante en el bienestar Leer Aunque las vacaciones siguen siendo clave para reducir el estrés, factores como una mayor exposición de luz solar y el aumento de la vida social cobran un papel aún más importante en el bienestar Leer  

Desesperado, da vueltas de un lado a otro. Cuenta ovejas. Reproduce una meditación guiada que asegura que caerá frito en cinco minutos. Pero tras media hora, sin ningún resultado, se levanta y camina hasta la cocina para beber un vaso de agua fría. ¡Qué calor! Nada logra que concilie el sueño. En invierno, suele recurrir a una pastilla para poder descansar; en verano, lo sobrelleva.

Un informe de la consultora Iqviarevela que los españoles recurren menos a la medicación para dormir, pese a las olas de calor extremo. Además, esto sucede en todos los periodos de descanso, ya sea en temporada estival, Navidad o Semana Santa.

La razón principal no se debe a desconectar durante dos semanas del ritmo frenético de la oficina o de que el cuerpo se olvide de los madrugones; sino por la influencia de factores ambientales. «Una mayor cantidad de luz solar estimula la producción de hormonas relacionadas con el estado de ánimo, lo que contribuye a que las personas se sientan bien y duerman mejor», explica Eduardo Satué, vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Farmacia Clínica, Familiar y Comunitaria (Sefac).

A esto se suma el aumento de la vida social. En verano, cuando termina la jornada laboral, la gente siente que el día aún no ha terminado. La luz del sol se alarga hasta bien entrada la tarde e invita a salir, moverse y a que las calles se llenen de vida. «Facilita el contacto con otras personas y en una sociedad donde el aislamiento es cada vez más común, tiene un efecto positivo sobre la salud mental», añade.

Así que no, consumir menos fármacos para el estrés, no se debe única y exclusivamente a la condición de tener más tiempo libre. De hecho, tal y como detalla Satué, los patrones para coger vacaciones ya no son los mismos. «Antes era usual que las personas tomaran un mes entero, pero actualmente esta práctica ha cambiado».

«Ahora, la mayoría suele coger períodos más cortos, como dos semanas, lo que modifica el impacto que tienen en el descanso -matiza-. Aunque las vacaciones siguen siendo un factor importante para disminuir el estrés, el cambio en su duración hace que el factor ambiental y social (como la mayor luz y la vida social) tenga un peso más relevante».

image

En los tres períodos vacacionales -Navidad, Semana Santa y verano- se observa que, a mayor número de horas de sol, menor es el consumo de fármacos para la ansiedad y pastillas para la relajación. Según los datos de Iqvia para 2024, en la primera semana de enero, coincidiendo con la Navidad, se adquirieron 1.480.877 unidades de estos productos, incluyendo tanto benzodiacepinas prescritas como productos de venta libre como la melatonina. En Semana Santa, la cifra fue de 1.514.692 unidades, y en la segunda semana de agosto, 1.340.900.

Otro de los factores que influyen es la cabezadita después de comer. En verano, la siesta ayuda a que las personas recuperen parte del descanso perdido por acostarse más tarde o dormir menos horas por la noche, lo que reduce la sensación de fatiga, irritabilidad o nerviosismo.

«Una siesta bien ejecutada es la que no excede de media hora«, aconseja Satué. Este descanso breve ayuda a reponer energías sin afectar el sueño nocturno. En este sentido, advierte que «el problema de las siestas veraniegas largas es que luego afectan a la hora de dormir«, por lo que conviene evitar que se prolonguen demasiado o que se hagan a última hora de la tarde para mantener una buena higiene del sueño.

Las benzodiacepinas son los medicamentos que se recetan cuando no se puede conciliar el sueño. Una de las más resonadas es el diazepam. «Es un producto químico sintetizado que actúa estimulando ciertos receptores específicos en el cerebro relacionados con el sueño. En esencia, es una sustancia extraña para el cuerpo», explica el vocal de Sefac.

Dentro de esta familia de fármacos, coloquialmente conocidos como «benzos», se encuentran los fármacos que terminan en «-zepam». Entre los más utilizados están: diazepam, recetado para tratar la ansiedad, espasmos musculares y convulsiones; lorazepam, muy común en el tratamiento de la ansiedad y el insomnio; clonazepam, indicado para crisis epilépticas, trastornos de pánico y ansiedad; y bromazepam, que se prescribe sobre todo en casos de ansiedad relacionada con episodios de estrés agudo.

image

«Todos ellos, que además tienen efectos hipnóticos, deben emplearse de la forma más limitada posible», advierte el experto. A largo plazo, las pastillas pueden perder eficacia debido al desarrollo de tolerancia y generar dependencia. «Por eso, cuanto menos se utilicen, mejor«, subraya.

Una de las soluciones que no generan adición son los inductores de sueño y tranquilizantes de dispensación libres. «Hay otros tratamientos que son más suaves, que no necesitan prescripción y que pueden ayudar también, como es el uso de la melatonina y ciertas plantas medicinales como valeriana, lúpulo y melisa«, expone.

La melatonina es una hormona natural producida por el cuerpo, principalmente en la glándula pineal, que regula el ciclo sueño-vigilia. Satué la recomienda especialmente para mujeres en la etapa de la menopausia, ya que, según los últimos estudios, su producción disminuye de forma significativa durante esta fase.

El no poder dormir es un obstáculo de fondo. Y las «benzos» son un tratamiento sintomático que no soluciona el problema de raíz. «Es fundamental identificar y abordar las causas subyacentes para un tratamiento efectivo y duradero», previene.

Ante todo, si hay ya un tratamiento pautado por el médico, no hay que dejar las pastillas de forma repentina. «Las benzodiacepinas pueden producir un síndrome de retirada, efecto rebote, y si se abandonan de forma brusca tras haberlas estado utilizando durante varios días o semanas, produce síntomas contrarios: ansiedad, nerviosismo, insomnio y posibilidad de convulsiones en casos graves», indica Pablo Caballero, farmacéutico del área de Divulgación Científica del Consejo General de COF. «Es importante respetar las condiciones de administración recomendadas por un profesional sanitario«.

 Salud // elmundo

Más Noticias