Hay una imagen muy comentada en EEUU que tiene a dos jugadores del Atlético como protagonistas. Se trata de Llorente y Griezmann, que en la previa al decisivo duelo contra el Botafogo en el Mundial de Clubes, desconectaban jugando al baloncesto en una cancha de Venice Beach, en Los Ángeles. Es el vivo reflejo de lo que es este torneo para muchos jugadores europeos: la antesala de las vacaciones, que dan por ganadas después de una temporada de trabajo. Sin embargo, los equipos, y también los aficionados, piensan justo lo contrario. Hay una imagen muy comentada en EEUU que tiene a dos jugadores del Atlético como protagonistas. Se trata de Llorente y Griezmann, que en la previa al decisivo duelo contra el Botafogo en el Mundial de Clubes, desconectaban jugando al baloncesto en una cancha de Venice Beach, en Los Ángeles. Es el vivo reflejo de lo que es este torneo para muchos jugadores europeos: la antesala de las vacaciones, que dan por ganadas después de una temporada de trabajo. Sin embargo, los equipos, y también los aficionados, piensan justo lo contrario.
Hay una imagen muy comentada en EEUU que tiene a dos jugadores del Atlético como protagonistas. Se trata de Llorente y Griezmann, que en la previa al decisivo duelo contra el Botafogo en el Mundial de Clubes, desconectaban jugando al baloncesto en una cancha de Venice Beach, en Los Ángeles. Es el vivo reflejo de lo que es este torneo para muchos jugadores europeos: la antesala de las vacaciones, que dan por ganadas después de una temporada de trabajo. Sin embargo, los equipos, y también los aficionados, piensan justo lo contrario.
Este torneo está siendo un malestar continuo para el Atlético, que empezó con un golpe en la espalda contra el PSG, del que todavía no se ha recuperado. La alegría del triunfo contra el Seattle, donde lo mejor fue el resultado, duró lo que tardó el Botafogo en darle la vuelta al grupo B con triunfo meritorio ante el conjunto de Luis Enrique. A partir de ahí, la teoría del milagro, que pasa por dos escenarios: o bien ganar el equipo brasileño por más de tres goles o vencer y esperar una carambola histórica como sería la derrota del PSG ante los Sounders.
Ninguna de las dos tiene fácil consecución. Por un lado, el Fogão es líder de grupo gracias, precisamente, a su consistencia defensiva. «Creo que es el equipo que mejor nos ha defendido en toda la temporada, tanto en Liga como en Champions. Fueron eficientes y solidarios. Jugaron muy bien. No nos esperaron en bloque bajo desde el principio, tuvieron oportunidad de hacer transiciones y marcaron un gol con una gran acción de Igor Jesus que les dio mucha moral. Les felicito», aseguraba Luis Enrique tras un 0-1 para el que no puso ningún tipo de excusa.
Justo al revés que un Atlético que ha sido incapaz de armar un entramado defensivo que le permita afrontar una final de este tipo con seguridad. Después de un paseo militar del PSG, el conjunto rojiblanco sufrió más de la cuenta ante el que es claramente el peor equipo del grupo. Un Seattle que, simplemente cargando de jugadores del área, fue capaz de llegar al límite a los de Simeone. A esto hay que sumarle, para que salgan plenamente las cuentas, una eficacia ofensiva infalible, otra cuestión que está lejos de ser realidad.
El más señalado en los dos primeros partidos del Atlético ha sido Sorloth, porque ha malogrado dos ocasiones a puerta vacía. Pero el problema es estructural. En la mejor racha de victorias en la historia rojiblanca, que duró 15 partidos, el aporte de los suplentes fue fundamental para mantener el ritmo. A estas alturas de la temporada, que agoniza para los europeos, no queda nada de aquella vieja pólvora. Ni siquiera en el caso de Julián Álvarez, que ha estado más desaparecido de la cuenta en este Mundial de Clubes al que directamente no ha comparecido Griezmann.
Esto ha provocado que hombres como Pablo Barrios hayan decidido asumir el protagonismo atacante, convirtiéndose en torpederos desde fuera del área. El único recurso que le ha funcionado mínimamente al Atlético. Desde el club se transmite, por enésima vez, el relato de no rendirse, la conjura de estar juntos y lugares comunes que dejaron de tener efecto después del penalti con doble toque fallado de Julián Álvarez. Ahí se desmoronó la ilusión de un equipo que hasta entonces parecía capacitado para ganarlo todo.
«Le decimos a la gente que confíe, lo vamos a dar todo», se conjuraba Julián Álvarez, pero la necesidad de terminar con esta temporada y retomar el ánimo, pero también el proyecto, de cara a la próxima es el punto donde convergen todos los estamentos del club. Incluso Simeone parece mostrar signos de agotamiento después de un curso interminable. Ahora bien, si hay alguien capaz de darle la vuelta al asunto es el argentino, para lo bueno y para lo malo, el ‘Rey Sol’ de un Atlético de Madrid que intentará que su Mundial de Clubes no se convierta en una noche profunda.
Diario de Mallorca – Deportes