El cambio de actitud de Trump hacia Putin: de llamarle “genio” a darle un ultimátum

Donald Trump creía que su sintonía y su admiración por Vladímir Putin, unidas a la capacidad que se suponía a sí mismo en el plano en el que solo se comunican los “hombres fuertes”, bastarían para, como prometió insistentemente en la campaña que lo llevó de vuelta a la Casa Blanca, acabar con la guerra de Ucrania “en un solo día”. Seis meses y 24 horas después, el final de esa guerra no solo parece lejos, sino que la agresión rusa está registrando uno de sus picos de intensidad, con la suma de una ofensiva terrestre en varios puntos y algunos de los ataques aéreos más intensos desde que empezó la invasión, hace tres años y medio, ya. Entonces, Trump definió al líder ruso como “un genio”.

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 Algunos analistas temen que el plazo de 50 días que Washington otorga a Moscú para negociar una paz sirva de permiso para seguir atacando Ucrania, que se enfrenta a “un largo verano sangriento”  

Donald Trump creía que su sintonía y su admiración por Vladímir Putin, unidas a la capacidad que se suponía a sí mismo en el plano en el que solo se comunican los “hombres fuertes”, bastarían para, como prometió insistentemente en la campaña que lo llevó de vuelta a la Casa Blanca, acabar con la guerra de Ucrania “en un solo día”. Seis meses y 24 horas después, el final de esa guerra no solo parece lejos, sino que la agresión rusa está registrando uno de sus picos de intensidad, con la suma de una ofensiva terrestre en varios puntos y algunos de los ataques aéreos más intensos desde que empezó la invasión, hace tres años y medio, ya. Entonces, Trump definió al líder ruso como “un genio”.

La apuesta del presidente de Estados Unidos fue al principio empujar por una desescalada, suspender envíos de ayuda militar a Kiev y presionar a Ucrania para que olvide algunas de sus líneas rojas. Esta semana, Trump cambió de actitud y de estrategia con Putin al amenazarlo con la imposición de aranceles secundarios del 100% si en el plazo de 50 días no llega la paz. También, con la aprobación del envío de baterías antiaéreas Patriot de fabricación estadounidense a Ucrania, que pagarán los socios europeos de la OTAN. Y lo hizo en el Despacho Oval: el mismo escenario en el que en febrero pasado humilló a gritos al presidente ucranio, Volodímir Zelenski, en un gesto que se interpretó como una aproximación al Kremlin sin precedentes en Washington.

Cuando dio el volantazo esta semana, Trump dijo que se sentía “muy, muy decepcionado” con Putin por decir que quiere la paz y después hacer lo contrario. “Nuestras conversaciones son siempre son muy agradables. (…) Y esa misma noche estallan los misiles”, explicó el presidente estadounidense, que introdujo por sorpresa el factor de su esposa, la primera dama Melania Trump, en la ecuación de la política exterior de la primera potencia mundial. “Cuando regreso a casa y le cuento que hablé con Vladímir y que la conversación fue maravillosa, ella me contesta: ‘¿En serio? Pues acaban de atacar otra ciudad».

Trump y Zelenski, en el Despacho Oval, el pasado mes de febrero.

“Parece claro que Trump subestimó el compromiso de Putin con sus objetivos bélicos originales», explica en una conversación telefónica Charles A. Kupchan, profesor de Relaciones Internacionales de Georgetown y miembro de Consejo de Relaciones Exteriores (CFR son las siglas en inglés de este laboratorio de análisis de Washington). “Al principio [de su segundo mandato], cuando Trump empezó a cortejar a Putin, amenazó con dejar la OTAN y culpó a Ucrania de la guerra, me quedó claro que eso no iba a funcionar, que si cualquier acercamiento al presidente ruso no se acompaña de críticas y de promesas de ayuda a Kiev, la cosa no funciona. Trump ha cambiado de idea porque tenía que hacerlo. Se ha dado cuenta de que el final de la guerra solo llegará si Ucrania cuenta con todo lo necesario para defenderse”, considera el experto, que añade que “claramente, [Trump] no quiere pasar a la historia como el presidente que dejó caer a Ucrania”.

Kupchan también achaca la pérdida de estos seis meses a la “inexperiencia” de la Administración de Trump. “Tenías a dos novatos como [el secretario de Defensa, Pete] Hegseth o [el enviado especial para Ucrania, Steve] Witkoff y enfrente a Putin y [el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi] Lavrov: esos dos llevan toda la vida manejando asuntos diplomáticos y geopolíticos». “En Washington han declarado la guerra a los expertos, a los que el Gobierno y sus simpatizantes identifican con eso que llaman ‘el Estado profundo”, recuerda el analista. “La mala gestión de esta crisis es un daño colateral de esa guerra contra el conocimiento”.

Muchos de esos expertos se preguntan ahora si los 50 días de ultimátum no son en realidad un largo permiso a Putin para que continúe impunemente con su ofensiva. “Todos sabemos que en las dinámicas de alto el fuego, las partes apuran hasta el final para seguir haciendo daño, así que creo que probablemente se trata de un plazo demasiado largo”, aclaró este sábado desde el Reino Unido Judah Grunstein, director de la revista World Politics Review. “Putin no responde bien a los ultimátums. Los ignora, y sospecho que lo hará una vez más”. “Ucrania se enfrenta a un verano largo y sangriento”, se teme Kupchan.

Presión “secundaria”

Estos días, el Kremlin ha dado a entender que no siente demasiada presión ante las últimas amenazas de Washington. La relación comercial es casi inexistente entre ambos países (lo que queda tras las diferentes rondas de sanciones son intercambios por valor de unos 3.000 millones de dólares), así que la presión de Estados Unidos solo puede ser “secundaria”. Afectará a los países que aún compran energía a Moscú (lo cual obligará a China o la India a escoger con quién prefieren hacer negocios), así como a su capacidad de hacerse con la tecnología necesaria para el armamento. Rusia coquetea con la recesión, pero Putin está convencido de la resiliencia de su economía, y de que esta le permitirá continuar con su aventura bélica.

Además, los aranceles de Trump pararon la tramitación de una ley con medidas mucho más severas, y gravámenes secundarios hasta el 500%, en el Congreso, donde los trumpistas contrarios a ayudar a Kiev corren ahora a cambiar de chaqueta.

En cuanto al envío de los Patriot, parece evidente que contar con ellos no hará que Ucrania gane la guerra (“lo mejor que puede pasar”, considera Kupchan, es que las líneas se queden donde están hoy, y que el 80% de Ucrania continúe su vida como Estado libre e independiente»), pero al menos suponen una “inyección de moral” para Zelenski y la prueba que faltaba de que “Washington está de nuevo del lado de Kiev”, dice Grunstein. Para Condoleezza Rice, secretaria de Estado con George Bush hijo, también envían un mensaje, según dijo esta semana el Foro de Seguridad del Instituto Aspen, celebrado en Colorado: “A Putin no se le gana con palabras”.

Al confirmar el envío de los Patriot en el Despacho Oval, Trump trató de salvar las apariencias culpando a otro (en este caso, Joe Biden, porque la de Ucrania, insiste, es “la guerra de Biden”, que con él al cargo no habría empezado) y diciendo que Putin ha tomado el pelo a todos sus predecesores menos a él: llegó al Kremlin con Bill Clinton en la Casa Blanca, así que ha tenido enfrente a George Bush hijo, a Barack Obama y a Biden.

Ni Kupchan ni Grunstein coinciden con ese análisis. “Trump se engañó a sí mismo. Guiado por su débil ego, necesitaba creer a alguien a quien admira, como el presidente ruso, un tipo duro, un mafioso, un hombre fuerte”, advierte Grunstein, que considera que el presidente estadounidense, “cobarde en la confrontación”, no está hecho de esa pasta. “Así que el único engañado ha sido él, al pensar que estaba al mismo nivel que Putin”. Maggie Haberman, periodista de The New York Times con décadas de experiencia en seguir a Trump, advirtió esta semana en un videoanálisis que a este no le preocupa tanto que Putin “marche sobre Europa” como que parezca que “le han tomado el pelo o que es débil”.

Kupchan, por su parte, considera que la “prudencia” de Biden fue acertada, dado que “este conflicto no está tan lejos de la Tercera Guerra Mundial, así que había que ser cautelosos”. “Ahora bien”, añade el analista, “ojalá hubiera hecho lo que está haciendo Trump ahora: acabar por todos los medios con la guerra». La incógnita que este experto, ni ningún otro, está en condiciones de despejar es si el aparente cambio de actitud de Trump hacia Putin servirá para lograrlo esta vez.

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