Charlie Heller no es James Bond. Ni Jason Bourne. Ni siquiera Jack Ryan en prácticas. Es más bien ese tipo que en las reuniones de la CIA no habla mucho, pero cuando lo hace todos callan. Y en “Amateur”, lo hace por la fuerza. Porque esta historia no arranca con un explosivo en un tren, sino con un analista de criptografía (Rami Malek) que pierde a su esposa en un atentado terrorista y se da cuenta de que, a veces, los verdaderos enemigos están en casa. Y no precisamente viendo la tele.
La nueva apuesta de Disney+, disponible en la plataforma desde el pasado 17 de julio y dirigida por James Hawes, se suma al club de thrillers de venganza con traje gris, teclado y mochila. Y aunque la mochila no sea táctica ni lleve granadas, guarda algo más peligroso: una mente tan brillante como ofendida y una determinación hecha con rabia y un intrincado algoritmo. Malek no interpreta a un héroe musculado, sino a un cerebro andante que decide vengar a su esposa con más ideas que puntería. Y eso, aunque lo aleje de la fantasía del espía ágil y silencioso, lo acerca a algo más interesante: el inexperto que se atreve.
No se trata de una película ruidosa. No hay persecuciones vertiginosas por Roma ni motos que derrapan entre monumentos. En su lugar, hay una piscina de cristal suspendida entre edificios, un tutorial de YouTube para forzar cerraduras y un protagonista miope que convierte la torpeza en parte del espectáculo. El encanto está en esos momentos en los que Charlie, que jamás ha disparado un arma, decide plantar cara a una maquinaria de poder que prefiere esconder muertos debajo del protocolo.
Laurence Fishburne, con su voz de sabiduría cansada, encarna al mentor obligado que intenta enseñarle a matar con ética (si eso existe). Lo entrena sin mucha fe y con poco tiempo, como quien sabe que un ratón de biblioteca nunca se convertirá en soldado, pero igual le da las claves por si acaso. El resultado es un Rami Malek que no se transforma en asesino implacable, pero sí en alguien que improvisa bombas como quien hackea una clave WiFi.
Y aunque a veces el guion se enreda más de la cuenta, como si quisiera meter cinco thrillers en uno, lo cierto es que logra momentos de tensión genuina. El problema está cuando la película se emociona con su propio caos: conspiraciones, traiciones, viajes relámpago entre ciudades europeas y villanos que aparecen como fichas de dominó. Si uno no presta atención, podría perder el hilo. Pero incluso cuando eso pasa, “Amateur” tiene el buen gusto de mantenerse entretenida, visualmente atractiva y lo suficientemente irónica como para no tomarse demasiado en serio.
Rami Malek, con sus ojos de búho insomne y movimientos de androide aceptablemente articulado, entrega un personaje lleno de capas: vulnerable, enfadado, obsesivo y, sobre todo, incapaz de matar sin antes preguntarse si lo está haciendo bien. En lugar de ensuciarse las manos, elige activar trampas caseras, como si fuera una versión trágica del Kevin McCallister de “Solo en casa”. Su sed de justicia se filtra por un lente moral que lo frena, lo humaniza y lo separa del cliché del vengador sin alma.
El punto débil, si hay que señalarlo, es que algunos de sus mejores momentos están en el tráiler. Las muertes más creativas ya se han visto antes de darle al “play”, lo que le resta sorpresa a varios de los puntos álgidos de la producción. Y el ritmo, por momentos, cae en zonas de letargo burocrático. Pero la dirección, elegante y precisa, logra que la película nunca se desbarranque del todo.
«Amateur» no quiere reformular el thriller de espionaje. Lo que hace es meterle unos cuantos virus al sistema. Es un relato que cuestiona quién merece hacer justicia y qué precio tiene apretar el gatillo. Y aunque a veces se sienta como un rompecabezas con piezas prestadas de otras películas (de “Munich” a “La identidad de Bourne”, pasando por “El Fugitivo”), su tono cerebral, casi neurótico, lo salva de la imitación plana.
A medida que Charlie avanza por Europa buscando a los responsables, uno no se pregunta tanto si lo logrará, sino si todavía puede vivir consigo mismo cuando lo consiga. Eso no lo sabremos, porque la película no lo responde de forma clara. Pero a cambio nos deja una pregunta en el aire, como buena historia con aire paranoico: ¿puede alguien vengarse sin volverse igual de oscuro que aquello que persigue?
Un villano llamado tráiler: el gran spoiler
Uno de los pecados imperdonables de “Amateur” no está en la historia ni en la dirección, sino en su promoción. El tráiler revela las muertes más originales y los momentos más ingeniosos, como si alguien en marketing hubiera decidido hacer un resumen con los mejores trucos de magia antes de vender las entradas. El resultado es que varias escenas pierden su efecto sorpresa. Y cuando una película se apoya en las trampas que su protagonista construye, quemarlas antes del estreno es, al menos, un movimiento poco elegante. Un golpe bajo que desarma al espectador antes de que empiece la partida.
En el nuevo thriller de espías de Disney+, Rami Malek cambia los teclados por trampas caseras en un viaje vengativo con sabor a paranoia digital
Charlie Heller no es James Bond. Ni Jason Bourne. Ni siquiera Jack Ryan en prácticas. Es más bien ese tipo que en las reuniones de la CIA no habla mucho, pero cuando lo hace todos callan. Y en “Amateur”, lo hace por la fuerza. Porque esta historia no arranca con un explosivo en un tren, sino con un analista de criptografía (Rami Malek) que pierde a su esposa en un atentado terrorista y se da cuenta de que, a veces, los verdaderos enemigos están en casa. Y no precisamente viendo la tele.
La nueva apuesta de Disney+, disponible en la plataforma desde el pasado 17 de julio y dirigida por James Hawes, se suma al club de thrillers de venganza con traje gris, teclado y mochila. Y aunque la mochila no sea táctica ni lleve granadas, guarda algo más peligroso: una mente tan brillante como ofendida y una determinación hecha con rabia y un intrincado algoritmo. Malek no interpreta a un héroe musculado, sino a un cerebro andante que decide vengar a su esposa con más ideas que puntería. Y eso, aunque lo aleje de la fantasía del espía ágil y silencioso, lo acerca a algo más interesante: el inexperto que se atreve.
No se trata de una película ruidosa. No hay persecuciones vertiginosas por Roma ni motos que derrapan entre monumentos. En su lugar, hay una piscina de cristal suspendida entre edificios, un tutorial de YouTube para forzar cerraduras y un protagonista miope que convierte la torpeza en parte del espectáculo. El encanto está en esos momentos en los que Charlie, que jamás ha disparado un arma, decide plantar cara a una maquinaria de poder que prefiere esconder muertos debajo del protocolo.
Laurence Fishburne, con su voz de sabiduría cansada, encarna al mentor obligado que intenta enseñarle a matar con ética (si eso existe). Lo entrena sin mucha fe y con poco tiempo, como quien sabe que un ratón de biblioteca nunca se convertirá en soldado, pero igual le da las claves por si acaso. El resultado es un Rami Malek que no se transforma en asesino implacable, pero sí en alguien que improvisa bombas como quien hackea una clave WiFi.
Y aunque a veces el guion se enreda más de la cuenta, como si quisiera meter cinco thrillers en uno, lo cierto es que logra momentos de tensión genuina. El problema está cuando la película se emociona con su propio caos: conspiraciones, traiciones, viajes relámpago entre ciudades europeas y villanos que aparecen como fichas de dominó. Si uno no presta atención, podría perder el hilo. Pero incluso cuando eso pasa, “Amateur” tiene el buen gusto de mantenerse entretenida, visualmente atractiva y lo suficientemente irónica como para no tomarse demasiado en serio.
Rami Malek, con sus ojos de búho insomne y movimientos de androide aceptablemente articulado, entrega un personaje lleno de capas: vulnerable, enfadado, obsesivo y, sobre todo, incapaz de matar sin antes preguntarse si lo está haciendo bien. En lugar de ensuciarse las manos, elige activar trampas caseras, como si fuera una versión trágica del Kevin McCallister de “Solo en casa”. Su sed de justicia se filtra por un lente moral que lo frena, lo humaniza y lo separa del cliché del vengador sin alma.
El punto débil, si hay que señalarlo, es que algunos de sus mejores momentos están en el tráiler. Las muertes más creativas ya se han visto antes de darle al “play”, lo que le resta sorpresa a varios de los puntos álgidos de la producción. Y el ritmo, por momentos, cae en zonas de letargo burocrático. Pero la dirección, elegante y precisa, logra que la película nunca se desbarranque del todo.
«Amateur» no quiere reformular el thriller de espionaje. Lo que hace es meterle unos cuantos virus al sistema. Es un relato que cuestiona quién merece hacer justicia y qué precio tiene apretar el gatillo. Y aunque a veces se sienta como un rompecabezas con piezas prestadas de otras películas (de “Munich” a “La identidad de Bourne”, pasando por “El Fugitivo”), su tono cerebral, casi neurótico, lo salva de la imitación plana.
A medida que Charlie avanza por Europa buscando a los responsables, uno no se pregunta tanto si lo logrará, sino si todavía puede vivir consigo mismo cuando lo consiga. Eso no lo sabremos, porque la película no lo responde de forma clara. Pero a cambio nos deja una pregunta en el aire, como buena historia con aire paranoico: ¿puede alguien vengarse sin volverse igual de oscuro que aquello que persigue?
Uno de los pecados imperdonables de “Amateur” no está en la historia ni en la dirección, sino en su promoción. El tráiler revela las muertes más originales y los momentos más ingeniosos, como si alguien en marketing hubiera decidido hacer un resumen con los mejores trucos de magia antes de vender las entradas. El resultado es que varias escenas pierden su efecto sorpresa. Y cuando una película se apoya en las trampas que su protagonista construye, quemarlas antes del estreno es, al menos, un movimiento poco elegante. Un golpe bajo que desarma al espectador antes de que empiece la partida.
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