La historia de Dani Rodríguez, el ejemplo de la perseverancia

“De pequeño, lo llamábamos Krillin porque siempre iba rapado y por los lunares que tiene”, recuerdan Geli y Juca, dos amigos que tienen cuatro años más y que jugaron con Dani en el equipo de su pueblo y en la plaza donde se pasaron muchísimas horas por las tardes jugando dos contra dos, además de muchos torneos con los niños de Betanzos. Aunque el primer deporte que practicó el futbolista fue el taekwondo a los seis años en el club Kwon. “Era muy bueno porque tenía mucha elasticidad. Me ponían dos sillas y podía hacer el espagat”, rememora Dani desde la ciudad deportiva Antonio Asensio. “De pequeño, lo llamábamos Krillin porque siempre iba rapado y por los lunares que tiene”, recuerdan Geli y Juca, dos amigos que tienen cuatro años más y que jugaron con Dani en el equipo de su pueblo y en la plaza donde se pasaron muchísimas horas por las tardes jugando dos contra dos, además de muchos torneos con los niños de Betanzos. Aunque el primer deporte que practicó el futbolista fue el taekwondo a los seis años en el club Kwon. “Era muy bueno porque tenía mucha elasticidad. Me ponían dos sillas y podía hacer el espagat”, rememora Dani desde la ciudad deportiva Antonio Asensio.  

“De pequeño, lo llamábamos Krillin porque siempre iba rapado y por los lunares que tiene”, recuerdan Geli y Juca, dos amigos que tienen cuatro años más y que jugaron con Dani en el equipo de su pueblo y en la plaza donde se pasaron muchísimas horas por las tardes jugando dos contra dos, además de muchos torneos con los niños de Betanzos. Aunque el primer deporte que practicó el futbolista fue el taekwondo a los seis años en el club Kwon. “Era muy bueno porque tenía mucha elasticidad. Me ponían dos sillas y podía hacer el espagat”, rememora Dani desde la ciudad deportiva Antonio Asensio.

Rodríguez se pasaba todo el día pegado a un balón, las 24 horas del día, los siete días de la semana. “Mi maestro de taekwondo me dijo que, si se me daba bien el fútbol, lo debía practicar porque la vida me iría mejor que como taekwondista. Una de mis obsesiones era entrenar en el campo del Carregal, pero no podía porque no tenía ocho años. Mi padre fue a preguntar, me dejaron entrenar con ellos, pero no jugar los partidos”.

Dani Rodríguez
Dani Rodríguez, segundo a la derecha en la fila inferior / –

Cuando llegó a la edad mínima comenzó en los benjamines del Betanzos, que dirigía Óscar Gilsanz, ex entrenador del Deportivo de la Coruña. “Nos enseñó muchísimo a colocarnos en un campo y me enamoré completamente del fútbol”, recuerda Dani. El siguiente año, Óscar entrenó a los infantiles y, aunque él era tres o cuatro años más pequeño, quería que jugara en su equipo. “Le pedí permiso a sus padres y aceptaron. Técnicamente era el mejor, entrenaba para ser futbolista profesional. Y compitió contra chicos que le doblaban en peso”, asegura el preparador blanquiazul.

“Su madre nos pedía que cuidáramos al niño. Le daban mucho y nosotros lo protegíamos”, afirman sus amigos y compañeros en el Betanzos. “Alguno tenía trece años y yo tenía nueve. Hasta los quince siempre fui el más pequeño de la clase y del equipo”, señala Dani.

Dani Rodríguez (fila inferior en el centro) con los infantiles del Betanzos C.F.
Dani Rodríguez (fila inferior en el centro) con los infantiles del Betanzos C.F. / –

Cuando Rodríguez llegó al infantil, Juca le hizo una promesa: “Le dije que, si marcaba quince goles durante la temporada, le regalaba mi colección de 500 canicas. Y me acuerdo perfectamente cuándo llegó a esa cifra y, en vez de celebrarlo, vino a decirme ‘mis canicas. Quiero mis canicas”’. “Mi madre me dijo que no las cogiera, pero le contesté que una apuesta es una apuesta. Era un poco picón de pequeño”, cuenta el tigre de Betanzos de forma distendida.

Un día, entrenando táctica con sus amigos, Dani le confesó a Geli que se iba al Deportivo, que le respondió: “El día que juegues en el Camp Nou iré a verte. Diez días antes del partido con el Mallorca me escribió un mensaje: ‘Yo voy a cumplir mi promesa, ahora te toca a ti’. Lógicamente, fui”.

Dani Rodríguez en su debut en el Camp Nou con el Real Mallorca
Dani Rodríguez en su debut en el Camp Nou con el Real Mallorca / Albert Gea

Rodríguez tuvo un detalle especial con él: “Le regalé mi camiseta. Es un símbolo de todos los años soñando en la plaza mientras jugábamos a fútbol”.

En el Deportivo de la Coruña se encontró con Fran Varela, preparador físico del Juvenil A, y que poco tiempo después fue su profesor de Educación Física en el colegio. “Lo pongo de ejemplo en las charlas. Ha picado piedra durante toda su carrera. Me acuerdo perfectamente de que en los días malos era siempre el que más corría”, explica entre las paredes del antiguo colegio de Dani.

En ese colegio conoció a Santi y Chema con dieciséis años, dos de sus mejores amigos. “Tenía un comportamiento ejemplar en clase, era un personaje en el buen sentido. En el recreo nunca jugaba al fútbol con nosotros, siempre quería estar preparado para el Depor”, cuenta Santi.

“No me quería hacer daño porque sabía que si jugaba iba a dar el máximo y me podía pasar cualquier cosa y me cuidaba muchísimo”, explica Rodríguez.

Cuando acabó su etapa en el Juvenil existían dos posibilidades: subir al filial o salir cedido. En su caso, buscaron una cesión. Había varias opciones en algunos clubes de Tercera, unos que pelearían por ascender y otros por la permanencia. Le llegó la oferta del Betanzos, así que no se lo pensó dos veces. “Quería jugar lo máximo posible. Podía estudiar por las mañanas y entrenar por las noches mientras vivía en casa de mis padres. Recuerdo que entrenábamos desde las nueve a las once de la noche. Había personas que llegaban después de trabajar todo el día y me di cuenta allí de la importancia de entrenar como un animal cada día y se me quedó grabado para siempre”.

Betanzos
El estadio municipal del primer equipo de Betanzos / Íñigo Vega

Volvió al Deportivo B, incluso debutó con el primer equipo en la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey ante el Sevilla. Pasaron los hispalenses, pero Dani jugó sus primeros minutos en la élite del fútbol español sustituyendo a Juan Rodríguez, que también pasó por el Mallorca. “Juegas con el primer equipo y te ves capaz de dar el salto al primer equipo, que encima baja a Segunda División, y pensé que tal vez es mi momento para demostrar que llevo once años en el club, pero sentí que me dieron una patada fríamente. Me dijeron esta frase: ‘Muchas gracias por estos años, que tengas mucha suerte’. Solo me dijeron esto”.

“Desde ese día entré en un agujero. Salí de la oficina como de una nube negra. ¿Y ahora qué?, pensaba. Hablé con mi antigua agencia de representación pidiéndoles que quería renovar de cualquiera de las formas, aun saliendo cedido, pero no se dio”.

Salió de Galicia y fichó por el Conquense, donde vivió un calvario. “Estuvimos seis meses sin cobrar, fuera de casa y, a nivel deportivo, descendimos. Al acabar, pensé: me pongo a estudiar. En ese momento aparecieron personas que te hacen pensar de otra forma como Aira y Juánkar y te hacen ver que puedes volver a engancharte al fútbol. Fiché por el Racing de Ferrol, que estaba en Tercera División, pero era un muy buen proyecto. Durante todo el tiempo hablo mucho con Aira sobre la vida y sobre aspectos mentales. Tenía muchas dudas en esa etapa. Había entrenamientos que no me apetecía salir al campo porque tenía la sensación de fracaso dentro de mí y también por lo que pudieran pensar de mí. En mi juventud lo sacrifiqué todo por el fútbol: nunca bebí alcohol y en mi mano siempre tenía una botella de agua. Me decían ‘bebe, que no vas a llegar a ningún lado’. Aira me convencía de que aún era joven y que tenía que estar tranquilo. Ascender a 2ªB fue una liberación para mí. Al año siguiente disputamos la promoción para subir a Segunda, pero no lo conseguimos”.

Después de tres años en Ferrol, da un salto más en su carrera y se marcha al Racing de Santander. “Firmé dos contratos: uno por si se salvaban en Segunda y otro por si descendían, finalmente bajaron. Mi primer año allí es muy bueno, pero al siguiente viene un entrenador que no me quiere y decido salir al lugar de Aira, que estaba en el Albacete, para sentirme como en casa. Esta decisión me cambia la vida, aunque seguía en Segunda B. Y ascendimos. Gracias a él pude continuar en el Albacete porque la dirección deportiva no quiso que siguiera”.

Juka, Óscar Gil Sanz, Geli y Arume
Juca, Óscar Gilsanz, Geli y Arume, personas importantes en la carrera de Dani Rodríguez / Íñigo Vega

En su debut en el fútbol profesional marca seis goles y atrae la atención de varios clubes. Pero el Mallorca, que en ese momento estaba en Segunda División B, se adelanta a todos. “En enero, Maheta Molango y Javi Recio vinieron a Albacete a hablar conmigo y me presentaron el proyecto. Unas semanas después me llamaron preocupándose por mí sin meterme presión. Más o menos en ese momento hablo con Rodrigo Lovelle, que es mi representante, y le digo que ‘es verdad que están en Segunda B, pero tengo que ir al lugar que me quieren’. Es el único equipo que me quiere de verdad y que está allí porque me lo demuestran. A final de temporada recibo cinco o seis ofertas más, pero estaba feliz con la decisión que tomé. Sentí paz interior. Me guie porque ellos me querían y venía de lugares donde me echaban, cuando alguien te desea así, dices ‘joder, qué guay que me valoren así’. Sentí que todo lo que tengo, se lo voy a dar”, narra.

Llegó en verano de 2018 y desde entonces ha vivido dos ascensos, un descenso, cuatro permanencias y una final de Copa del Rey. Como mínimo, el curso 25-26 seguirá representando al club bermellón y eso que ha tenido ofertas económicas mejores. “Muchas veces cuando hablo con Alfonso Díaz, CEO de Negocio, y Pablo Ortells, CEO deportivo, les pido que me dejen seguir porque tengo la fuerza de continuar y el deseo de devolverle al club todo lo que me ha dado. El dinero es importante y te ayuda mucho, pero no es definitivo. Si no, otros años me habría ido porque tuve la oportunidad. El sentimiento que tengo con la entidad es más grande que irme a cualquier otro sitio”, señala.

En su primera temporada como bermellón consiguió ascender a Primera División después de ganarle la promoción de ascenso al Deportivo y de remontar la derrota por 2-0 en la ida en Riazor. “Se nos va a quedar en la memoria a todos para siempre. Después de perder teníamos la sensación de que el resultado había sido injusto con nosotros. Al llegar la noche de San Juan, en el vestuario había un ambiente de ‘vamos a joderles la noche’. Al marcar el primer gol estábamos excitados y ellos, desencajados. Siempre voy a recordar el partido”, asegura.

La segunda noche que nunca olvidará fue la final de la Copa del Rey de La Cartuja y eso, que casi no llega a jugarla. “Tres semanas antes me corto un dedo del pie. Era en un día libre y para distraerme un poco, empiezo a ordenar el armario. Tengo un asiento en medio del armario que por debajo tiene un embellecedor metálico donde te puedes sentar para ponerte los zapatos. Me siento allí y, en vez de agacharme para moverlo, lo hago directamente con el pie y se me mete debajo del metal y me tuvieron que poner tres puntos en el pie. No quise que nadie se enterara porque no me quería perder esto. Entrenaba con puntos y me molestaba muchísimo. También, en un córner en un entreno doce días antes, siento una rotura y pensé: ‘Ya está, adiós a la final’. Llamo rápidamente a Josito, que es mi gurú y osteópata y le dije que me había roto. Me explicó que debía hacer 24 horas de ayuno y lo hago. Al día siguiente voy a A Coruña y fui a andar y correr por la playa. No entrené en toda la semana y dos días antes de la final entreno y Javier Aguirre me pone de titular en la final”. Y consigue marcar el único gol del Mallorca.

“Tengo un sentimiento encontrado porque no conseguimos levantar la Copa, pero viví algo tan bonito y especial como marcar en una final, que ahora con la perspectiva del tiempo, tengo un recuerdo bonito”.

“Estábamos al otro lado del campo, al marcar él, se cayó todo el mundo encima. Me quedé sin voz, todos gritábamos y chillábamos. Recuerdo cómo reventaron sus amigos Juan Carlos, Chema y Geli. Al día siguiente tenía moratones en los brazos por la celebración del gol. Fue un desastre increíble. Qué barbaridad. Se me pone la piel de gallina al recordarlo”, cuenta Santi.

“Tengo un sentimiento encontrado porque no conseguimos levantar la Copa, pero viví algo tan bonito y especial como marcar en una final, que ahora con la perspectiva del tiempo, tengo un recuerdo bonito. Tras perder, sentí una tristeza absoluta. Llegué al hotel y estaba de bajón y jodido. Ahora recuerdo el momento de los besos, de los gritos, de que me gritaban te quiero, vi a gente emocionada que se les saltaba las lágrimas, el ruido de nuestra gente, que, aunque fuéramos un 30% de la afición del estadio, se les escuchó como si fueran la mayoría… Sueño muchas veces con ese momento, pero en plan bien y positivo. Quizás fue el momento más mágico de mi carrera”.

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Dani Rodríguez durante la final de Copa del Rey / –

Geli siente admiración por cómo sus amigos están criando a sus niños. “Mi mujer está embarazada de gemelos. Ojalá podamos darles los mismos valores y la misma educación que Cris y Dani a sus tres hijos”. En la misma línea, se mostró Santi: “Tienen una relación fantástica y envidiable. A Dani le ha tocado la lotería con Cris y a ella con él, tienen unos niños increíbles”.

Dani siempre estará agradecido a la educación que le dieron sus padres. “Me enseñaron a trabajar y a ser humilde. Con cada uno de nuestros lo intentamos. El mayor es todo corazón, el mediano me reta y es del Madrid. Va al colegio con la mochila del Madrid y yo le digo que se van a meter contigo porque tu padre juega en el Mallorca y me contesta que le da igual porque el equipo blanco siempre gana ‘qué me van a decir’, responde. Y la pequeña, es la más lista”, apunta.

“Una cosa que hacemos Cris y yo es que cada vez que salimos a comer o a cenar con nuestros hijos nunca llevamos ni móviles ni tablets. Estamos pendientes de ellos, aunque lo más fácil sea darles una pantalla para que estén tranquilos. No queremos eso, sino que se sepan comportar y creo que lo estamos logrando”.

Dani Rodríguez junto a su familia en Son Moix
Dani Rodríguez junto a su familia en Son Moix / –

Para Dani, el amor es “el sentimiento más importante que debe tener una persona por los suyos. Es de compromiso y de saber que nunca le vas a fallar. Con mi mujer siento la fidelidad de compartir la vida, de elegirnos entre millones de personas y de que sepa que me tiene para siempre. Y con mis hijos que tengan la certeza que siempre estaremos allí, aunque seamos exigentes”.

El momento más feliz en la vida de Dani fue el nacimiento de sus hijos y, al ver el primer parto, cambió su percepción sobre Cris. “Me dio todavía más respeto hacia ella de lo que tenía antes. La primera vez que tuve a mi hijo mayor entre los brazos sentí una admiración total y absoluta hacia ella porque la vi al límite para traer una vida y lo intento corresponder demostrándole que estoy aquí para lo que necesite y que nunca le fallaré”.

 Diario de Mallorca – Deportes

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