Tres entrenamientos por semana más el partido del fin de semana… pero solo una camiseta. ‘Puedes imaginarte cuántas lavadoras tengo que poner’, comenta Antonia Wicht (nombre cambiado por la redacción). La alemana es una ‘futbolmami’ en Mallorca y lidia como puede con el deporte de club en la isla. Mientras que en Alemania los niños suelen entrenar con cualquier camiseta, aquí debe ser la oficial del equipo. Y, claro, no es precisamente barata. Tres entrenamientos por semana más el partido del fin de semana… pero solo una camiseta. ‘Puedes imaginarte cuántas lavadoras tengo que poner’, comenta Antonia Wicht (nombre cambiado por la redacción). La alemana es una ‘futbolmami’ en Mallorca y lidia como puede con el deporte de club en la isla. Mientras que en Alemania los niños suelen entrenar con cualquier camiseta, aquí debe ser la oficial del equipo. Y, claro, no es precisamente barata.
Tres entrenamientos por semana más el partido del fin de semana… pero solo una camiseta. ‘Puedes imaginarte cuántas lavadoras tengo que poner’, comenta Antonia Wicht (nombre cambiado por la redacción). La alemana es una ‘futbolmami’ en Mallorca y lidia como puede con el deporte de club en la isla. Mientras que en Alemania los niños suelen entrenar con cualquier camiseta, aquí debe ser la oficial del equipo. Y, claro, no es precisamente barata.
Los padres extranjeros establecidos en Mallorca pagan con facilidad hasta cinco veces más por el fútbol de sus hijos que en su país de origen. Según un ejemplo modelo publicado en el portal fussball.de —gestionado por la Federación Alemana de Fútbol (DFB)—, la cuota de inscripción para niños en Alemania es de 8,30 euros al mes, es decir, unos 100 euros al año.
‘Con el mayor son 350 euros’, explica Wicht sobre Dominik, de siete años. Su hermano Mark, de cinco, aún no está inscrito en una liga oficial, pero aun así el club de fútbol sala cobra 30 euros al mes. Y Angela Krebbers, cuyo hijo de once años juega en el club de la escuela privada San Cayetano, llega a pagar 650 euros por temporada.
A diferencia de Alemania, donde el chándal del hermano mayor pasa sin problema al pequeño y el material suele estar incluido en la cuota, en la isla la equipación hay que comprarla aparte. “Las normas son una locura. La camiseta azul es obligatoria para los entrenamientos y para presentarse antes del partido”, explica Wicht. Y, aun así, los niños reciben solo una. “Para los partidos además tenemos que llevar una camiseta verde, que los niños no se han puesto jamás”.
El calzado —y en el caso del portero Mark, también las rodilleras— corre por cuenta de los padres. “Ahí llega la siguiente traba. De los tres entrenamientos, uno es en pista cubierta y dos en un campo de cemento al aire libre. Otros padres me dijeron que los buenos zapatos de interior no pueden usarse fuera bajo ningún concepto. Pero tampoco voy a comprarles más que unas zapatillas deportivas normales”.
En algo sí se parece a Alemania: los padres también hacen de taxistas. Los niños de futsal en Palma entrenan los lunes, miércoles y viernes. “Por desgracia, empiezan casi hora y media después de salir del colegio. Ese rato lo matamos siempre en el parque”, explica Wicht.
Las redes de coches compartidos, sin embargo, son poco habituales en la isla. “Nunca he visto que nadie intente organizar algo así. Incluso para los partidos fuera de casa, en Manacor o Andratx, cada familia va por su cuenta.”
Además, la sensación general es que los padres deben estar presentes sí o sí en la grada. “Normalmente, yo me encargo de llevarlos a los entrenamientos y mi marido va a los partidos”, cuenta.
En el colegio privado San Cayetano las cosas son un poco más fáciles. También allí hay que llenar el tiempo hasta que empieza el entrenamiento, pero ‘el centro ha contratado un servicio de apoyo para hacer los deberes’, explica Krebbers, que atribuye la falta de desplazamientos compartidos a motivos prácticos. ‘Vivimos todos demasiado lejos unos de otros, y el tráfico en Palma es terrible. De lo contrario, creo que sí que nos organizaríamos, por ejemplo, para un partido fuera en Campos a las ocho de la mañana’.
Eso, claro, cuando el niño puede jugar. Porque incluso en los clubes amateurs de Mallorca no todos entran en la convocatoria del fin de semana. ‘Quien no se porta bien, no juega’, explica Krebbers. Y aunque todos sean un encanto, siempre hay niños que se quedan fuera por exceso de jugadores. ‘Depende del entrenador. Algunos valoran el compromiso; otros alinean según el rendimiento.’
En el club de futsal, en cambio, se rota cada semana. ‘Es tremendamente molesto’, dice Wicht. ‘Hasta última hora del viernes por la noche no puedo organizar el fin de semana.’ Solo entonces los entrenadores anuncian la lista. El único que juega siempre es el hijo del entrenador. ‘Pero también es el mejor’, admite Wicht.
A la planificación familiar tampoco ayuda la falta de un calendario estable. ‘Del club no llega nada. Encontré una app, pero solo aparece el próximo partido’, comenta.
Diario de Mallorca – Deportes
