El día después de la opa: el BBVA, nuevo objeto de deseo

Imanol Pradales, el lehendakari vasco, del PNV que ahora controla Aitor Esteban –el del tractor de Mariano Rajoy–, ha dicho nada más fracasar la opa del BBVA sobre el Sabadell que espera «un banco más vasco». La entidad que preside Carlos Torres, que no ve motivo para dimitir, tiene su sede en Bilbao, su dirección en Madrid y su principal negocio en México. Tampoco hay vascos notables en sus órganos rectores. El último fue José Ignacio Goirigolzarri, que dejó la entidad por desavenencias con el anterior presidente, Francisco González, que intentó perpetuarse al frente de la entidad. Pradales y Esteban han estado de perfil mientras la opa permanecía viva. Tampoco tenían muchas más opciones. Ahora, sin embargo, todo indica que creen que pueden volver a influir en un banco que la burguesía vasca –bilbaína sobre todo– y el PNV siempre consideraron como algo muy suyo. El batacazo que se ha dado Carlos Torres les abre un abanico de oportunidades, pero no solo a ellos, sino también al Gobierno e incluso a otras entidades como el Santander de Ana Botín que, de momento, es el gran triunfador, aunque indirecto, de la opa. El Santander, en medio del revuelo, compró a buen precio del TSB británico al Sabadell, que quería hacer caja para repartir un dividendo extra como gancho para fidelizar accionistas.

El PNV ya controla, por diversos medios, Kutxabank –las antiguas cajas de ahorros vascas fusionadas en un banco–, que preside Antón Arriola. Es la octava entidad financiera de España, pero con 67.000 millones de activos, es un pigmeo comparado con los 430.000 millones del BBVA. Por otra parte, un cambio de Gobierno en el País Vasco puede afectar a la gobernanza de Kutxabank. Por eso, la posibilidad de influir en el BBVA parece irresistible. Carlos Torres, sin duda, se acercará y se mostrará colaborador con el PNV, por una parte, y con el Gobierno de Sánchez, por otra. Puede no ser suficiente. El Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde y que tutela a las grandes entidades financieras, no le moverá la silla a Torres, pero no impedirá que se la retiren si su sustituto reúne las condiciones adecuadas. Los fondos de inversión accionistas del BBVA, que al final no han secundado la opa, tampoco pondrían inconvenientes. En la city londinense, según Financial Times, ya preguntan por el proyecto del BBVA más allá de repartir dividendo y devolver capital. El asunto es quien tira la primera piedra. Alguien lo hará.

Manuel de la Rocha, el principal asesor económico de Pedro Sánchez, más influyente incluso que Diego Rubio, el jefe de gabinete del presidente, participó de forma activa en la compra de un porcentaje de Telefónica por el Estado, a través de la SEPI, que preside Belén Gualda. La operación se justificó para contrarrestar la adquisición de un 10% de la compañía por Saudi Telecom Company (STC), la principal empresa de telecomunicaciones de Arabia Saudí. La SEPI compró un 10% de la operadora española, por 2.280 millones de euros y nombró un consejero, Carlos Ocaña, que ahora es vicepresidente de la compañía. El Gobierno, además, instó y logró la sustitución de José María Álvarez Pallete por Marc Murtra en la presidencia del gigante teleco.

El BBVA es caza todavía mayor que Telefónica. Un 10% de la entidad vale unos 10.000 millones, pero ante una amenaza –sobre todo extranjera–, ya sea real o sobrevenida, siempre existiría la posibilidad de que la SEPI empezara a tomar posiciones. Si algo tiene el Gobierno de Sánchez, al margen de que la inefable María Jesús Montero presente o no presupuestos, es dinero. La subida en frío y en caliente de impuestos y los fondos Next Generation hacen que el inquilino de la Moncloa sea el presidente con menos agobios financieros en décadas. Sánchez, por otra parte, todavía necesita al PNV, como también a ese Carlos Puigdemont que exigía que el Sabadell conservara su catalanidad.

El problema de ciertas operaciones es que sobre el papel son muy viables e incluso evidentes, pero luego la realidad no es tan simple. La opa fallida del BBVA es el mejor ejemplo, como han comprobado Carlos Torres y su consejero delegado Onur Genç. Defenderán sus puestos, pero si hay movimientos corporativo-políticos no los tienen garantizados. José Ignacio Goirigolzarri –Goiri– es, por supuesto, el nombre obvio para presidir el BBVA si hubiera un cambio. Del «mismo Bilbao» fue el hombre que hizo el BBVA moderno hasta que Francisco González prescindió de él, sobre todo porque era un rival para su continuidad. Goiri luego fue presidente de Bankia y de Caixabank. Para el BBVA tendría el visto bueno del PNV y del BCE, aunque no se lleva muy allá con José Luis Escrivá, gobernador del Banco de España. Sería, por supuesto, un presidente de transición, aunque podría dar un impulso a la entidad.

Mientras en el Santander observan y esperan. Ahí están por si hay una oportunidad. Es otra historia, pero en el Sabadell, los «héroes» de la opa, Oliu y González-Bueno, también saben que la entidad no tiene tamaño para seguir siempre independiente y algo buscarán. En la Moncloa tienta la idea de poner un pie en el BBVA, pero tienen que elaborarlo más y justificarlo. Todo empezaría con una llamada o una insinuación al lehendakari Pradales.

 El PNV quiere un banco más vasco, en la Moncloa recuerdan la operación Telefónica y en el Banco Santander observan y esperan oportunidades  

Imanol Pradales, el lehendakari vasco, del PNV que ahora controla Aitor Esteban –el del tractor de Mariano Rajoy–, ha dicho nada más fracasar la opa del BBVA sobre el Sabadell que espera «un banco más vasco». La entidad que preside Carlos Torres, que no ve motivo para dimitir, tiene su sede en Bilbao, su dirección en Madrid y su principal negocio en México. Tampoco hay vascos notables en sus órganos rectores. El último fue José Ignacio Goirigolzarri, que dejó la entidad por desavenencias con el anterior presidente, Francisco González, que intentó perpetuarse al frente de la entidad. Pradales y Esteban han estado de perfil mientras la opa permanecía viva. Tampoco tenían muchas más opciones. Ahora, sin embargo, todo indica que creen que pueden volver a influir en un banco que la burguesía vasca –bilbaína sobre todo– y el PNV siempre consideraron como algo muy suyo. El batacazo que se ha dado Carlos Torres les abre un abanico de oportunidades, pero no solo a ellos, sino también al Gobierno e incluso a otras entidades como el Santander de Ana Botín que, de momento, es el gran triunfador, aunque indirecto, de la opa. El Santander, en medio del revuelo, compró a buen precio del TSB británico al Sabadell, que quería hacer caja para repartir un dividendo extra como gancho para fidelizar accionistas.

El PNV ya controla, por diversos medios, Kutxabank –las antiguas cajas de ahorros vascas fusionadas en un banco–, que preside Antón Arriola. Es la octava entidad financiera de España, pero con 67.000 millones de activos, es un pigmeo comparado con los 430.000 millones del BBVA. Por otra parte, un cambio de Gobierno en el País Vasco puede afectar a la gobernanza de Kutxabank. Por eso, la posibilidad de influir en el BBVA parece irresistible. Carlos Torres, sin duda, se acercará y se mostrará colaborador con el PNV, por una parte, y con el Gobierno de Sánchez, por otra. Puede no ser suficiente. El Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde y que tutela a las grandes entidades financieras, no le moverá la silla a Torres, pero no impedirá que se la retiren si su sustituto reúne las condiciones adecuadas. Los fondos de inversión accionistas del BBVA, que al final no han secundado la opa, tampoco pondrían inconvenientes. En la city londinense, según Financial Times, ya preguntan por el proyecto del BBVA más allá de repartir dividendo y devolver capital. El asunto es quien tira la primera piedra. Alguien lo hará.

Manuel de la Rocha, el principal asesor económico de Pedro Sánchez, más influyente incluso que Diego Rubio, el jefe de gabinete del presidente, participó de forma activa en la compra de un porcentaje de Telefónica por el Estado, a través de la SEPI, que preside Belén Gualda. La operación se justificó para contrarrestar la adquisición de un 10% de la compañía por Saudi Telecom Company (STC), la principal empresa de telecomunicaciones de Arabia Saudí. La SEPI compró un 10% de la operadora española, por 2.280 millones de euros y nombró un consejero, Carlos Ocaña, que ahora es vicepresidente de la compañía. El Gobierno, además, instó y logró la sustitución de José María Álvarez Pallete por Marc Murtra en la presidencia del gigante teleco.

El BBVA es caza todavía mayor que Telefónica. Un 10% de la entidad vale unos 10.000 millones, pero ante una amenaza –sobre todo extranjera–, ya sea real o sobrevenida, siempre existiría la posibilidad de que la SEPI empezara a tomar posiciones. Si algo tiene el Gobierno de Sánchez, al margen de que la inefable María Jesús Montero presente o no presupuestos, es dinero. La subida en frío y en caliente de impuestos y los fondos Next Generation hacen que el inquilino de la Moncloa sea el presidente con menos agobios financieros en décadas. Sánchez, por otra parte, todavía necesita al PNV, como también a ese Carlos Puigdemont que exigía que el Sabadell conservara su catalanidad.

El problema de ciertas operaciones es que sobre el papel son muy viables e incluso evidentes, pero luego la realidad no es tan simple. La opa fallida del BBVA es el mejor ejemplo, como han comprobado Carlos Torres y su consejero delegado Onur Genç. Defenderán sus puestos, pero si hay movimientos corporativo-políticos no los tienen garantizados. José Ignacio Goirigolzarri –Goiri– es, por supuesto, el nombre obvio para presidir el BBVA si hubiera un cambio. Del «mismo Bilbao» fue el hombre que hizo el BBVA moderno hasta que Francisco González prescindió de él, sobre todo porque era un rival para su continuidad. Goiri luego fue presidente de Bankia y de Caixabank. Para el BBVA tendría el visto bueno del PNV y del BCE, aunque no se lleva muy allá con José Luis Escrivá, gobernador del Banco de España. Sería, por supuesto, un presidente de transición, aunque podría dar un impulso a la entidad.

Mientras en el Santander observan y esperan. Ahí están por si hay una oportunidad. Es otra historia, pero en el Sabadell, los «héroes» de la opa, Oliu y González-Bueno, también saben que la entidad no tiene tamaño para seguir siempre independiente y algo buscarán. En la Moncloa tienta la idea de poner un pie en el BBVA, pero tienen que elaborarlo más y justificarlo. Todo empezaría con una llamada o una insinuación al lehendakari Pradales.

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