«Atomic People»: El grito de 99.130 hibakushas

«Aprendí inglés de los westerns y de las películas de Tarzán. Disfrutaba mucho del cine estadounidense, pero odiaba Estados Unidos por lo que nos hizo. Cuando veía a los estadounidenses en esa época me daban ganas de matarlos», dice a la cámara Seiichiro, ciudadano japonés de 91 años, y uno de los 99.130 hibakushas que quedan en el país. Así se conoce a las «personas bombardeadas», aquellos que sobrevivieron a las dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. Sus testimonios y las escenas de aquellos horrores se reúnen en la impactante película documental «Atomic People» (2024) que acaba de estrenar Movistar Plus+.

A través de sus voces y material de archivo, la película reconstruye tanto el impacto inmediato como las secuelas a largo plazo de los bombardeos atómicos, que causaron la muerte de unas 140,000 personas en Hiroshima y 74,000 en Nagasaki. El primer acercamiento es a lo sucedido el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima. Todos los que hablan a la cámara recuerdan cómo era la vida antes de lo sucedido, y lo hacen sin perder el sentido del humor ni la sonrisa. «Si no cuento la dura verdad, no creo que la gente entienda lo que ocurrió bajo el hongo nuclear ese día», dicen entre otros Hiromu, que tenía 15 años el día que explotó el resultado del Proyecto Manhattan. Junto a él, Terumi, Chiyoko y Kikuyo ratifican que siendo niños «no sabíamos lo que era el miedo», que consideraban que «Japón era un país fuerte, eso nos transmitían».

Tras el bombardeo de Pearl Harbor el odio hacia América fue en aumento. Unos niños querían ser soldados y los profesores quemaban los libros en inglés en las escuelas. Otros apuñalaban muñecos de bambú con las caras de soldados americanos o pasaban cada día frente al campo de prisioneros para occidentales con más de 260.000 civiles y militares. Pronto se dieron cuenta de lo que podía pasarles: «Empezó a haber menos chuches y más sirenas». Incluso Truman llegó a mandar panfletos avisando a la ciudad: «Al pueblo de Hiroshima: si aprecias tu vida, debes irte». A las 8:15 horas, un B-29 soltó lo que los japoneses llaman «pikadon», recuerdan Shigeaki y Reiko. Y sus vidas cambiaron para siempre.

El horror tuvo presencia física y los supervivientes hablan de lluvia de fuego, caer en un horno, una luz indescriptible y el sonido del pelo de la cabeza al crepitar por la temperatura. «Atomic People» es un grito de todos los hibakushas que estuvieron silenciados, primero por el Gobierno de EE UU, que tras la rendición japonesa instauró en la prensa japonesa un Código de Prensa que les impedía hablar de las secuelas, y durante años por su propio gobierno. El documental es el testimonio vivo de una generación de japoneses a punto de desaparecer.

Luego llegaría Nagasaki. «Aún no hemos terminado», advirtió Truman antes de lanzar la bomba por segunda vez. Cuerpos apilados en las playas pidiendo agua y lluvia negra son solo algunos apuntes de más supervivientes. Ni siquiera acabó todo tras finalizar la II Guerra Mundial, y los hibakushas tuvieron que enfrentarse a miles de casos de envenenamiento por radiación las semanas y meses después de los ataques. Lo único que hizo EE UU es crear la ABCC (Atomic Bomb Casualty Commission), que ni siquiera buscaba una cura, solo estudiar los efectos de su ataque. Ni siquiera después los supervivientes fueron bien vistos y han sido discriminados durante años.

 Movistar Plus+ estrena este documental sobre los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki  

«Aprendí inglés de los westerns y de las películas de Tarzán. Disfrutaba mucho del cine estadounidense, pero odiaba Estados Unidos por lo que nos hizo. Cuando veía a los estadounidenses en esa época me daban ganas de matarlos», dice a la cámara Seiichiro, ciudadano japonés de 91 años, y uno de los 99.130 hibakushas que quedan en el país. Así se conoce a las «personas bombardeadas», aquellos que sobrevivieron a las dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. Sus testimonios y las escenas de aquellos horrores se reúnen en la impactante película documental «Atomic People» (2024) que acaba de estrenar Movistar Plus+.

A través de sus voces y material de archivo, la película reconstruye tanto el impacto inmediato como las secuelas a largo plazo de los bombardeos atómicos, que causaron la muerte de unas 140,000 personas en Hiroshima y 74,000 en Nagasaki. El primer acercamiento es a lo sucedido el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima. Todos los que hablan a la cámara recuerdan cómo era la vida antes de lo sucedido, y lo hacen sin perder el sentido del humor ni la sonrisa. «Si no cuento la dura verdad, no creo que la gente entienda lo que ocurrió bajo el hongo nuclear ese día», dicen entre otros Hiromu, que tenía 15 años el día que explotó el resultado del Proyecto Manhattan. Junto a él, Terumi, Chiyoko y Kikuyo ratifican que siendo niños «no sabíamos lo que era el miedo», que consideraban que «Japón era un país fuerte, eso nos transmitían».

Tras el bombardeo de PearlHarbor el odio hacia América fue en aumento. Unos niños querían ser soldados y los profesores quemaban los libros en inglés en las escuelas. Otros apuñalaban muñecos de bambú con las caras de soldados americanos o pasaban cada día frente al campo de prisioneros para occidentales con más de 260.000 civiles y militares. Pronto se dieron cuenta de lo que podía pasarles: «Empezó a haber menos chuches y más sirenas». Incluso Truman llegó a mandar panfletos avisando a la ciudad: «Al pueblo de Hiroshima: si aprecias tu vida, debes irte». A las 8:15 horas, un B-29 soltó lo que los japoneses llaman «pikadon», recuerdan Shigeaki y Reiko. Y sus vidas cambiaron para siempre.

El horror tuvo presencia física y los supervivientes hablan de lluvia de fuego, caer en un horno, una luz indescriptible y el sonido del pelo de la cabeza al crepitar por la temperatura. «Atomic People» es un grito de todos los hibakushas que estuvieron silenciados, primero por el Gobierno de EE UU, que tras la rendición japonesa instauró en la prensa japonesa un Código de Prensa que les impedía hablar de las secuelas, y durante años por su propio gobierno. El documental es el testimonio vivo de una generación de japoneses a punto de desaparecer.

Luego llegaría Nagasaki. «Aún no hemos terminado», advirtió Truman antes de lanzar la bomba por segunda vez. Cuerpos apilados en las playas pidiendo agua y lluvia negra son solo algunos apuntes de más supervivientes. Ni siquiera acabó todo tras finalizar la II Guerra Mundial, y los hibakushas tuvieron que enfrentarse a miles de casos de envenenamiento por radiación las semanas y meses después de los ataques. Lo único que hizo EE UU es crear la ABCC (Atomic Bomb Casualty Commission), que ni siquiera buscaba una cura, solo estudiar los efectos de su ataque. Ni siquiera después los supervivientes fueron bien vistos y han sido discriminados durante años.

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