Flick respira un poco con el ‘efecto Fermín’

A la espera de que vuelva Lamine Yamal -juega, pero no es el mismo de siempre-, queda Fermín. A la espera de que Lewandowski se ponga bien -se perderá el clásico del domingo tras sufrir dos lesiones musculares en un mes-, Flick se refugia en ese joven andaluz, que no solo es el centrocampista más «dinámico», como confesó, sino que marca goles con la pierna izquierda -hizo tres al Olympiacos con la zurda- siendo un diestro de toda la vida. A la espera de que vuelva Lamine Yamal -juega, pero no es el mismo de siempre-, queda Fermín. A la espera de que Lewandowski se ponga bien -se perderá el clásico del domingo tras sufrir dos lesiones musculares en un mes-, Flick se refugia en ese joven andaluz, que no solo es el centrocampista más «dinámico», como confesó, sino que marca goles con la pierna izquierda -hizo tres al Olympiacos con la zurda- siendo un diestro de toda la vida.  

A la espera de que vuelva Lamine Yamal -juega, pero no es el mismo de siempre-, queda Fermín. A la espera de que Lewandowski se ponga bien -se perderá el clásico del domingo tras sufrir dos lesiones musculares en un mes-, Flick se refugia en ese joven andaluz, que no solo es el centrocampista más «dinámico», como confesó, sino que marca goles con la pierna izquierda -hizo tres al Olympiacos con la zurda- siendo un diestro de toda la vida.

A la espera de que Raphinha vuelva al césped -no lo pisa desde el pasado 25 de septiembre-, el alemán recobra la calma, y hasta la sonrisa, gracias a Fermín. No hay mayor motivo de esperanza para el Barça que él. Y eso le permite, a tan solo cuatro días de visitar el Bernabéu, ocultar las disfunciones de un equipo que ni tan siquiera acabar goleando 6-1 en la Champions le permite disfrutar completamente, consciente de que sigue sin ser lo que fue.

Fermín conecta el tiro que supuso el 1-0 al Olympiacos.
Fermín conecta el tiro que supuso el 1-0 al Olympiacos. / Jordi Cotrina

A Flick se le vio feliz, dando hasta saltos de alegría. Se pasaron de las tres butifarras, tras el liberador gol de Araujo al Girona en el tiempo añadido, a la sonrisa cómplice del técnico, que no ha encontrado todavía la forma de ajustar su maquinaria.

Ni 25 segundos de partido se llevaban cuando Szczesny sacó sus manoplas para evitar el gol griego cuando el público ni se había sentado casi en las gradas de Montjuïc, un estadio confortable para los aficionados rivales -se oía más a los 2.800 aficionados del Olympiacos que a los 43.000 azulgranas-, además de no sentirse cómodo el Barça en su relación con la pelota. Era casi un estorbo, se la sacaban de encima, teniendo más contacto TEK que Pedri, lo que delataba la gravedad del problema.

Hubo momentos, especialmente en la primera mitad, donde el juego azulgrana era discontinuo, irregular y, sobre todo, impreciso, a pesar de que el técnico ya parece haber elegido a su pareja favorita de centrales: Pau Cubarsí y Eric García. Y teniendo a Pedri, cuyo robo precedió el 2-0 firmado por Fermín.

Curiosamente, los dos centrales con mejor pie. Pero ni así tenía una salida adecuada desde atrás, dejando en demasiadas ocasiones tamaña responsabilidad al veterano meta polaco. El fútbol del Barça, del imberbe Barça (tenía una media de edad de 23 años y 214 días, el segundo más joven en la historia de la Champions, solo superado por el presentado en el 2011 ante el Borisov, con 23 años y 93 días), no tiene la frescura y la coralidad que exhibió la pasada temporada.

Hansi Flick celebra el segundo gol de Fermín ante la frustración de Mendilibar, técnico del Olympiacos.
Hansi Flick celebra el segundo gol de Fermín ante la frustración de Mendilibar, técnico del Olympiacos. / Jordi Cotrina

Resulta, sobre todo, precario en ataque donde ha perdido la pieza que armonizaba todo desde la presión y, al mismo tiempo, la definición. «Claro que lo echo de menos, claro que sí», confiesa Flick desde hace días en los que no deja de añorar a Raphinha. No solo le ha cambiado al alemán sus emociones después de llegar a Barcelona sino que admite sus sensaciones, y de forma transparente, algo que no hacía antes, como esa reiterada nostalgia por el capitán brasileño.

Pero resulta normal porque su equipo se presentará el domingo en el Bernabéu emitiendo señales preocupantes, incapaz como es de cerrar su portería a cero. No lo hace desde del pasado 21 de septiembre con aquel 3-0 al Getafe en la montaña olímpica. Desde entonces, ha encadenado seis encuentros recogiendo en algún momento el balón de su red.

Y así, atormentado en una duda existencial, confiado en que Lamine se olvide de sus molestias en el pubis y se reencuentre con Lamine, anda Flick preparando un clásico «tremendo», como él mismo lo calificó tras golear al Olympiacos. No decidirá nada -llega a finales de octubre con todo por hacer aún en la Liga y en el peor de los casos el boquete de la ventaja blanca sería de cinco puntos-, pero sí marcará de nuevo la fiabilidad de un Barça extraño. Un Barça raro.

Fermín celebra con Dro uno de sus goles frente al Olympiacos.
Fermín celebra con Dro uno de sus goles frente al Olympiacos. / Jordi Cotrina

Con el ‘efecto Fermín’, tal vez, no baste. Pero sí existe la certeza de que el Barça lo necesita tanto como el aire con el que respira. “Ha jugado un partido sensacional. Marca, corre, es muy completo. Ha hecho tres goles, el primero muy importante. Es pura confianza, lo tiene todo. Es dinámico y también necesitamos su velocidad”, contó Flick en un inacabable, y a la vez inusual, catálogo de elogios hacia el andaluz que le ha traído un poco de calma. Y eso, en tiempos de dudas sobre su equipo, que no sale del laboratorio, es el mejor tesoro. Más aún si hay un clásico a la vuelta de la esquina.

 Diario de Mallorca – Deportes

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