España crece, pero los ciudadanos no lo sienten. Esta es la paradoja que atraviesa la economía nacional en la segunda mitad de la década. Mientras los datos macroeconómicos dibujan una de las trayectorias más sólidas de la Unión Europea tras la pandemia, la realidad cotidiana de muchas familias sigue marcada por la precariedad, el encarecimiento de la vida y una creciente presión fiscal.
Desde 2021, España ha encadenado cuatro años de crecimiento robusto: 6,7 %, 6,2 %, 2,7 % y 2,9 %, superando holgadamente a gigantes como Francia y Alemania. Tres motores explican esta inercia: la recuperación del turismo, la llegada de inmigrantes que han revitalizado el mercado laboral y la inyección de fondos europeos. Todo parecía alinearse para un nuevo ciclo de prosperidad.
Y, sin embargo, algo no encaja.
Los datos de empleo han mejorado —el paro ha bajado del 16 % al 11,4 % en apenas tres años—, pero España sigue liderando las listas europeas de desempleo. Y los nuevos empleos no siempre significan estabilidad: muchos se concentran en sectores con salarios bajos, como la hostelería, donde el sueldo medio no alcanza los 20.000 euros anuales.
A esto se suma una realidad aún más difícil de digerir para los ciudadanos: la inflación postpandemia ha erosionado su poder adquisitivo, sobre todo en los hogares con rentas más bajas. Comprar, alquilar, ahorrar o simplemente llegar a fin de mes se ha vuelto una tarea cuesta arriba para buena parte de la población. El índice de Gini sigue reflejando altos niveles de desigualdad, y los jóvenes enfrentan serias dificultades para acceder a una vivienda.
En mayo de 2025, Funcas tomó el pulso a esta desconexión a través de una encuesta a 1.200 personas. La conclusión fue clara: la percepción social no acompaña a los titulares optimistas. Un 34 % de los encuestados afirma que la situación económica de su hogar ha empeorado desde 2019, frente a solo un 22 % que la ve mejor. Y cuando se trata de valorar la economía del país, el pesimismo se intensifica: más de la mitad cree que está peor que antes de la pandemia.
Más inflación, más impuestos y menores salarios
Quienes dicen estar mejor lo atribuyen sobre todo a factores personales —un ascenso, un nuevo empleo, la jubilación—. En cambio, quienes sienten que están peor apuntan directamente al alza de precios (85 %) y a los impuestos (42 %). El mensaje es nítido: el malestar se asienta sobre un triángulo compuesto por inflación, fiscalidad y estancamiento salarial.
La polarización política también juega su papel. Las personas situadas ideológicamente a la derecha tienen percepciones más negativas tanto sobre su situación personal como sobre la del país, mientras que en la izquierda las opiniones están más divididas, con incluso un cierto optimismo en el centro-izquierda. Pero hay un punto de encuentro transversal: el 90 % de los encuestados afirma que los salarios han perdido poder adquisitivo. No importa el partido, la edad o el nivel de estudios: todos sienten que el dinero vale menos.
Detrás de esta sensación hay cifras contundentes. Entre 2019 y 2024, la recaudación por IRPF e IVA creció en 62.300 millones de euros. Solo el IRPF representa más de la mitad de ese incremento. La carga fiscal por IVA aumentó en 450 euros por hogar desde 2021. Y la renta neta real de los hogares, lejos de subir, es hoy un 4,3 % inferior a la de 2008. En resumen, los hogares pagan más y tienen menos.
Los impuestos no explican por sí solos la insatisfacción, pero sí la agravan. El 60 % de quienes creen que su situación ha empeorado lo achacan primero a los precios, pero inmediatamente después a los impuestos. La percepción de que se paga más por menos se consolida, especialmente entre las rentas medias y bajas.
El informe también revela un perfil claro del malestar económico: personas entre 45 y 55 años, con estudios básicos, que trabajan y tienen niños a su cargo. Para ellos, el discurso del crecimiento choca frontalmente con la realidad de su día a día.
Un 34 % de los españoles afirma que la situación económica de su hogar ha empeorado desde 2019, frente a solo un 22 % que la ve mejor. Y cuando se trata de valorar la economía del país, el pesimismo se intensifica: más de la mitad cree que está peor que antes de la pandemia, según Funcas
España crece, pero los ciudadanos no lo sienten. Esta es la paradoja que atraviesa la economía nacional en la segunda mitad de la década. Mientras los datos macroeconómicos dibujan una de las trayectorias más sólidas de la Unión Europea tras la pandemia, la realidad cotidiana de muchas familias sigue marcada por la precariedad, el encarecimiento de la vida y una creciente presión fiscal.
Desde 2021, España ha encadenado cuatro años de crecimiento robusto: 6,7 %, 6,2 %, 2,7 % y 2,9 %, superando holgadamente a gigantes como Francia y Alemania. Tres motores explican esta inercia: la recuperación del turismo, la llegada de inmigrantes que han revitalizado el mercado laboral y la inyección de fondos europeos. Todo parecía alinearse para un nuevo ciclo de prosperidad.
Y, sin embargo, algo no encaja.
Los datos de empleo han mejorado —el paro ha bajado del 16 % al 11,4 % en apenas tres años—, pero España sigue liderando las listas europeas de desempleo. Y los nuevos empleos no siempre significan estabilidad: muchos se concentran en sectores con salarios bajos, como la hostelería, donde el sueldo medio no alcanza los 20.000 euros anuales.
A esto se suma una realidad aún más difícil de digerir para los ciudadanos: la inflación postpandemia ha erosionado su poder adquisitivo, sobre todo en los hogares con rentas más bajas. Comprar, alquilar, ahorrar o simplemente llegar a fin de mes se ha vuelto una tarea cuesta arriba para buena parte de la población. El índice de Gini sigue reflejando altos niveles de desigualdad, y los jóvenes enfrentan serias dificultades para acceder a una vivienda.
En mayo de 2025, Funcas tomó el pulso a esta desconexión a través de una encuesta a 1.200 personas. La conclusión fue clara: la percepción social no acompaña a los titulares optimistas. Un 34 % de los encuestados afirma que la situación económica de su hogar ha empeorado desde 2019, frente a solo un 22 % que la ve mejor. Y cuando se trata de valorar la economía del país, el pesimismo se intensifica: más de la mitad cree que está peor que antes de la pandemia.

Quienes dicen estar mejor lo atribuyen sobre todo a factores personales —un ascenso, un nuevo empleo, la jubilación—. En cambio, quienes sienten que están peor apuntan directamente al alza de precios (85 %) y a los impuestos (42 %). El mensaje es nítido: el malestar se asienta sobre un triángulo compuesto por inflación, fiscalidad y estancamiento salarial.
La polarización política también juega su papel. Las personas situadas ideológicamente a la derecha tienen percepciones más negativas tanto sobre su situación personal como sobre la del país, mientras que en la izquierda las opiniones están más divididas, con incluso un cierto optimismo en el centro-izquierda. Pero hay un punto de encuentro transversal: el 90 % de los encuestados afirma que los salarios han perdido poder adquisitivo. No importa el partido, la edad o el nivel de estudios: todos sienten que el dinero vale menos.
Detrás de esta sensación hay cifras contundentes. Entre 2019 y 2024, la recaudación por IRPF e IVA creció en 62.300 millones de euros. Solo el IRPF representa más de la mitad de ese incremento. La carga fiscal por IVA aumentó en 450 euros por hogar desde 2021. Y la renta neta real de los hogares, lejos de subir, es hoy un 4,3 % inferior a la de 2008. En resumen, los hogares pagan más y tienen menos.
Los impuestos no explican por sí solos la insatisfacción, pero sí la agravan. El 60 % de quienes creen que su situación ha empeorado lo achacan primero a los precios, pero inmediatamente después a los impuestos. La percepción de que se paga más por menos se consolida, especialmente entre las rentas medias y bajas.
El informe también revela un perfil claro del malestar económico: personas entre 45 y 55 años, con estudios básicos, que trabajan y tienen niños a su cargo. Para ellos, el discurso del crecimiento choca frontalmente con la realidad de su día a día.
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