El fuego arrasó en 2024 más Amazonia que nunca en 40 años: más que Grecia

Ahora sabemos que el fuego que devoró Sudamérica en septiembre pasado, justo cuando el hemisferio sur entraba en la primavera, causó una devastación histórica en la Amazonia brasileña. Los incendios intencionados arrasaron en 2024 más superficie de la mayor selva tropical del mundo que nunca en los últimos 40 años, según mediciones por satélite. Las llamas quemaron exactamente 156.000 kilómetros cuadrados de selva tropical, según el balance presentado este martes por Mapbiomas, una entidad brasileña integrada por universidades, ONGs y empresas de tecnología. Es decir, más que toda Grecia. Esta explosión de incendios amazónicos obedece, según Mapbiomas, a los fuegos intencionados para abrir nuevos pastos, agravados por una sequía histórica y otros efectos del cambio climático.

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 El balance anual de Mapbiomas cifra en 156.000 kilómetros cuadrados la superficie afectada en la selva tropical de Brasil por los incendios intencionados  

El balance anual de Mapbiomas cifra en 156.000 kilómetros cuadrados la superficie afectada en la selva tropical de Brasil por los incendios intencionados

Una brigada antincendios combate un fuego en la ciudad amazónica de Novo Progresso, en Pará, en septiembre de 2024.
Naiara Galarraga Gortázar

Ahora sabemos que el fuego que devoró Sudamérica en septiembre pasado, justo cuando el hemisferio sur entraba en la primavera, causó una devastación histórica en la Amazonia brasileña. Los incendios intencionados arrasaron en 2024 más superficie de la mayor selva tropical del mundo que nunca en los últimos 40 años, según mediciones por satélite. Las llamas quemaron exactamente 156.000 kilómetros cuadrados de selva tropical, según el balance presentado este martes por Mapbiomas, una entidad brasileña integrada por universidades, ONGs y empresas de tecnología. Es decir, más que toda Grecia. Esta explosión de incendios amazónicos obedece, según Mapbiomas, a los fuegos intencionados para abrir nuevos pastos, agravados por una sequía histórica y otros efectos del cambio climático.

Los incendios en la Amazonia fueron solo la mitad de los que sufrió Brasil. Pero el destrozo puede ser grave o muy grave. El informe añade que dos tercios de la superficie quemada en estas cuatro décadas en el país era vegetación nativa, la más resistente y la que contribuye de manera más eficaz a mitigar el calentamiento global.

Los especialistas suelen recalcar que todos los fuegos que sufre la Amazonia —una superficie como la Unión Europea que se extiende por nueve países— son fruto de la acción humana. Porque allí la vegetación, sobre todo en sus áreas más intactas, es tan tupida y tan húmeda que, incluso si el impacto de los rayos durante una tormenta causa un fuego, este se suele extinguir solo antes de extenderse.

El investigador de Mapbiomas que ha coordinado el balance de los incendios en la Amazonia, Felipe Martenexen, insiste en este punto: este récord de fuegos “es resultado de la acción humana, especialmente en un escenario agravado por dos años consecutivos de severa sequía”, explica en una nota de la entidad. “La combinación de vegetación altamente inflamable, baja humedad y el uso del fuego [para convertir superficies antes boscosas en pastos o cultivos] crearon las condiciones perfectas para la propagación de los incendios a gran escala, lo que llevó a un récord histórico”, añade el especialista Martenexen. Los especialistas alertan sobre una preocupante novedad, los incendios de más de mil kilómetros cuadrados.

Nunca desde 1985 la Amazonia había sufrido una pérdida tan devastadora por el fuego, destaca Mapbiomas. La superficie arrasada el año pasado duplica la media anual de estas últimas cuatro décadas. Esta mala noticia llega pocas semanas después de que Brasil celebrara que la deforestación cayó en la Amazonia un 17% (y en Brasil un 32%) respecto a 2023, también según las mediciones de Mapbiomas.

Los ambientalistas criticaron duramente el año pasado al Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y a los gobernadores por la evidente falta de preparación para combatir unos incendios tan graves y extendidos que casi alcanzaron los 200.000 focos. La falta de medios fue palmaria. Brasil logró desplegar menos aeronaves y brigadistas que los que en esos mismos días estaba usando el minúsculo Portugal.

El mundo suele estar atento al desempleo ambiental de Brasil porque acoge en su territorio el 60% de la Amazonia, que es crucial para absorber gases de efecto invernadero y mitigar el cambio climático. Y la atención sobre la potencia latinoamericana se intensificará en los próximos meses porque en noviembre acogerá la COP30, la cumbre sobre cambio climático de la ONU. La cita se celebra por primera vez en la Amazonia, en concreto en la ciudad de Belém, capital Pará, un lugar cuando menos controvertido porque históricamente destaca a nivel nacional por sus altísimos índices de deforestación.

El presidente Lula que al regresar al poder, en 2023, reinstauró la política de protección ambiental que caracterizó a su país salvo en la etapa negacionista del ultra Jair Bolsonaro, quiere que los líderes mundiales, sus negociadores y los ambientalistas de todo el planeta conozcan de cerca la región, con su arraigada pobreza, su complicada logística y los crónicos desafíos que lastran su desarrollo. Que vean en persona la magnitud del reto al que se enfrentan Brasil y el mundo en su afán por proteger la selva amazónica. Es el caldo de cultivo en el que durante décadas han germinado la deforestación ilegal, la minería, la caza o la pesca furtivas que, convertidas ya en actividades ilícitas a escala industrial, depredan la Amazonia.

Mapbiomas destaca que los estragos causados por las llamas fueron también gravísimos en el Cerrado, otro bioma, precisamente en la franja considerada la frontera agrícola, en el sur de la Amazonia.

La mayor selva tropical del mundo fue el año pasado el epicentro de los incendios en Brasil, parte de una ola de fuegos que causo graves estragos también en Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela y Argentina. Fueron tan intensos que el denso humo llegó a envolver decenas de ciudades. Durante días o semanas fue imposible ver el horizonte al asomarse a la ventana. Y los gases de efecto invernadero se dispararon a niveles inéditos en 20 años. Los satélites del Servicio de Monitorización Atmosférico europeo Copernicus detectaron una lengua de gas que cruzaba la región en forma de ele.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar

Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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