Astrid Janer y Rodrigo Guirao: “La actuación es un juego que nos permite hacer locuras sin pagar las consecuencias”

Hace un par de semanas, “La Encrucijada” irrumpió en Antena 3 con una historia que combina melodrama clásico y mirada contemporánea en un relato emocional cargado de acción y matices que, tomando a las series turcas como referencia, han mejorado y personalizado el producto con elegancia y distinción. En diálogo con LA RAZÓN, Astrid Janer y Rodrigo Guirao nos cuentan lo que hace especial a esta serie y los desafíos que han enfrentado con sus personajes.

Hay actores a quienes repele el melodrama. ¿Qué les atrajo de «La Encrucijada”?

Astrid Janer: Te diría que la historia en general, pero es que Amanda me conquistó… tiene mucho de lo personal aparte del amor. Ella hace un viaje personal en el que hay una evolución. La llegada de César a Oramas hace que Amanda se plantee si la vida que está viviendo es realmente la que quiere. Y también se empieza a dar cuenta de que las personas en su vida tal vez no son quienes ella pensaba. Se reconfigura todo. Yo no lo veo tanto como una historia de Romeo y Julieta, sino como un viaje personal más allá del amor.

Rodrigo Guirao: César, para mí, es un regalo actoral. Transita por muchas emociones: el misterio, reencontrarse con su lugar de infancia, el dolor de perder a su padre cuando era joven, tener una madre con una problemática… y luego ese amor prohibido, el odio, el deseo de hacer justicia. Y lo bonito es que el personaje cambia mucho a mitad de la historia. Tiene muchísima acción. Y, además, rodar en Madrid, volver a trabajar en España… hacía más de diez años que no lo hacía, y tenía muchas ganas. Me encantó Canarias, me sorprendió muchísimo.

¿Qué hace que “La Encrucijada” sea diferente en medio de tanta oferta de series?

Astrid: La complejidad de los personajes. No están encasillados. Van cambiando, evolucionando, y eso permite que como espectador también vayas cambiando tu percepción de ellos. Descubres cosas, se mueven fuera de los arquetipos. Vale la pena ver cómo se desvelan esas capas.

Rodrigo: Para mí, tiene un comienzo espectacular. Los primeros diez minutos son una bomba de adrenalina y emociones. Ves la factura, la calidad de imagen, el tono elegante con el que se cuenta el melodrama. Luego, las sorpresas… son muy grandes. Inimaginables. Incluso nosotros, al recibir los guiones, decíamos: “¿Y ahora cómo actúo esto?” Si a nosotros nos descolocó así, al público también le va a impactar. Todo el tiempo están pasando cosas.

¿Cómo se le da la vuelta a una historia que parte de la venganza como motor?

Rodrigo: Eso da para mucho… Al principio César tiene clarísimo que el odio es lo más importante. Pero hay un flechazo con Amanda. Es amor a primera vista, pero cuando se entera de que ella es la hija del hombre que quiere meter preso… uf. Él empieza mintiéndose a sí mismo, creyendo que puede acercarse a Amanda solo para tener información. Y la verdad es que logra cosas increíbles porque es muy inteligente, tiene un poder de seducción brutal, mucho sarcasmo. Pero luego empieza a sufrir. No tiene herramientas claras para resolver ese conflicto y eso es lo bonito del personaje: que va a intentar resolverlo… pero no será nada fácil.

¿Hay algo de catártico al interpretar personajes que hacen cosas que ustedes nunca harían?

Astrid: Es difícil de contestar. A mí lo que más me gusta es que actuar es un acto de empatía. Comprender honestamente a alguien que hace cosas distintas, que piensa desde otro lugar. Amanda tiene mucha valentía, aunque esté muy conectada con la tierra. Tiene arranques que también comparte con su padre. Esos momentos eran muy divertidos: entrar en un sitio, decir algo que lleva guardando… Es muy placentero. Y jugar a esa Amanda imperfecta también fue muy divertido.

Rodrigo: La actuación es un juego que nos permite hacer locuras o cosas extremas que en la vida no nos animamos a hacer, y sin pagar las consecuencias. César tiene una característica heroica a un nivel extremo. La ausencia de miedo. Él vuelve solo a la isla, se enfrenta al mayor imperio con pocos recursos, pero con un corazón enorme. Yo, como Rodrigo, tengo miedo a la altura… y César se acerca a precipicios constantemente. Maneja por carreteras en Tenerife a toda velocidad. ¡Yo iba tenso! Pero lo más lindo es eso: pararme en la marca, enfrentar mi miedo y mostrarme vulnerable.

¿Hubo algo nuevo que aprendieron gracias a sus personajes?

Astrid: ¡Montar a caballo! Siempre había tenido respeto, incluso miedo, a los caballos. Pero gracias a Amanda, aprendí muy rápido y experimenté una conexión muy especial con el animal. Sentí algo que nunca había sentido, y ahora lo veo completamente distinto. Fue una habilidad nueva que me llevé del personaje.

 Los protagonistas de “La Encrucijada”, el nuevo drama de Antena 3 donde amor, venganza y secretos familiares se entrelazan con intensidad  

Hace un par de semanas, “La Encrucijada” irrumpió en Antena 3 con una historia que combina melodrama clásico y mirada contemporánea en un relato emocional cargado de acción y matices que, tomando a las series turcas como referencia, han mejorado y personalizado el producto con elegancia y distinción. En diálogo con LA RAZÓN, Astrid Janer y Rodrigo Guirao nos cuentan lo que hace especial a esta serie y los desafíos que han enfrentado con sus personajes.

Hay actores a quienes repele el melodrama. ¿Qué les atrajo de «La Encrucijada”?

Astrid Janer: Te diría que la historia en general, pero es que Amanda me conquistó… tiene mucho de lo personal aparte del amor. Ella hace un viaje personal en el que hay una evolución. La llegada de César a Oramas hace que Amanda se plantee si la vida que está viviendo es realmente la que quiere. Y también se empieza a dar cuenta de que las personas en su vida tal vez no son quienes ella pensaba. Se reconfigura todo. Yo no lo veo tanto como una historia de Romeo y Julieta, sino como un viaje personal más allá del amor.

Rodrigo Guirao: César, para mí, es un regalo actoral. Transita por muchas emociones: el misterio, reencontrarse con su lugar de infancia, el dolor de perder a su padre cuando era joven, tener una madre con una problemática… y luego ese amor prohibido, el odio, el deseo de hacer justicia. Y lo bonito es que el personaje cambia mucho a mitad de la historia. Tiene muchísima acción. Y, además, rodar en Madrid, volver a trabajar en España… hacía más de diez años que no lo hacía, y tenía muchas ganas. Me encantó Canarias, me sorprendió muchísimo.

¿Qué hace que “La Encrucijada” sea diferente en medio de tanta oferta de series?

Astrid: La complejidad de los personajes. No están encasillados. Van cambiando, evolucionando, y eso permite que como espectador también vayas cambiando tu percepción de ellos. Descubres cosas, se mueven fuera de los arquetipos. Vale la pena ver cómo se desvelan esas capas.

Rodrigo: Para mí, tiene un comienzo espectacular. Los primeros diez minutos son una bomba de adrenalina y emociones. Ves la factura, la calidad de imagen, el tono elegante con el que se cuenta el melodrama. Luego, las sorpresas… son muy grandes. Inimaginables. Incluso nosotros, al recibir los guiones, decíamos: “¿Y ahora cómo actúo esto?” Si a nosotros nos descolocó así, al público también le va a impactar. Todo el tiempo están pasando cosas.

¿Cómo se le da la vuelta a una historia que parte de la venganza como motor?

Rodrigo: Eso da para mucho… Al principio César tiene clarísimo que el odio es lo más importante. Pero hay un flechazo con Amanda. Es amor a primera vista, pero cuando se entera de que ella es la hija del hombre que quiere meter preso… uf. Él empieza mintiéndose a sí mismo, creyendo que puede acercarse a Amanda solo para tener información. Y la verdad es que logra cosas increíbles porque es muy inteligente, tiene un poder de seducción brutal, mucho sarcasmo. Pero luego empieza a sufrir. No tiene herramientas claras para resolver ese conflicto y eso es lo bonito del personaje: que va a intentar resolverlo… pero no será nada fácil.

¿Hay algo de catártico al interpretar personajes que hacen cosas que ustedes nunca harían?

Astrid: Es difícil de contestar. A mí lo que más me gusta es que actuar es un acto de empatía. Comprender honestamente a alguien que hace cosas distintas, que piensa desde otro lugar. Amanda tiene mucha valentía, aunque esté muy conectada con la tierra. Tiene arranques que también comparte con su padre. Esos momentos eran muy divertidos: entrar en un sitio, decir algo que lleva guardando… Es muy placentero. Y jugar a esa Amanda imperfecta también fue muy divertido.

Rodrigo: La actuación es un juego que nos permite hacer locuras o cosas extremas que en la vida no nos animamos a hacer, y sin pagar las consecuencias. César tiene una característica heroica a un nivel extremo. La ausencia de miedo. Él vuelve solo a la isla, se enfrenta al mayor imperio con pocos recursos, pero con un corazón enorme. Yo, como Rodrigo, tengo miedo a la altura… y César se acerca a precipicios constantemente. Maneja por carreteras en Tenerife a toda velocidad. ¡Yo iba tenso! Pero lo más lindo es eso: pararme en la marca, enfrentar mi miedo y mostrarme vulnerable.

¿Hubo algo nuevo que aprendieron gracias a sus personajes?

Astrid: ¡Montar a caballo! Siempre había tenido respeto, incluso miedo, a los caballos. Pero gracias a Amanda, aprendí muy rápido y experimenté una conexión muy especial con el animal. Sentí algo que nunca había sentido, y ahora lo veo completamente distinto. Fue una habilidad nueva que me llevé del personaje.

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