Un grupo de investigadores de EEUU convierten la ‘maldición’ en futura terapia para combatir el cáncer sanguíneo. «Esto es un ejemplo de del poder clínico de los hongos» Leer Un grupo de investigadores de EEUU convierten la ‘maldición’ en futura terapia para combatir el cáncer sanguíneo. «Esto es un ejemplo de del poder clínico de los hongos» Leer
Detrás de las muertes de los arqueólogos que abrieron la tumba maldita del rey egipcio Tutankamón allá por 1922 había una explicación científica: un hongo, el Aspergillus flavus. Estos microorganismos habían permanecidos dormidos durante milenios y sus esporas tóxicas acabaron en el organismo de los expedicionarios.
Pero este microbio también esconde una nueva clase moléculas para acabar con las células cancerígenas de la sangre. «Los hongos nos dieron la penicilina», cuenta Sherry Gao, catedrática asociada de la Unviersidad de Pennsilvania en Ingeniería Química y Biomolecular y en Bioingeniería. Su equipo ha aislado y modificado los ingredientes de un compuesto a partir del hongo Aspergillus flavus y los han probado con éxito contra células leucémicas.
Las conclusiones de este descubrimiento, publicado esta semana en Nature Chemical Biology, abren la puerta a la utilidad de los medicamentos fúngicos. En este caso, un compuesto anticancerígeno que rivaliza con fármacos ya aprobados por las agencias reguladoras contra tumores sanguíneos.
Tras su protagonismo en los capítulos egipcios, este hongo también estuvo relacionado con las muertes de diez de los doce científicos que entraron en la tumba del rey polaco Casimiro IV, en la década de 1970. Una serie de investigaciones posteriores revelaron que la tumba contenía A. flavus, cuyas toxinas pueden provocar infecciones pulmonares, especialmente en personas con sistemas inmunitarios debilitados.
Gao, la autora principal del estudio, explica a EL MUNDO porqué su interés en este hongo tóxico. «A pesar de su reputación de producir aflatoxinas tóxicas, su genoma contiene grupos de genes biosintéticos inexplorados. Uno de esos grupos parecía capaz de producir una nueva clase de RiPP [proteínas inactivadoras de ribosomas], extremadamente raras en hongos. Esto lo convirtió en un reto científico y, al mismo tiempo, en una oportunidad para descubrir algo novedoso».
Sin embargo, ese compuesto no estaba completo y por eso necesitaron modificarlo. «Los péptidos fúngicos originales tenían estructuras interesantes, pero una actividad limitada», aclara. Por ello, emplearon una suerte de etiqueta lipídica, «con la que mejoramos su capacidad para entrar en las células». De esta forma, Gao apunta que obtuvieron una diana y un mecanismo de administración: «El compuesto modificado parece ser más eficaz para las células leucémicas porque podrían expresar mayores niveles del transportador SLC46A3, que es la forma en que nuestros compuestos con etiqueta lipídica podrían secuestrar el transportador para entrar en la célula». La científica argumenta que esto es lo que le hace especialmente eficaz contra la leucemia.
Mientras la cara A del hongo Aspergillus flavus «es su producción de aflatoxinas, peligrosas para humanos y animales», la cara B son los muchos otros compuestos naturales diversos. Entre ellos, destaca las asperigimicinas, «un conjunto de péptidos heptacíclicos. Mediante la mejora química, su modificación mostró fuertes efectos anticancerígenos al interrumpir los microtúbulos y la división celular en células leucémicas», explica la bioquímica.
Este proceso no carece de riesgos. Gao explica que había estrictos protocolos de seguridad de laboratorio debido a su producción de aflatoxinas. «Utilizamos cepas y condiciones que minimizaron el riesgo de toxinas, y toda la manipulación se realizó en campanas de bioseguridad». Aunque destaca que «el verdadero desafío no fue el peligro, sino aislar las RiPP, presentes en cantidades muy bajas y estructuralmente complejas».
Con este primer paso, el equipo de la Universidad de Penn destaca el potencial que esconden los hongos. «Las RiPPs fúngicas han sido poco exploradas en comparación con las bacterianas. Su complejidad estructural y especificidad las convierten en candidatas prometedoras para todo tipo de tratamientos, desde agentes anticancerígenos hasta antibióticos o inmunomoduladores».
Los hongos están llenos de «materia oscura» genética y vías biosintéticas que no se han caracterizado, resalta la bioquímica, y con nuevas herramientas como la minería de genomas y la biología sintética, «ahora podemos acceder a esa química oculta«. «Este estudio es sólo un ejemplo de cómo los hongos podrían transformar el futuro de la medicina«, remacha Gao.
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