Las organizaciones que conforman el tejido humanitario en Gaza aguantan la respiración este jueves, el día en el que está previsto que el Gabinete de Seguridad de Israel decida si da el paso de ordenar al ejército que tome el control de la totalidad de la Franja. Múltiples entidades del sector coinciden en denunciar que la ocupación israelí de todo el enclave palestino alejaría todavía más a la población civil del acceso a las organizaciones humanitarias. Alertan de que supondría un ataque contra la última tabla de salvación de la mayoría de gazatíes, comportando la propagación de enfermedades y más muertes. También auguran un incremento en las víctimas causadas por la violencia directa.
El Gabinete de Seguridad de Israel tiene previsto decidir este jueves si amplía sus operaciones en la franja palestina. La primera fase de la ofensiva implicaría desplazar a un millón de personas, según medios locales
Las organizaciones que conforman el tejido humanitario en Gaza aguantan la respiración este jueves, el día en el que está previsto que el Gabinete de Seguridad de Israel decida si da el paso de ordenar al ejército que tome el control de la totalidad de la Franja. Múltiples entidades del sector coinciden en denunciar que la ocupación israelí de todo el enclave palestino alejaría todavía más a la población civil del acceso a las organizaciones humanitarias. Alertan de que supondría un ataque contra la última tabla de salvación de la mayoría de gazatíes, comportando la propagación de enfermedades y más muertes. También auguran un incremento en las víctimas causadas por la violencia directa.
La aparición del ejército de Israel en las últimas zonas donde se amontonan centenares de miles de personas se sumaría a las dificultades existentes. El sector humanitario denuncia desde el inicio de la guerra la complejidad de trabajar en un territorio donde las balas israelíes alcanzan a sus trabajadores con frecuencia. También reprocha la imposibilidad de realizar su labor ante el entramado de obstáculos logísticos que dejan los camiones cogiendo polvo en el perímetro interno o fuera de la Franja.
Ahora, la protección de las condiciones de la sociedad gazatí podría ser una empresa aún más difícil. Cinco meses después de romper un alto el fuego que ya existía y dos semanas después de retirar a sus mediadores de las conversaciones para alcanzar una nueva tregua, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, liderará este jueves por la tarde una reunión en la que se podría aprobar la expansión del ejército de Israel a toda la Franja. Ese despliegue adicional llevaría las tropas al 12% del territorio, donde se concentran buena parte de los dos millones de personas que sobreviven en el enclave.
Según la cadena de televisión israelí Canal 12, la primera fase de la ofensiva implicaría desplazar alrededor de un millón de gazatíes que permanecen en Ciudad de Gaza. Esa operación duraría semanas. De concretarse, se trataría de una nueva expulsión masiva. La actual concentración antinatural de la población es el resultado de dos años de conflicto en los que el ejército israelí ha tomado el control del 88% del enclave, ya sea mediante presencia militar directa o mediante órdenes de evacuación.
En consecuencia, más del 90% de los gazatíes han tenido que desplazarse de manera forzosa durante el conflicto, según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), y la mayoría lo han hecho en múltiples ocasiones.
Cada vez que parten cargan con menos cosas, acumulan más lesiones y quedan expuestos al fuego israelí. Si las tropas se dirigen hacia las pocas áreas donde todavía no tienen presencia, se encontrarán con multitudes a la intemperie, endebles y famélicas.
“Abandono de toda la población”
“Si el mundo lo permite, será el abandono de toda la población”, lamenta Ahmed Bayram, responsable de comunicación de Consejo Noruego para Refugiados (NRC, en inglés). La ampliación israelí, dice, “significará la existencia de muertes en cada rincón y la propagación de enfermedades”. Bayram proyecta la situación a partir del presente, que ya considera catastrófico. Israel, asegura, está concentrando la gente en territorios donde hay una enorme escasez, haciendo que tengan que pelearse por el agua, la comida y el espacio. “No puedes desplazar toda una población sin darles garantías de protección”, objeta.
El NRC, uno de los grupos dedicados a la recolección de datos sobre el estado de los refugios en Gaza, asegura que 288.000 familias en el enclave están pasando sus días y sus noches bajo un techo inadecuado. “Eso significa que están en la calle, que están en edificios dañados o que duermen en tiendas de campaña deterioradas”, explica Bayram. De nuevo, la mayoría de estas familias se encuentran en ese 12% del territorio que Israel podría apostar por invadir. Al mismo tiempo, Israel impide la entrada de nuevas tiendas de campaña u otro tipo de refugios, según denuncia Bayram a través de mensajes de voz que envía desde Amán (Jordania).
Las muertes por la metralla son otra consecuencia probable de la ampliación de la ocupación israelí. Así lo cree José Mas, responsable de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras, que se encuentra en Barcelona, desde donde está en contacto directo con los equipos en Gaza.
Si la ofensiva se traslada a esas zonas hacinadas, afirma por mensajes de texto, “el único resultado posible es el mayor sufrimiento de una población civil que ya vive una situación humanitaria catastrófica”, lamenta. Y va más allá: “Una operación militar en un entorno como ese tiene unos riesgos enormes para la población civil, y tiene un enorme potencial de incrementar exponencialmente el número de víctimas directas por violencia”.
Mas ve esa posible maniobra israelí como una continuación de lo anterior. Indica que Gaza sufre “un genocidio que toma distintas formas” en el que “todo lo que es necesario para vivir está siendo destruido de manera sistemática”. Pone como ejemplo el acceso a la comida, donde más de 800 personas han muerto tiroteadas en las zonas de reparto de la autodenominada Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés), la opaca entidad que Israel impulsó a finales de mayo con el apoyo de EE UU mientras marginaba el sistema humanitario tradicional liderado por la ONU.
Esas muertes no alteran la postura de la Casa Blanca, que el miércoles por la noche anunció que pretende multiplicar los puntos de reparto de esa organización en el enclave. Hasta la fecha, han sido cuatro. Ahora, según el embajador de EE UU en Israel, Mike Huckabee, serán 16. Huckabee añadió en declaraciones a la agencia Bloomberg que la intención es que los centros permanezcan abiertos “tanto como las 24 horas al día”.
“Mientras caminas, te pones a llorar”
MSF ha publicado este jueves un informe en el que describe las zonas de reparto de esa entidad como “trampas mortales” y en el que exige a gobiernos y donantes que retiren cualquier apoyo al proyecto. La investigación recoge los datos clínicos y los testimonios recogidos en dos centros de MSF en el sur del enclave, en posiciones cercanas a centros de reparto de la GHF. Esa cercanía hacía que parte de quienes reciben un balazo en esos puntos de distribución sean transportados hasta los equipos de MSF.
Entre el 7 de junio y el 24 de julio, esas dos clínicas registraron 28 muertos y recibieron un total de 1.380 heridos. La afluencia de víctimas, la mayoría con disparos, cuando GHF abría sus instalaciones, custodiadas por tropas israelíes y por contratistas estadounidenses, se convirtió en un patrón. Según el informe, los equipos de MSF se ponen en alerta cuando la GHF anuncia actividad.
Esa cantidad de heridos incluye 71 niños que fueron alcanzados por las balas. Entre ellos, un niño de 12 años o una niña de solo ocho. Pero la mayoría de heridos son hombres menores de 30 años, algo que refleja lo que MSF considera una “estrategia de supervivencia” de las familias. Esa estrategia consiste en enviar a esos centros a varones capaces de caminar distancias largas durante la noche, de avanzar entre soldados y hostilidades, y de correr y de pelear con los demás para agenciarse una bolsa de comida.
“Soy un ciudadano ordinario”, dice Mahmoud, de 39 años, un paciente citado en el informe. “Soy un graduado universitario. Estoy casado. Tengo hijos que no puedo ni alimentar”. Asegura que caminar hacia los puntos de reparto de la GHF es una humillación. “Mientras caminas, te pones a llorar automáticamente. No solo por ti. Por la gente. Por todos nosotros”. De repente, le dispararon dos veces en la pierna. Pero nadie le pudo ayudar, justifica él mismo, porque a su alrededor todo el mundo estaba “exhausto”. “Es como una película de zombis. Por más que lo intente, no puedo explicarlo con palabras”, concluye.
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