El propósito fundamental de Boca en el Mundial de Clubes era dignificar un escudo histórico que se había manchado con el paso de las frustraciones. Quedó disuelta la resistencia del conjunto argentino por culpa de una genialidad de Olise en el 84 que echó por tierra el propósito del equipo de Russo, tan resistente como frágil cuando la industria bávara decidió poner fin a la interminable fiesta del mayor animador del torneo. «Siempre nos quedará Miami», pensará la hinchada que expresó su pasión hasta después de la derrota que, salvo debacle de Benfica en la jornada final. El propósito fundamental de Boca en el Mundial de Clubes era dignificar un escudo histórico que se había manchado con el paso de las frustraciones. Quedó disuelta la resistencia del conjunto argentino por culpa de una genialidad de Olise en el 84 que echó por tierra el propósito del equipo de Russo, tan resistente como frágil cuando la industria bávara decidió poner fin a la interminable fiesta del mayor animador del torneo. «Siempre nos quedará Miami», pensará la hinchada que expresó su pasión hasta después de la derrota que, salvo debacle de Benfica en la jornada final.
El propósito fundamental de Boca en el Mundial de Clubes era dignificar un escudo histórico que se había manchado con el paso de las frustraciones. Quedó disuelta la resistencia del conjunto argentino por culpa de una genialidad de Olise en el 84 que echó por tierra el propósito del equipo de Russo, tan resistente como frágil cuando la industria bávara decidió poner fin a la interminable fiesta del mayor animador del torneo. «Siempre nos quedará Miami», pensará la hinchada que expresó su pasión hasta después de la derrota que, salvo debacle de Benfica en la jornada final.
La vida de Boca es un estado transitorio que va de la pena a la alegría de un modo frenético. Por suerte para el club, los aficionados, cuando termina el encuentro, logran poner la aguja justo en el centro, donde está el escudo del ‘Xeneize‘ que lo compensa todo. La energía con la que se comporta el cuadro argentino es difícil de igualar. Pero el Bayern es la peor pesadilla para los soñadores. Es una maquinaria preparada para apaciguar la tormenta que quiso generar el equipo argentino con una previa a la altura de su historia.
En cuanto Alireza Faghani, el iraní nacionalizado australiano, pitó el inicio del partido se puso en marcha la maquinaria de Kompany. El club alemán, como otros con su mismo recorrido, tiene la capacidad para no perder el sentido común y aislarse de las circunstancias emocionales como las que impuso un fondo de Boca abarrotado. A los 10 minutos se cayó un jarro de agua fría en el cuerpo de Russo, el redentor de un club que intenta sacudirse los oscuros tiempos en la Libertadores, en cuya última edición ni siquiera ha participado.
Olise aseguró haber marcado un gol olímpico, hasta que el VAR le negó la entrada triunfal por una falta de Gnabry sobre Marchesin. Cada equipo tiene lo suyo en este Mundial de Clubes. Porque la eliminación del Bayern a manos del Inter de Milán en cuartos siempre supone un problema sistémico para una entidad acostumbrada, como otras de su nivel, a estar, como mínimo, en la convocatoria de semifinales. Tanto rondaba el gol el equipo alemán ante un conjunto que achicaba agua, que acabó llegando por insistencia. Gracias a Harry Kane.
La historia del inglés es la del alumno ejemplar que durante años se pasa estudiando en un rincón de un aula donde la única salida es ser parte de un sistema de derrotas y conformismo del que le ha liberado el Bayern. Hubiera sido ídolo igualmente en el Tottenham, pero como esos líderes de la oposición a los que se les valora pasar de un 3% de votos a un 5% y se les entierra como líderes eternos de la derrota.
Hasta que apareció una de esas ideas revolucionadas que llevan un apellido muy claro: Merientel. Es el jugador del que uno se enamora en los torneos cortos, como James en el Mundial 2014; El-Hadji Diouf en el Mundial 2002; Roman Pavlyuchenko en la Euro 2008 o Éder marcando el gol de la Eurocopa de Portugal en 2016. El tanto fue totalmente incendiario, pero Bayern tuvo la astucia suficiente para apagar un gol que había tardado un mundo en llegar. Olise, con un remate de seda, salió de la ‘Boca del lobo’, donde se queda el Xeneize, a la espera de un milagro.
Diario de Mallorca – Deportes