¿Es de derechas tener aire acondicionado? En Francia, sí

En una Francia muy polarizada en lo político y donde cualquier asunto se convierte rápidamente en objeto de agitado debate, estos días hay un nuevo tema de división: el aire acondicionado. El país, que vive esta semana su segunda ola de calor del verano, con temperaturas que superan los 42 grados, siempre ha sido reacio a los aparatos de climatización, por el coste energético y por el impacto medioambiental. Sin embargo, los periodos de canícula cada vez más frecuentes están rompiendo estas resistencias.

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 La segunda ola de calor en el país ha convertido este tipo de refrigeración, presente solo en el 7% de los hogares, en tema de polarización política  

En una Francia muy polarizada en lo político y donde cualquier asunto se convierte rápidamente en objeto de agitado debate, estos días hay un nuevo tema de división: el aire acondicionado. El país, que vive esta semana su segunda ola de calor del verano, con temperaturas que superan los 42 grados, siempre ha sido reacio a los aparatos de climatización, por el coste energético y por el impacto medioambiental. Sin embargo, los periodos de canícula cada vez más frecuentes están rompiendo estas resistencias.

La muestra de la división que genera se ve estas semanas en la prensa: “Francia está, absurdamente, en contra de la climatización”, titulaba el diario económico Les Echos. Para Atlántico, “los ecologistas han privado a Francia de aire acondicionado”. “El aire acondicionado: una solución individual pero un naufragio colectivo”, apunta el medio local Ouest France. Como Libération, que lo califica “un contrasentido ecológico”.

Francia es de los países peor preparados para olas de calor como las de este verano. Sólo un 25% de hogares tiene un sistema de climatización (contando ventiladores eléctricos) y sólo un 7% tiene un aparato de aire acondicionado. El problema es en las viviendas, pero lo que más preocupa es que hay muy pocos edificios públicos equipados, entre ellos escuelas y hospitales.

Sólo un 7% de los colegios públicos, sobre 45.000 en todo el territorio, están adaptados con algún sistema de aire que permita aliviar el sofoco. A finales de junio, durante la primera ola de calor del verano, se tuvieron que suspender las clases en más de un millar de colegios por este motivo. En París, muchas líneas de metro y sobre todo las de Cercanías no cuentan con sistema de climatización.

Las temperaturas extremas registradas estos días, y la evidencia de que estos periodos de temperaturas extremas van a ir a más, ha agitado el debate político. La izquierda se opone a que se generalice la instalación de estos aparatos por razones medioambientales, el Gobierno admite que sí hay que equipar colegios y hospitales y la extrema derecha de Marine Le Pen, la que más ha defendido que se prepare al país para lo que está por venir, reclama un “gran plan de climatización” a nivel nacional.

Varios miembros de partido, Reagrupamiento Nacional, llevan semanas pidiendo que se instalen aparatos en escuelas, hospitales y residencias de ancianos. “Los servicios públicos no son capaces de funcionar porque no tienen aire acondicionado, al contrario de lo que sucede en decenas de países del mundo”, protestó Marine Le Pen hace unas semanas, ante la primera ola de calor del verano. “Con las temperaturas que nos esperan, el aire acondicionado es esencial para proteger a las personas más vulnerables”, defendía ayer el diputado de RN Yoann Gillet.

Varios aparatos de aire acondicionado, en un edificio de Marsella (Francia).

El grupo UDR (unión de la derecha por la república) ha presentado una propuesta de ley para que sea obligatorio a equipar los citados espacios y “proteger a las personas vulnerables”. El Gobierno admite que es necesario en algunos casos, pero cree que instalar aire acondicionado de manera generalizada podría agravar el cambio climático. La izquierda admite que es necesario para los colectivos vulnerables y básicamente considera los aparatos de climatización como un parche que no va a la raíz del aumento de las temperaturas, que es el cambio climático. A cambio, proponen aislar mejor los edificios y que haya más zonas verdes en las ciudades.

Según Ademe, la agencia de transición ecológica, en 2050 la mayoría de los edificios en Francia, viejos o antiguos, no estarán adaptados a las temperaturas que se avecinan. Según un sondeo de Opinion Way para France Energie, el 75% de los franceses son reacios a instalar algún sistema de climatización en casa. Alegan razones medioambientales y el coste energético.

El problema del gasto no es sólo en verano. En invierno, también con el objetivo de ahorrar, hay establecimientos (y viviendas) que no encienden la calefacción. Además de estas resistencias, hay otras cuestiones, como la antigüedad de muchos edificios, algunos considerados monumentos históricos, donde no se puede acometer una obra, aunque sea mínima, que modifique la fachada.

A falta de un aparato de aire a mano, estos días los franceses se ha refrescado como han podido: en las piscinas, abarrotadas y gratuitas hasta que bajen las temperaturas, y los espacios recién habilitados para bañarse en el Sena. En algún municipio parisino, como Chelles, los vecinos han desafiado incluso la prohibición de meterse en el río, a pesar de la contaminación de las aguas, porque era eso o asfixiarse de calor.

En Francia no se olvida la ola de calor que, en agosto de 2003, provocó la muerte de cerca de 14.000 personas, la mayoría personas mayores que vivían solas y cuyos decesos fueron consecuencia de las altas temperaturas. Al país le pilló desprevenido, pues estos fenómenos extremos no eran tan frecuentes entonces.

Este verano, consecuencia de estos calores precoces, se han disparado las cifras de ahogados en Francia. Desde principios de junio y hasta finales de julio, han sido un total de 702 personas, un 50% más que en el mismo periodo del año anterior.

Turistas se refrescan en la Fuente del Jardín del Trocadero en París, el 2 de julio.

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