El año 2024 será complicado de olvidar para miles de mallorquinistas. Han sido doce meses de pura emoción, nervios, enfados, despedidas y que acaban con una nueva ilusión. De casi conseguir la Copa del Rey a volver a soñar con pasear el escudo del Mallorca por Europa. Entre medias, un adiós doloroso para muchos con la marcha de Javier Aguirre y una nueva esperanza con Jagoba Arrasate, que ha caído de pie en la isla. El año 2024 será complicado de olvidar para miles de mallorquinistas. Han sido doce meses de pura emoción, nervios, enfados, despedidas y que acaban con una nueva ilusión. De casi conseguir la Copa del Rey a volver a soñar con pasear el escudo del Mallorca por Europa. Entre medias, un adiós doloroso para muchos con la marcha de Javier Aguirre y una nueva esperanza con Jagoba Arrasate, que ha caído de pie en la isla.
El año 2024 será complicado de olvidar para miles de mallorquinistas. Han sido doce meses de pura emoción, nervios, enfados, despedidas y que acaban con una nueva ilusión. De casi conseguir la Copa del Rey a volver a soñar con pasear el escudo del Mallorca por Europa. Entre medias, un adiós doloroso para muchos con la marcha de Javier Aguirre y una nueva esperanza con Jagoba Arrasate, que ha caído de pie en la isla.
El 16 de abril de 2024 siempre será recordado por los mallorquinistas. Aquel día, 20.000 aficionados del Mallorca se dieron cita en La Cartuja para apoyar a los suyos en una nueva final de Copa del Rey. El mayor desplazamiento de la historia se hizo posible, no sin problemas y contratiempos, para estar en una cita histórica para muchos. Acabó con lágrimas, tristeza y decepción, pero devolvió la ilusión a aquellos que ya no se acordaban de lo que era estar a punto de levantar un título tras 21 años de sequía.
Ese día, el Athletic Club se alzó campeón por la vía de la tanda de penaltis. Esa noche, marcó un antes y un después en el sentimiento de pertenencia al Mallorca. Muchos niños y niñas, que tan solo habían visto imágenes y escuchado recuerdos de 1998 y 2003, sintieron lo que era de verdad ver a su equipo disputar una final.
Fue un partido que significó también el comienzo del final de la etapa de Javier Aguirre en el Mallorca. Porque más allá del oasis que significó la Copa del Rey, la travesía en LaLiga estuvo lejos de lo esperado. Fichajes millonarios que no rindieron, aburrimiento en los partidos, volver a pelear por no descender, pérdida de confianza de la directiva en él… Fueron muchos los condicionantes que llevaron a Pablo Ortells a decidir que su camino al frente del Mallorca debía terminar por el bien de todos.
No fue una decisión fácil, ni mucho menos, pero con el paso del tiempo se está viendo que fue acertada. Porque si la tristeza de la final se instauró durante meses en el aficionado bermellón, ahora la ilusión les inunda por lo que está por venir con ya 30 puntos en la tabla. La Copa del Rey dio acceso a la Supercopa de España, donde en Jedda el Mallorca intentará plantar cara a los gigantes. Y porque la Liga está mostrando que el sueño de volver a jugar en Europa no es ninguna fantasía irrealizable.
El mallorquinismo vuelve a divertirse viendo a su equipo jugar. Las victorias caen como churros con un fútbol valiente, dinámico y atrevido, aunque conlleve caer con más frecuencia que el curso pasado. Jagoba Arrasate ha creado una nueva identidad en el Mallorca que gusta a los mallorquinistas. Queda mucho todavía y cualquier cosa puede pasar, pero este equipo dará guerra hasta el final.
Diario de Mallorca – Deportes