Cumbre de Sevilla: una oportunidad para democratizar un sistema financiero roto

La 4ª Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo (FfD4), que se celebra en Sevilla, tiene lugar en un contexto de policrisis crecientes e interconectadas: conflictos bélicos, desigualdad extrema y degradación ambiental cada vez mayores. Mientras tanto, el sistema financiero global sigue beneficiando a los más ricos y a los que más contaminan, al tiempo que millones de personas luchan por el aumento del coste de la vida, los recortes presupuestarios y los impactos del cambio climático. Desde la Covid, los cinco hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, los paraísos fiscales desvían entre el 10% y el 20% de la riqueza global, y las grandes petroleras europeas siguen destinando 9 de cada 10 dólares a nuevos proyectos fósiles. Y la factura climática no deja de crecer. Sus beneficios son nuestra destrucción. La narrativa dominante impulsada por las élites económicas y sus aliados políticos, insiste en que “no hay dinero suficiente” para enfrentar esta policrisis. Pero sabemos que no es cierto, que es una cuestión de voluntad política.

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 En un contexto de conflictos bélicos, desigualdad extrema y degradación ambiental, más del 10% de la riqueza mundial es desviada a paraísos fiscales  

Tribuna

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En un contexto de conflictos bélicos, desigualdad extrema y degradación ambiental, más del 10% de la riqueza mundial es desviada a paraísos fiscales

Una petrolera de la compañía holandesa One-Dyas en el Mar del Norte.

Eva Saldaña

La 4ª Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo (FfD4), que se celebra en Sevilla, tiene lugar en un contexto de policrisis crecientes e interconectadas: conflictos bélicos, desigualdad extrema y degradación ambiental cada vez mayores. Mientras tanto, el sistema financiero global sigue beneficiando a los más ricos y a los que más contaminan, al tiempo que millones de personas luchan por el aumento del coste de la vida, los recortes presupuestarios y los impactos del cambio climático. Desde la Covid, los cinco hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, los paraísos fiscales desvían entre el 10% y el 20% de la riqueza global, y las grandes petroleras europeas siguen destinando 9 de cada 10 dólares a nuevos proyectos fósiles. Y la factura climática no deja de crecer. Sus beneficios son nuestra destrucción. La narrativa dominante impulsada por las élites económicas y sus aliados políticos, insiste en que “no hay dinero suficiente” para enfrentar esta policrisis. Pero sabemos que no es cierto, que es una cuestión de voluntad política.

Sevilla supone la primera gran cita multilateral de la era Trump, y se anuncia como una oportunidad única, en una década, para movilizar los 4 billones de dólares anuales necesarios hasta 2030 y así afrontar las crisis globales mediante inversión en bienes públicos y bienestar. También plantea reformar la arquitectura financiera internacional hacia un sistema económico y fiscal más justo. El FMI, donde EE UU concentra un 16,5% del voto y ejerce un veto de facto al requerirse un 85% para aprobar decisiones, simboliza ese desequilibrio. Hay tareas pendientes: garantizar la financiación climática y de una agenda de bienestar, acabar con el escaqueo fiscal de superricos y multinacionales y romper el poder neocolonial de estas instituciones financieras multilaterales, que relegan una resolución justa a la crisis de deuda que hoy convierte a parte del Sur Global en financiador neto del Norte Global.

Aislar a los ‘matones’

Enfrentar amenazas globales requiere de mayor compromiso y cooperación, y plantar cara a la internacional reaccionaria de la ley del más fuerte y la motosierra antiderechos y antiplaneta. Al trumpismo global le sobran el pueblo palestino, las personas migrantes, el colectivo LGBT+, los derechos de las mujeres, el Acuerdo de París, los impuestos, los contrapesos democráticos y la cooperación internacional. Por ello, un mensaje importante que debe trasladar Sevilla a la comunidad internacional es que aislar a los matones es posible. Y una vibrante sociedad civil estará plenamente activa en la calle y en los salones de la conferencia para que el mensaje de “people over greed” —las personas contra la avaricia— resuene con la mayor fuerza posible. De hecho, en su obsesión antimultilateralista, el Gobierno Trump se ha quedado solo en el boicot al documento del Compromiso de Sevilla que han firmado ya 192 países.

Sin embargo, aislar a los matones no es suficiente, y sobre todo no debe convertirse en una excusa para que los gobiernos más poderosos abandonen su ambición. El texto base aprobado dista mucho de avanzar hacia unas finanzas globales más democráticas, decoloniales, desfosilizadas y desmilitarizadas que garanticen una prosperidad compartida y un planeta vivo.

La base para construir ese mundo es una fiscalidad verde y justa. Los impuestos tienen un gran poder transformador para impulsar las soluciones que la mayoría de la ciudadanía necesitamos. “El dinero está, solo que en los lugares equivocados”, recordaba un alto cargo del Banco Mundial. A nivel global, los ultrarricos y las grandes corporaciones contaminantes eluden pagar su parte justa y evaden a paraísos fiscales. Como dijo recientemente el multimillonario Phil White, del movimiento Patriotic Millionaires: “Quiero pagar impuestos. No quiero vivir en una mansión aislada mientras la mitad de la gente pasa frío y hambre”. Por eso es clave avanzar en la Convención Fiscal de la ONU, donde los países cooperan en igualdad para establecer impuestos globales solidarios y asegurar que quienes más contaminan asuman su responsabilidad. Los desafíos requieren una acción urgente: en solo un año, los jets privados de los ultrarricos emitieron tanto como una persona en 300 años, y sus yates, el equivalente a 860 años. Además, destinamos un 8% del PIB global a subvencionar una industria tóxica que destruye el planeta.

Esta petición de Greenpeace y de otras muchas organizaciones civiles, cuenta además con un amplio apoyo social, como se ha demostrado en una reciente encuesta realizada a nivel internacional. Se trata de que quienes destruyen el planeta paguen por ello, al mismo tiempo que ponemos en marcha soluciones de bienestar que ya están disponibles. Esta es la alternativa al caos que la sociedad civil exigirá este fin de semana en Sevilla: más liderazgo democrático, cooperación global y justicia económica para quienes están aquí, allá y los que vendrán. Vamos a demostrar que somos mayoría, estamos organizadas y no tenemos miedo.

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