Ahmed fuma con mano temblorosa y mueve el pie con nerviosismo. Tiene 27 años y acaba de llegar de Hurriye, uno de los pueblos de la zona desmilitarizada de Siria en la que el ejército israelí se ha apresurado a penetrar por primera vez en el último medio siglo, aprovechando la confusión tras la caída el domingo del dictador Bachar el Asad. Una hora antes, explica, el notable de su pueblo había comunicado a los vecinos a través de los altavoces de la mezquita la orden que acababa de recibir del ejército israelí: tenían una hora para marcharse.
El Ejecutivo de transición sirio nombra a Mohamed el Bashir primer ministro interino
El nuevo gobierno de transición sirio ha nombrado a Mohamed el Bashir primer ministro interino para liderar un proceso que debería concluir el 1 de marzo de 2025, según ha anunciado él mismo este martes en una comparecencia ante la prensa. Desde enero, El Bashir ocupaba el mismo cargo en el llamado Gobierno de Salvación Nacional, el gobierno paralelo de la organización Hayat Tahrir al Sham, que lideró la ofensiva contra el derrocado régimen sirio, en su feudo de Idlib, en el noroeste de Siria.
Oriundo de esa misma provincia, donde nació en 1983, El Bashir es ingeniero electrónico. El salto a la política lo dio tras las revueltas populares de 2011 contra El Asad, duramente reprimidas por el régimen. El nuevo primer ministro interino ha definido su Ejecutivo como «un gobierno de salvación», integrado por un número indeterminado de ministros, cuya identidad se conocerá más adelante, según ha afirmado.
Las tropas del Estado judío entran en el país árabe por primera vez en medio siglo para tratar de impedir que las nuevas autoridades usen las capacidades militares en su contra
Ahmed fuma con mano temblorosa y mueve el pie con nerviosismo. Tiene 27 años y acaba de llegar de Hurriye, uno de los pueblos de la zona desmilitarizada de Siria en la que el ejército israelí se ha apresurado a penetrar por primera vez en el último medio siglo, aprovechando la confusión tras la caída el domingo del dictador Bachar el Asad. Una hora antes, explica, el notable de su pueblo había comunicado a los vecinos a través de los altavoces de la mezquita la orden que acababa de recibir del ejército israelí: tenían una hora para marcharse.
“Estaba trabajando, así que he cogido a mi mujer y los hijos y me he venido con la misma ropa”, dice, mientras señala sus katiuskas manchadas de barro. Es ganadero y su mente está más con sus vacas y ovejas, que ha dejado atrás sin saber quién las alimentará, que en los planes de futuro. “¿Qué iba a hacer? ¿Quedarme? Es lo que había. No tengo plan… hoy dormiremos aquí”. Cuando dice “aquí” se refiere a la cercana aldea de Shahda, donde las tropas israelíes no han llegado, pero se puede ver a pocos centenares de metros —en línea recta en la misma carretera— un tanque que inquieta tanto a jóvenes como a ancianos porque nadie sabe qué hará en los próximos días: avanzar, quedarse o retroceder.
La de estos días en Siria es la tercera invasión de Israel desde octubre de 2023, tras Gaza y Líbano, acompañada de unos bombardeos navales y aéreos inéditos (350 en apenas 72 horas) que han quedado soslayados por la celebración de la ofensiva rebelde siria que puso fin a 13 años de guerra civil.
“Los israelíes nos han amargado la alegría por la marcha de El Asad. Toda Siria celebra menos nosotros. Para mí son iguales”, asegura el anciano Ibrahim Yarida. Coincide Yawal Awuad, de 49 años: “No nos han dejado ni cinco horas para celebrar que se ha ido El Asad. Nos libramos de un problema y amanecimos con otro. Ahora estamos preocupados de que también entren aquí”. Los locales han colocado tres contenedores de basura en medio de la carretera para que nadie siga adelante y se tope con los tanques.
Lo cuentan en un taller de reparación de automóviles, en torno a una estufa de gasoil sobre la que calientan una lata de aceite de girasol rellena de agua. Es la forma de poderse lavar luego la cara y las manos con agua caliente, en una campiña pobre en un país donde el 90% de la población ya lo es, según datos de la ONU. Entre aldea y aldea, solo se ven terrenos llanos y pedregosos sin cultivos y, de vez en cuando, alguna chabola.
Israel, básicamente, se ha apresurado a aprovechar el vacío de poder para asegurarse de que no quede nada que alguien pueda obtener para atacar algún día a Israel, acompañando el avance por tierra de una intensa oleada de bombardeos. Este martes, las Fuerzas Armadas de Israel han anunciado haber destruido en 48 horas “la mayoría de los almacenes de armas estratégicas en Siria, impidiendo que caigan en las manos de elementos terroristas”. Es, como señalaba este lunes el corresponsal militar del canal 12 de la televisión israelí, Nir Dvori, una operación “diseñada para asegurarse de que, acabe quien acabe tomando las riendas de Siria, tarde mucho tiempo en reconstruir las capacidades militares del país”. “Quien siga los pasos de El Asad, acabará como él”, ha advertido el ministro de Defensa, Israel Katz.
Nunca en medio siglo, desde la guerra del Yom Kipur en 1973, se había asentado Israel en suelo sirio, pese a las frecuentes vulneraciones de uno y otro lado durante la guerra civil, que se dejaban pasar porque se vinculaban a los combates. Adentrarse en territorio sirio está prohibido expresamente por el armisticio, que —como todos los acuerdos entre Estados— tiene una vigencia que trasciende al Gobierno de turno. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, lo da, sin embargo, por muerto, con la defenestración de El Asad. “Si el nuevo régimen en siria permite a Irán restablecerse o permite la transferencia de armas iraníes a Hezbolá, responderemos con fuerza y exigiremos un elevado precio”, ha declarado el primer ministro israelí.
El régimen de El Asad era hostil y permitía (por voluntad o debilidad) el paso de armamento de Irán a Líbano para Hezbolá, pero se limitaba a quejas diplomáticas ante los innumerables bombardeos aéreos israelíes en Siria (con la luz verde de Rusia) contra objetivos vinculados a Teherán. Y, sobre todo, era previsible, a diferencia del horizonte que dibuja estos días el país tras la ofensiva liderada por fundamentalistas islámicos de Hayat Tahrir El Sham.
Nadie lo dice, pero una duda parece flotar en el aire entre quienes reciben a Ahmed, como siempre aquí, con una taza de café: ¿Volverá a pisar su casa? Todos temían lo que Israel anunció oficialmente pocas horas más tarde: pretende establecer una “zona estéril” que se prepara para una presencia prolongada.
En Shahidiye sí están las tropas israelíes. Uno de los vecinos, Abu Ali, cuenta por teléfono que los militares han pedido a todos los vecinos permanecer tranquilos, pero no salir de casa bajo ningún concepto. “¿Cómo no hacerlo? La electricidad viene unos 15 minutos y luego se va. No hay agua. Han traído algo de comida a través de Naciones Unidas”, protesta.
A los vecinos de Shahda les incomoda su nueva realidad. No tanto la presencia cercana del tanque o el sonido ocasional de disparos como el zumbido constante sobre sus cabezas de los drones israelíes. Abu Uyud cuenta que “se oían alguna vez” desde octubre de 2023, cuando Hamás atacó Israel y las milicias proiraníes en Siria abrieron un frente con ataques ocasionales. “O venían, tomaban imágenes y se iban. Ahora es todo el tiempo así. Me vuelve loco”, añade.
Gran operación militar
Las fuerzas israelíes han destruido, entre otros, 15 navíos del ejército sirio en los puertos de Al Bayda y Latakia y decenas de misiles aire-aire con alcances de hasta 190 kilómetros, según el comunicado militar. Ha sido una de las mayores operaciones de la historia de la Fuerza Aérea del país. Los cazas, añade, han sobrevolado espacio aéreo sirio durante “cientos de horas”, en los que se los oye pasar, se ven sus estelas o se oyen sus bombardeos, en particular en la madrugada del martes.
Las tropas han penetrado unos 25 kilómetros (según los locales) en la zona desmilitarizada, marcada en una resolución de la ONU en 1974, casi un año después de la guerra del Yom Kipur, para delimitar dónde no puede haber desde entonces más presencia militar ni armamento pesado que los alrededor de 1.200 cascos azules que la vigilan. Son 80 kilómetros de largo, entre la frontera con Líbano (donde llega a alcanzar los 10 kilómetros de ancho) y la de Jordania, donde se estrecha mucho y se reduce a apenas 500 metros. La delimitan dos líneas. Al oeste, Alfa, en la frontera con los Altos del Golán (territorio que Israel ocupó en la Guerra de los Seis Días de 1967 y luego se anexionó). Al este, Bravo, ya dentro de Siria.
Está vigilada por la UNDOF, una fuerza de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas pequeña, poco conocida. Ahora también tiene un futuro incierto. El peligro ha hecho a varios países retirarse y ahora solo cuenta con más de 1.100 soldados y 100 civiles de 13 países. Es, por ejemplo, una décima parte de Unifil, la que vigila el vecino sur de Líbano, de donde Israel debe retirar sus tropas en el próximo mes y medio, en virtud del acuerdo de alto el fuego.
Pero entre Alfa y Bravo sí hay soldados y armas pesadas israelíes. La ONU ha protestado, así que el jeque Chaher cogió este lunes el coche y se fue a hablar con un representante de la misión de la ONU. Saca el móvil y muestra un vídeo de la conversación. “Le dije: Irán se ha ido, Hezbolá se ha ido. ¿Por qué los israelíes abren fuego contra la gente? ‘Porque temen que esté Hezbolá, me respondió’. Si ya no está en Siria. Si alguien en el pueblo dispara aquí ahora es al aire, por alegría de que se haya ido El Asad.”
Como no se quedó contento, y el ejército penetraba cada vez en más aldeas y comenzaba a ordenar desplazamientos forzosos, ignoró el peligro y probó a acercarse a la posición israelí para hablar directamente con los militares. Relata que el comandante, sorprendido, se limitó a decirle “Ok, ok, sí, nosotros también queremos la paz”.
La narrativa israelí sobre la invasión terrestre ha cambiado en apenas tres días. Primero, el ejército emitió un comunicado asegurando que sus tropas estaban ayudando a los cascos azules a repeler un ataque que la misión de la ONU no confirmó en su comunicado. Un día más tarde, informó de su penetración en territorio sirio, la primera en medio siglo, sin sobrepasar la zona desmilitarizada. Netanyahu emitió dos comunicados para defenderlo. En inglés, lo calificó de medida “temporal”. En hebreo, no uso la palabra.
El Ejecutivo de transición sirio nombra a Mohamed el Bashir primer ministro interino
El nuevo gobierno de transición sirio ha nombrado a Mohamed el Bashir primer ministro interino para liderar un proceso que debería concluir el 1 de marzo de 2025, según ha anunciado él mismo este martes en una comparecencia ante la prensa. Desde enero, El Bashir ocupaba el mismo cargo en el llamado Gobierno de Salvación Nacional, el gobierno paralelo de la organización Hayat Tahrir al Sham, que lideró la ofensiva contra el derrocado régimen sirio, en su feudo de Idlib, en el noroeste de Siria.
Oriundo de esa misma provincia, donde nació en 1983, El Bashir es ingeniero electrónico. El salto a la política lo dio tras las revueltas populares de 2011 contra El Asad, duramente reprimidas por el régimen. El nuevo primer ministro interino ha definido su Ejecutivo como «un gobierno de salvación», integrado por un número indeterminado de ministros, cuya identidad se conocerá más adelante, según ha afirmado.
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