El dolor innecesario durante la aplicación de un DIU anticonceptivo: “Es como si te estuvieran atornillando por dentro”

Cuando Margarita Díaz (Madrid, 48 años) fue al ginecólogo a ponerse un dispositivo intrauterino (DIU) anticonceptivo por primera vez, no tenía mucha idea de en qué consistía. Su ginecólogo le había recomendado este método para calmar sus dolores menstruales. Leyó algo en internet, pero tampoco encontró mucha información. “El médico me recomendó la Mirena [un DIU hormonal] y no me dijo mucho más. Me explicó que se ponía muy fácil, que es verdad, es rápido, pero no me explicó cómo era”, cuenta. Ya en el consultorio, en el momento de la aplicación, Díaz vivió esa facilidad y rapidez de otra manera: “El dolor inmenso que sentí cuando me lo puso… No tenía ni idea que podía doler tanto”, dice. Un dolor en la zona del útero “como si te estuviesen clavando algo”.

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 El dispositivo de larga duración se utiliza desde hace décadas, pero la experiencia de las mujeres que lo usan ha sido largamente ignorada por los médicos y hospitales  

Cuando Margarita Díaz (Madrid, 48 años) fue al ginecólogo a ponerse un dispositivo intrauterino (DIU) anticonceptivo por primera vez, no tenía mucha idea de en qué consistía. Su ginecólogo le había recomendado este método para calmar sus dolores menstruales. Leyó algo en internet, pero tampoco encontró mucha información. “El médico me recomendó la Mirena [un DIU hormonal] y no me dijo mucho más. Me explicó que se ponía muy fácil, que es verdad, es rápido, pero no me explicó cómo era”, cuenta. Ya en el consultorio, en el momento de la aplicación, Díaz vivió esa facilidad y rapidez de otra manera: “El dolor inmenso que sentí cuando me lo puso… No tenía ni idea que podía doler tanto”, dice. Un dolor en la zona del útero “como si te estuviesen clavando algo”.

“El dolor continuó un rato porque fue muy fuerte. Salí de la consulta muy despacio, prácticamente llorando, me asustó muchísimo”, recuerda.

Los DIU son métodos anticonceptivos de larga duración que se usan desde hace décadas. Sin embargo, el dolor que muchas mujeres experimentan durante su colocación ha sido históricamente minimizado por la medicina y excluido de los protocolos clínicos. La escasa participación femenina en la investigación científica, durante años, contribuyó a esta falta de enfoque. Solo en los últimos tiempos, gracias al testimonio de más mujeres y al aumento de investigadoras, organizaciones médicas y sociedades científicas han empezado a poner atención en este tema para poder ofrecer opciones para el manejo del dolor.

“Se sabía que existía, pero se ha quitado importancia, se ha normalizado”, explica Abel Renuncio, ginecólogo y portavoz de la Sociedad Española de Contraconcepción (SEC). Y agrega: “Se ha considerado que era algo inevitable. Muchas veces hay un proceso de normalización importante en el dolor de la mujer”.

Margarita Díaz en su casa en Madrid.

Existen dos tipos de DIU: el de cobre y el hormonal. Estos métodos duran entre tres y ocho años dependiendo del modelo y son muy eficientes. Según Renuncio, el porcentaje de fallo del DIU hormonal es del 0,2% y del de cobre, 0,8%. Tienen forma de “T” o “Y” y miden entre 30 y 36 milímetros de alto y 28 a 32 de ancho. Ambos están fabricados con plástico, pero al de cobre se añade un alambre de este material (en algunos casos plata u oro) enrollado en el palo vertical.

La aplicación dura entre 5 y 15 minutos y se puede realizar en la consulta ginecológica, con previa evaluación para asegurarse que es una opción segura y otra revisión un mes después. A través de la vagina, el médico introduce, con un aplicador, el DIU por el cuello uterino hasta llegar al útero. Hasta ese momento el DIU está plegado en una especie de tubo para que pueda pasar por el canal cervical. Una vez en posición, dentro del útero, el médico libera el DIU, es decir, se abre en forma de “T” y se finaliza la colocación. Es justamente ahí cuando las mujeres sienten el pico máximo de dolor.

A Claudia Piera (26 años, Barcelona), le indicaron: “Imagina que te estamos metiendo un paraguas dentro del útero”.

“Es como si te estuvieran atornillando por dentro”, cuenta Patricia Parrilla (27 años, Barcelona), que trabaja como recepcionista de hotel, “es una sensación muy desagradable”, agrega. Parrilla había investigado sobre este anticonceptivo con su madre y decidió ponerse el de cobre. Con ella coincide Piera, que es psicóloga: “Es el dolor más grande que he tenido en mi vida”, un dolor que se podía asemejar al de una contracción.

Lo que más impactó a las pacientes fue la poca advertencia sobre lo que iban a sentir. A Piera la ginecóloga le explicó que era una intervención simple, aunque probablemente ese día no pudiese trabajar. Para la inserción le dijo: “No hay anestesia, te va a doler, pero van a ser unos segundos y luego estupenda”, recuerda. Sin embargo, cuando se levantó estuvo a punto de desmayarse, le indicaron que podía ser por el dolor, que le pasaba a algunas pacientes.

El portavoz de la SEC explica que cada paciente tiene experiencias diferentes. Hay quienes sienten un dolor agudo, mientras otras tienen una molestia. O quienes las horas o días posteriores quedan con dolor de ovarios y otras que no sienten nada. Depende de muchas cosas como el tamaño del útero, haber parido o el umbral del dolor.

En España, la SEC realiza cada dos años una encuesta telefónica a casi 2.000 mujeres para consultarles sus métodos anticonceptivos. Según la última del 2024, un 8% utilizaba el DIU, la mayoría el hormonal.

Esta situación ha generado que en los últimos años, hospitales y ginecólogos hayan replanteado sus protocolos. Mariona Rius, ginecóloga del Hospital Clinic de Barcelona, explica: “Teníamos la sedación y teníamos anestesia, ¿por qué hacer sufrir la gente? Esta es un poco la reflexión que hicimos nosotros. Si no hubiéramos tenido tantas pacientes que te dicen que duele tanto, tal vez no lo hubieras planteado”.

Desde hace casi un año el hospital da la opción de hacer el procedimiento bajo sedación. Un método, parecido al que se utiliza en una colonoscopia, que baja el umbral de conciencia con anestesia y en cinco minutos se puede dejar el DIU colocado, explica Rius.

De hecho, Parrilla vivió las dos experiencias. La primera vez que se puso un DIU, a los 19 años, fue tras una intervención por un aborto. Se encontraba sedada y los médicos aprovecharon ese momento para insertarlo. Cuando se despertó, tenía un poco de molestia; pero dolor, nada. Sin embargo, la segunda vez, nadie le explicó lo que podía sentir: “Me sorprendió el nivel de dolor. Terrible la experiencia”. Añade: “Cuando se acaba el dolor, se produce una bajada de tensión. Estuve mucho rato mareada y me tuvieron que venir a buscar”.

Sangrados y dolores

Además de una advertencia sincera, las pacientes reclaman información sobre el método y las posibles secuelas como el sangrado. Valeria Corella (Costa Rica, 27 años) se colocó el DIU hace un año y medio en Madrid, a donde llegó para estudiar un máster en Nutrición. “La atención fue igual que la mayoría de atenciones médicas en España, bastante rápida”, cuenta. Y en esta rapidez, recuerda, se obvió información importante. Corella sangró durante varios meses, pero nadie le había advertido que podía pasar. “Yo le preguntaba a amigos, porque el doctor no me aclaró dudas; no sabía si era normal”, cuenta. Y reclama que tampoco le dijeron cuándo podía tener relaciones seguras.

Las mujeres piden también más información sobre el anticonceptivo en sí. A muchas no se les explicó la diferencia entre el DIU de cobre y el hormonal, que el sangrado menstrual podía disminuir o aumentar dependiendo del dispositivo, o que la dismenorrea podía mantenerse durante días. Muchas llegan a la consulta con cierta información porque la han buscado por internet o han consultado con sus amigas.

Valeria Corella en el parque Jardines de San Fernando en Madrid.

Para el portavoz de la SEC, una de las razones por las que puede suceder esto es por saturación del sistema sanitario. Rius, del Hospital Clinic, admite que la sedación puede alargar el procedimiento, pero igual están dispuestos a practicarla. “Si nosotros pensamos que la paciente la necesita, tenemos que luchar para que así sea, aunque la lista de espera sea un pelín más larga. Tenemos que ser resistentes a la presión”, indica.

Protocolos a seguir

En España no existe una guía nacional unificada para la inserción del DIU, y aunque algunas comunidades autónomas cuentan con protocolos ginecológicos, no todos abordan el manejo del dolor. En 2024, la Sociedad Española de Contracepción (SEC) publicó dos protocolos para cada tipo de DIU, pero estos solo ofrecen recomendaciones para aliviar el dolor en situaciones concretas.

Según Renuncio, los estudios disponibles no respaldan el uso rutinario de tratamientos para reducir el dolor durante la inserción. No obstante, en casos particulares —como dificultades en la dilatación del cuello uterino, inserciones fallidas o presencia de estenosis cervical— sí se sugieren opciones como el misoprostol, anestésicos locales como la lidocaína o antiinflamatorios no esteroideos. De todas formas, resalta que “la ciencia está en continuo cambio”, por lo que los protocolos van actualizándose.

En Estados Unidos, donde el DIU se utiliza desde los años sesenta, el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG, por sus siglas en inglés) publicó en mayo de este año la “largamente esperada” guía que contempla el manejo del dolor en procedimientos uterinos y cervicales en la consulta, según su nota de prensa. Asegura que existe una urgencia para que los médicos comprendan, reconozcan y aborden las opciones de manejo del dolor. Además, que las pacientes tengan autonomía y conocimiento sobre sus alternativas.

En esta guía sí se recomienda que los médicos ofrezcan anestésicos locales como aerosol de lidocaína, crema de lidocaína y prilocaína y bloqueo paracervical. De todas formas, la guía reconoce que no existe una práctica única y claramente óptima para tratar el dolor, por lo que recomienda brindar asesoramiento individualizado a cada paciente.

Quienes han compartido su experiencia aseguran que, pese al dolor, volverían a elegir el DIU como anticonceptivo por su efectividad y duración. Margarita Díaz, que trabaja como consultora informática y acompañando a personas en procesos de respiración, considera que el proceso podría mejorar con más información y con un trato más comprensivo. “Tengo la sensación de que solo me duele a mí, pero sé que es algo muy normal. Sientes que te tratan como un número, como un objeto”, dice.

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