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Ni dengue, ni fiebre del Nilo, ni chikungunya… No hace falta centrarse en infecciones que suelen considerarse de otras latitudes. Más bien poner el foco en otras más conocidas: sarampión. El brote que asola EEUU con más de 1.300 casos confirmados en más de 40 estados, según el último informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, y a su vecino al norte, Canadá, donde suman ya más de 3.800 infecciones «es una señal que llama a la prevención», sostiene la portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), María del Mar Tomás.
A nivel global se ha pasado de un mínimo histórico de 132.490 en 2016 a una explosión de casos con 869.770 en 2019 y a superar los 10 millones en 2023, según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La falta de vacunación, ya sea por rechazo o por problemas de acceso, es uno de los motivos de este punto de inflexión en una nueva amenaza de epidemia.
«En EEUU más del 90% de los contagios se ha producido en personas sin vacunar«, subraya Tomás. «Debemos saber si estamos vacunados o no, porque la circulación global del virus, que vive un claro aumento, puede provocar que también uno se contagie».
A las tradicionales enfermedades del viajero también hay que poner el ojo en el auge del sarampión, «que no entiende de fronteras», insiste Tomás. Las infecciones en los brotes al otro lado del Atlántico se deben en un 92% y 86% (EEUU y Canadá, respectivamente) a la falta de protección vacunal. «Está claro que se puede pasar de forma leve la infección, pero la vacuna confiere inmunidad y corta la transmisión», explica la también microbióloga y coordinadora del grupo de Microbiología Traslacional del Inibic, Hospital A Coruña.
Un artículo reciente publicado en The New England Journal of Medicine hace hincapié dos aspectos: la detección y la vacunación. «En el contexto del aumento de los viajes internacionales, la identificación rápida de los casos de sarampión y el genotipado del virus del sarampión son fundamentales para la detección precoz de brotes, el seguimiento de las cadenas de transmisión y el control eficaz de los mismos».
Dicha publicación también recuerda que EEUU adquirió la condición de país libre de sarampión en 2000 (España en 2016), pero la situación actual de altos niveles de circulación del virus podría ponerla en peligro. De hecho, desde 2019 ninguna región de la OMS ha logrado y mantenido la eliminación del sarampión.
Uno de los problemas, más allá del acceso contra el que luchan los países menos desarrollados, es la reticencia a la vacunación que se expande por los que sí tienen acceso. En 2019, la OMS ya acusó a este obstáculo como uno de los diez principales retos para la salud mundial. Ahí está el ejemplo de EEUU: un secretario de salud,Robert F. Kennedy Jr., que se ha declarado antivacunas y ha sembrado las dudas sobre las ventajas de la inmunización ante la explosión de casos de sarampión.
Por ello, en Europa se mira con cierto recelo a EEUU. «Tenemos que ser conscientes que ahora mismo hay muchas personas viajando. Y somos un país que recibe a millones de turistas, los médicos debemos tener en cuenta al sarampión en nuestros diagnósticos diferenciales», asume Tomás.
En el viejo continente las coberturas vacunales son dispares y eso hace que haya fisuras que el virus pueda aprovechar. España y Noruega tienen coberturas que impiden la circulación del virus, es decir, por encima del 95% en ambas dosis, «lo que permite que haya una protección social. Aunque, si bien es cierto que si estás en entornos donde se alcance esta cifra, si hay riesgo de transmisión», explica la microbióloga.
Desde el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) se recoge ese claro incremento de los últimos años. En 2024, se notificaron un total de 35.212 casos de sarampión en toda la UE, esto supone un notable aumento (diez veces más) con respecto a los 3.973 notificados en 2023.
Este año, según el último informe disponible del ECDC, los países con un mayor número de contagios son Rumanía (13 340), Francia (841), Italia (827), Bélgica (589) y los Países Bajos (553). Solo dos, Islandia y Liechtenstein no han registrado ningún caso en los últimos 12 meses. En dicho documento se recuerda que «se debe aumentar la concienciación clínica de los profesionales sanitarios, recordándoles la importancia de comprobar el estado de vacunación de las personas, especialmente antes de viajar«.
Un ejemplo de esta situación son los brotes «limitados» que se han dado en nuestro país en regiones como País Vasco, Andalucía y Cataluña. En estos, se ha visto la importancia de la vacunación, porque en su mayoría tenían un origen foráneo, es decir, alguien lo trajo de fuera.
Sanidad también ha llamado a la vacunación y la concienciación del problema infeccioso. En el mes de mayo se recordaba el marco del Plan Estratégico para la Eliminación del Sarampión y la Rubeola 2021-2025. Este documento contiene una serie de recomendaciones dirigido a los profesionales sanitarios. Su objetivo es reforzar la vigilancia epidemiológica, actualizar la vacunación y mejorar la capacidad de respuesta ante casos sospechosos, especialmente de cara al verano, cuando aumentan los desplazamientos desde países con circulación activa del virus.
En total, en el último informe disponible de la Red de Vigilancia Epidemiológica (Renave) del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) se han notificado ya más de 700, 326 confirmados; casi el doble que en 2024 cuando se registraron 430 y se certificaron 215. En 2025, cabe destacar que un 57% son importados, el año anterior ascendió a más del 60%. «Con esta situación, no podemos quedarnos expectantes. Hay que ser proactivos y tener en cuenta lo que supone esta infección que hace unos años casi se daba por olvidada en muchos países», cuenta la portavoz de Seimc.
Tomás recuerda que poner el foco en esta infección es clave porque «es altamente contagiosa [su número R es 12, de un caso surgen una docena], hay hasta dos semanas de incubación [tiempo entre el contacto del virus y los primeros síntomas] y pueden darse complicaciones neurológicas, además de la muerte».
Al mismo tiempo, la microbióloga expone el deterioro del propio sistema inmune tras el paso de la infección: «Se da lo que se conoce como amnesia inmune, lo que eleva el riesgo de infecciones bacterianas durante los meses posteriores a la infección».
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