La pandemia de Covid aceleró el envejecimiento del cerebro, incluso sin contagio infeccioso

Más allá del rastro que el virus dejó en el organismo, un estudio pone el foco en el impacto de los confinamientos y la situación de incertidumbre y estrés Leer Más allá del rastro que el virus dejó en el organismo, un estudio pone el foco en el impacto de los confinamientos y la situación de incertidumbre y estrés Leer  

Hace un lustro se registraban 971 casos de covid que se sumaban al total de 267.551 infecciones en nuestro país en aquella fecha. Tan solo hacía un mes que había terminado el primer estado de alarma que nos confinó para evitar la expansión del virus. Entonces, se trataba de vislumbrar cuál sería el impacto del virus más allá del organismo.

Desde entonces, se ha vigilado el rastro que deja la infección por el organismo, agrupado en la enfermedad de Covid persistente (síntomas). Incluso en el cerebro, cómo la infección ha enlentecido su funcionamiento.

Si en 2020 pensábamos que los confinamientos pasarían factura, ahora un estudio se encarga de apuntar que todo aquello aceleró el envejecimiento de nuestro cerebro. Sobre todo, en hombres y personas mayores, como recoge el trabajo de un equipo de investigadores de la Universidad de Nottingham que ha visto la luz en Nature Communications.

No se trata solo de los cambios que el proceso infeccioso pudo infligir en las conexiones neuronales, cuyo signo más claro es la «niebla mental», sino del «impacto de las circunstancias que rodearon lo que es un el estrés de una pandemia», manifiesta Guillermo García Ribas, miembro de la Sociedad Española de Neurología (SEN), a la hora de valorar este trabajo.

Las investigaciones anteriores han demostrado la existencia de vínculos entre la infección por coronavirus y las firmas moleculares del envejecimiento cerebral y el deterioro cognitivo. Incluso se llegó a registrar un descenso en la esperanza de vida: una investigación publicada en 2002 en Nature Human Behaviour, que analizó este fenómeno con los datos de 29 países entre 2015 y 2021. Por ejemplo, en España se llegó a perder unos 7,4 meses, que ya ha recuperado.

Sin embargo, aún no se ha determinado cómo la pandemia en sí misma (independientemente del estado de infección) y el SARS-CoV-2 han impactado en el envejecimiento cerebral de la población general. Por ello, Mohammadi-Nejad asegura, a través de una nota, que lo que más le sorprendió fue que «incluso las personas que no habían tenido covid mostraron un aumento significativo en las tasas de envejecimiento cerebral. Esto realmente demuestra hasta qué punto la experiencia de la pandemia en sí misma, desde el aislamiento hasta la incertidumbre, puede haber afectado a nuestra salud cerebral«.

García Ribas subraya aquí la importancia de la socialización y hace hincapié en que «se deben controlar los factores de riesgo vascular del entorno. Al tiempo, que un cambio dramático en la vida de las personas con una clara alteración de sus rutinas tiene un claro efecto en la salud cerebral. Se vivieron situaciones de mucho estrés, hubo mucho aislamiento y casi no hubo espacio para las actividades físicas«.

Con el fin cartografiar el envejecimiento cerebral, Ali-Reza Mohammadi-Nejad, Stamatios Sotiropoulos, Dorothee Auer y su equipo empleó modelos de aprendizaje automático, entrenados con escáneres cerebrales del Biobanco del Reino Unido de 15.334 participantes sanos, para medir la diferencia entre la edad cerebral prevista de un individuo y su edad real, conocida como la brecha de edad cerebral.

Después, este modelo se utilizó para analizar dos resonancias magnéticas cerebrales de 996 participantes sanos, tomadas con al menos dos años de diferencia. En el grupo de control (564 personas), ambas resonancias se realizaron antes de la pandemia, mientras que en el grupo «pandémico» (432 personas), una resonancia se realizó antes y la otra después del inicio de la pandemia.

Los autores hallaron que, en la segunda exploración, realizada casi tres años después, los cerebros de los participantes del grupo «pandemia» habían envejecido una media de 5,5 meses más rápido que los del grupo de control. Se observó un envejecimiento cerebral acelerado durante el periodo de la pandemia, independientemente de si los participantes habían sido infectados; sin embargo, la infección por SARS-CoV-2 se relacionó con un aumento de la tasa de aceleración a medida que aumentaba la edad de los participantes.

También se observó que este efecto de envejecimiento cerebral era mayor en los hombres y en las personas que sufrían desventajas socioeconómicas, como la falta de empleo, bajos niveles de ingresos, mala salud y niveles de educación más bajos.

Además, los investigadores midieron el rendimiento cognitivo de los participantes mediante 10 pruebas cognitivas realizadas en el momento de ambas exploraciones. Descubrieron que el envejecimiento cerebral acelerado se asociaba con un deterioro del rendimiento cognitivo, especialmente en pruebas como la flexibilidad mental y la velocidad de procesamiento, únicamente entre los infectados por el SARS-CoV-2, en contraposición al grupo más amplio de la pandemia.

García Ribas pone el acento en que «no solo los fatores internos provocan alteraciones neurológicas, el entorno también es un factor de riesgo para tener en cuenta. Y debemos vigilarlo bien». Mohammadi-Nejad detalla que «lo que más me sorprendió fue que incluso las personas que no habían tenido covid mostraron un aumento significativo en las tasas de envejecimiento cerebral. Esto realmente demuestra hasta qué punto la experiencia de la pandemia en sí misma, desde el aislamiento hasta la incertidumbre, puede haber afectado a nuestra salud cerebral».

«Este estudio nos recuerda que la salud cerebral no solo depende de las enfermedades, sino también de nuestro entorno cotidiano», afirma Dorothee Auer, profesora de Neuroimagen y autora principal del estudio, en un comunicado de la universidad. «La pandemia ha supuesto una carga para la vida de las personas, especialmente para aquellas que ya se encontraban en situación de desventaja. Aún no podemos comprobar si los cambios que hemos observado se revertirán, pero sin duda es posible, y eso es alentador».

Desde Science Media Center UK, dos expertos de la Universidad de Oxford también valoran el trabajo y apuntan algunas dudas sobre la metodología. «El tiempo entre exploraciones fue mucho más corto en las personas exploradas antes y después de la pandemia, en comparación con las que se sometieron a ambas exploraciones antes de la pandemia. Por lo tanto, no sabemos si el envejecimiento cerebral se habría recuperado si hubiera transcurrido más tiempo», cuenta Masud Husain, profesor de Neurología y Neurociencia Cognitiva.

Sobre este punto, la reversibilidad de los efectos el neurólogo español esgrime que «habría que esperar un poco más para ver si la recuperación de las actividades normales palía los cambios bruscos que se dieron hace cinco años».

También siembra la duda de si los asintomáticos fueron tratados como no infecciosos. «Un análisis del Institute for Health Metrics and Evaluation estimó que más del 90% de la población del Reino Unido podría haber estado infectada a finales de 2022, lo que significa que muchos participantes clasificados como «no infectados» podrían haber tenido casos asintomáticos o no documentados. Esto plantea la posibilidad de que la exposición viral haya desempeñado un papel más central en los resultados del estudio de lo que se supone», cuenta Maxime Taquet, profesor asociado en el Departamento de Psiquiatría, como recoge SMC UK.

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