Las muertes de Arooj y Aneesa, dos hermanas de 24 y 21 años de Terrassa (Barcelona) que fueron asesinadas en mayo de 2022 por parientes en Pakistán, iba camino de quedar sin castigo. Pese a las promesas de mano dura de las autoridades, los seis detenidos por el doble “crimen de honor” —del que cada año son víctimas medio millar de mujeres solo en ese país— fueron absueltos. Entre ellos, dos de sus hermanos, Shehryar y Asfandyar, a quienes el tribunal exculpó porque recibieron el perdón de sus padres. Los hermanos regresaron, pero ahora se enfrentan a la justicia española, que acaba de dejarles a un paso del banquillo de los acusados no por los asesinatos (que se cometieron en Pakistán), pero sí por los delitos de matrimonio forzado, maltrato habitual y coacciones.
El padre de las jóvenes de Terrassa Arooj y Aneesa, de 24 y 21 años, consintió presuntamente el doble crimen que acabó sin castigo en el país asiático
Las muertes de Arooj y Aneesa, dos hermanas de 24 y 21 años de Terrassa (Barcelona) que fueron asesinadas en mayo de 2022 por parientes en Pakistán, iba camino de quedar sin castigo. Pese a las promesas de mano dura de las autoridades, los seis detenidos por el doble “crimen de honor” —del que cada año son víctimas medio millar de mujeres solo en ese país— fueron absueltos. Entre ellos, dos de sus hermanos, Shehryar y Asfandyar, a quienes el tribunal exculpó porque recibieron el perdón de sus padres. Los hermanos regresaron, pero ahora se enfrentan a la justicia española, que acaba de dejarles a un paso del banquillo de los acusados no por los asesinatos (que se cometieron en Pakistán), pero sí por los delitos de matrimonio forzado, maltrato habitual y coacciones.
El juez de Terrassa Sergi Casares ha dado por finalizada la instrucción y ve indicios suficientes para llevar a juicio a tres personas: los dos hermanos y también el padre, Ghulam Abbas, por los mismos delitos. El padre, además, está siendo investigado en una pieza paralela que sigue instruyéndose en la Audiencia Nacional como presunto inductor del crimen. Según la Fiscalía, Abbas, que fue detenido por los Mossos d’Esquadra en febrero de 2023, participó en el plan que acabó con el asesinato brutal de las dos hermanas en su pueblo natal, Nothia, en el Gujrat (este de Pakistán). De modo que, aunque no se haya podido castigar a los autores materiales, es posible que pueda llevarse al banquillo al presunto autor intelectual.
A la espera de ver cómo acaba la investigación en la Audiencia Nacional, el auto de procesamiento de Terrassa, al que ha accedido EL PAÍS, explica que Abbas por lo menos consintió que sus dos hijas (los otros tres son varones) fueran eliminadas tras negarse a continuar con sus matrimonios forzados. El padre, en cualquier caso, “urdió junto a sus familiares el plan para engañar a sus hijas y lograr así que se desplazaran hasta Pakistán con el fin de limpiar su honor y el de la familia”, concluye el juez. La familia hizo creer a Arooj y Aneesa que su madre, Azra Bibi —que estaba en Pakistán desde hacía dos meses—, estaba enferma, motivo por el que las jóvenes, que ya habían huido de los maltratos del padre y de su hermano Shehryar, accedieron a subirse a un avión.
La familia quería que ambas regresaran a España con el compromiso firme de solicitar la reagrupación familiar para que sus maridos, parientes también, obtuvieran el permiso de residencia y trabajo: ese había sido, desde el principio, el propósito de dos enlaces consumados contra la voluntad de las hermanas. Pero cuando, ya en su pueblo, las jóvenes expresaron su deseo de liberarse de esos matrimonios y vivir sus propias vidas en Terrassa, las cosas se complicaron rápidamente. Los familiares reaccionaron de forma airada. Apenas dos días después de llegar a Pakistán, fueron asesinadas a manos de un tío y de Shehryar, que las estrangularon.
La policía del Gujrat detuvo a seis personas y avanzó que, con toda probabilidad, no saldrían de prisión. El código penal de Pakistán castiga con la pena de muerte o la cadena perpetua los llamados crímenes de honor. A la hora de la verdad, sin embargo, el proceso penal quedó en nada. Un tribunal de Kharian absolvió a los seis. A unos, por falta de pruebas. Y a los hermanos, porque los padres les concedieron el perdón. La reforma penal de 2016 eliminó, sobre el papel, que el perdón extinga la responsabilidad de los autores, pero según artículos doctrinales consultados, da margen de interpretación a los jueces sobre si a sus ojos se trata o no de uno de esos crímenes.

La rebelión de dos hermanas sometidas
El padre, Ghulam Abbas, trabajaba en un colmado en Terrassa y tenía la residencia permanente en España desde 2015. Dos años después, tramitó por reagrupación familiar la llegada de sus dos hijos menores de edad, Aneesa y Shehryar. La adolescente, relata el juez, era constantemente “controlada” por el padre y el hermano, que le negaron cualquier “posibilidad de relacionarse con personas ajenas al ámbito estrictamente familiar”. Ambos la maltrataron físicamente de forma reiterada, según ha puesto de relieve la investigación, hasta el punto de que, después de una discusión, Aneesa intentó suicidarse en diciembre de 2018.
La familia ya había casado a la hermana mayor, Arooj, con un primo en Pakistán. Después llegó el turno de Aneesa, que al cumplir los 18 fue trasladada a Pakistán para que contrajera matrimonio con otro primo. De vuelta a España sin sus maridos, las hermanas llevaban una vida sin relaciones sociales. Aneesa se pasaba el día ayudando en el colmado, donde su padre era empleado, mirando telenovelas de su país. Y Arooj, sometida también a las mismas situaciones de control y malos tratos.
Las hermanas nunca habían aceptado sus matrimonios y consumaron su rebelión, la que iba a costarles la vida, a partir de 2021. Pese a la oposición del padre y el hermano, Aneesa abandonó el domicilio familiar de Terrassa y empezó una relación sentimental con un joven pakistaní afincado en Barcelona. “Desde ese momento, la relación paternofilial quedó rota porque el progenitor no aceptaba la relación”, escribe el juez. Meses más tarde, Arooj dio el mismo paso: se instaló primero en Cornellà y se fue a vivir más tarde, realquilada en una habitación, junto a su hermana.
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