La exposición a largos periodos de calor aumenta más de dos años el «envejecimiento biológico»

Los científicos buscan pistas en los cambios genéticos de procesos concretos del ADN que abren la brecha entre la edad biológica y la cronológica en poblaciones sometidas a periodos de estrés térmico Leer Los científicos buscan pistas en los cambios genéticos de procesos concretos del ADN que abren la brecha entre la edad biológica y la cronológica en poblaciones sometidas a periodos de estrés térmico Leer  

El exceso de calor nos envejece. Y no solo porque la huella más visible del sol son los daños en una piel ajada, sino porque en interior del cuerpo el estrés térmico también deja secuelas. Sí, cuando nuestro organismo se ve forzado de forma sistemática a poner en marcha mecanismos contra la subida del mercurio, las células se resienten.

Al menos eso es lo que diversos estudios científicos aseguran que ocurre. ¿Cómo se sabe que vamos a sumar años de vida por cada ola de calor que superamos? Los investigadores echan mano de los «relojes epigenéticos» para medir las marcas con las que se modifica el ADN (o que modifican las histonas, unas proteínas que intervienen en la compactación y organización del genoma alrededor de las cuales se enrolla el ADN), lo que se conoce como epigenoma, se van acumulando conforme envejecemos.

Una investigación publicada en Enviroment Internacional hace dos años fue el primero en emplear las pistas epigenéticas para buscar el impacto del ascenso del mercurio. El equipo de investigadores del Instituto de Epidemiología, Centro Helmholtz de Múnich-Centro Alemán de Investigación para la Salud Ambiental aseguraba abrir camino «al ser el primer estudio sobre los efectos de la temperatura del aire en la aceleración de la edad epigenética«.

Entre las conclusiones destacaban cómo esta nueva vía fisiopatológica «podría ser un paso importante en la prevención de los efectos del calor sobre la salud, especialmente para los subgrupos de población susceptibles, sobre todo si se tiene en cuenta el aumento previsto del número de días calurosos y de olas de calor más intensas en tiempos de cambio climático».

Esa senda ha sido continuada por un equipo de la Universidad del Sur de California, que publicó en Science Advances a principios de año cómo influía el calor extremo en la edad biológica en determinados grupos de población de EEUU. Para ello, emplearon muestras de sangre de más de 3.600 personas con una edad media de 68 años recogidas entre 2010 y 2016.

El equipo comparó las tendencias de envejecimiento epigenético con los días de calor extremo en los lugares de residencia de los participantes. Conclusión: la suma de más días de calor o exposición a altas temperaturas a largo plazo (durante una horquilla de uno a seis años) elevaba la edad biológica más de dos años.

Lars Velten, investigador del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona, desgrana para EL MUNDO cómo estos trabajos tratan de responder a «si vivir en un entorno cálido nos hace envejecer más rápido». Para ello, lo primero que hicieron fue medir la «edad biológica», que puede ser diferente de la «cronológica». La segunda cuenta los días transcurridos desde el nacimiento, mientras que la primera «intenta medir cuánto han envejecido nuestras células y tejidos, lo cual es un proceso complejo que es difícil de expresar en una sola cifra, pero una forma de pensar en la edad biológica sería decir que intenta estimar cuántos días nos quedan hasta nuestra muerte».

Ambos trabajos usaron «relojes epigenéticos» basados en la metilación del ADN. «Este proceso es una modificación química del ADN que se establece en las primeras etapas de nuestra vida y no se mantiene demasiado bien: el código de metilación del ADN se deteriora durante la vida a un ritmo sorprendentemente constante. Los relojes epigenéticos aprovechan este proceso para estimar la edad biológica. Están relativamente bien correlacionados con el tiempo hasta la muerte, pero no se comprende en detalle cómo funcionan exactamente», desarrolla Velten. Mediante este proceso, descubrieron que la exposición al calor aumenta el «envejecimiento biológico».

Por un lado, «esto no es muy sorprendente, ya se sabía que el calor reduce la esperanza de vida», asegura. Para el investigador del CGR tampoco «es demasiado alarmante». Y para justificar la respuesta se vale de las cifras de las esperanzas de vida en Europa: muy similares en España, Italia, Noruega y Suecia. «Lo que sugiere que hay multitud de factores que influyen en el envejecimiento y que el calor solo desempeña un papel muy secundario», argumenta. Sin embargo, Velten resalta de estos trabajos que «este proceso también se refleja en los relojes epigenéticos, lo que sugiere que las herramientas basadas en la metilación del ADN son una herramienta poderosa para predecir la edad biológica y estimar la esperanza de vida».

En este sentido, Manuel Collado, investigador científico del CNB-CSIC en el CiMUS de la Universidad de Santiago de Compostela (IDIS) también mostraba cierto recelo, como recoge SMC, en respuesta al trabajo de Science Advances. Su argumento se basa en la proliferación de artículos científicos que aprovechan el desarrollo reciente de los denominados ‘relojes epigenéticos’ para tratar de establecer el efecto sobre la velocidad del envejecimiento de múltiples factores. «De hecho, está muy en discusión si estos relojes epigenéticos realmente reflejan de manera fiel el envejecimiento biológico, como muchos sostienen. Los más escépticos aseguran que los resultados de estos estudios se sesgan seleccionando el reloj o el análisis informático que mejor se adapta a las expectativas de los investigadores», apunta.

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