La píldora abortiva y su rol contra el cáncer de mama: «Si no se estudia es porque existen barreras regulatorias, políticas y legales»

Un editorial de ‘The Lancet’ denuncia que los prejuicios hacia la mifepristona, un compuesto usado para la interrupción voluntaria del embarazo, han limitado su investigación como fármaco preventivo, pese a su potencial beneficio en mujeres con mutaciones BRCA Leer Un editorial de ‘The Lancet’ denuncia que los prejuicios hacia la mifepristona, un compuesto usado para la interrupción voluntaria del embarazo, han limitado su investigación como fármaco preventivo, pese a su potencial beneficio en mujeres con mutaciones BRCA Leer  

El cáncer de mama sigue siendo la principal causa de muerte por cáncer en mujeres. Hasta la fecha, la mayoría de los esfuerzos se han enfocado en detectarlo y tratarlo. Pero ¿y si existiera una forma de prevenirlo desde el inicio? La experiencia con la vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH) demuestra que es posible: protege frente a lesiones precancerosas y ha reducido hasta un 87% la incidencia del cáncer de cuello uterino

Con el cáncer de mama, en cambio, este progreso se estanca. Algunos especialistas señalan que el retraso no solo se debe a razones técnicas o económicas, sino a barreras menos tangibles: prejuicios éticos, barreras políticas y una inversión farmacéutica paupérrima.

Un editorial de The Lancet Obstetrics, Gynaecology, & Women’s Health señala que la mifepristona, conocida por su uso en el aborto médico, podría ayudar a reducir el riesgo de cáncer de mama. Sin embargo, para los autores, el estigma asociado a este fármaco ha frenado su investigación como posible herramienta preventiva.

«A muchas personas les cuesta comprender que un mismo compuesto puede tener distintas aplicaciones y que, según la dosis o el momento de administración, se puedan obtener efectos diferentes», denuncia Kristina Gemzell Danielsson, jefa del Departamento de Salud de la Mujer y del Niño en el Karolinska Institutet y una de las autoras del editorial.

La publicación, basada en tres estudios preclínicos y en las conclusiones de un taller celebrado en 2024 en la Universidad de Innsbruck (Austria), indica que el fármaco puede frenar el crecimiento de células en el tejido mamario, incluso en mujeres con mutaciones BRCA y que elevan el riesgo de desarrollar cáncer de mama .

Estas mutaciones, como son el BRCA 1 y 2, muy poco habituales, provocan un aumento importante del riesgo de padecer cáncer, entre 5 -10 veces más respecto a la población general.

El efecto del fármaco podría reducir ese riesgo. Esto se debe a que bloquea la acción de la progesterona, una hormona del tejido mamario. Normalmente, la progesterona se une a su receptor dentro de las células. Cuando esto ocurre, se envían señales que hacen que las células crezcan, se dividan o cambien, especialmente si actúa junto con otra hormona llamada estrógeno. Algunos estudios han mostrado que este «equipo» provoca cambios que, con el tiempo, dan lugar al cáncer de mama.

Además del estigma asociado al fármaco, hay que sumarle su alto precio. Al usarse para la interrupción del embarazo voluntario, la mifepristona se clasifica como teratógeno, es decir, como un agente que causa malformaciones o daños al feto. «Esto encarece su manejo y producción y complica a los investigadores académicos su estudio, ya que encarece los procesos regulatorios», explica Gemzell.

Más allá del tabú, no toda la comunidad científica comparte la misma visión sobre la mifepristona. Por ejemplo, Rodrigo Sánchez Bayona, secretario científico de Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y oncólogo médico del Hospital 12 de Octubre de Madrid, considera que el editorial todavía peca de cautela: «La publicación es prometedora, pero preliminar«.

«Existen pequeños estudios en humanos que han demostrado cambios favorables en biomarcadores de riesgo del tejido mamario, pero no contamos aún con ensayos aleatorizados a gran escala que prueben que su uso reduce la incidencia real de cáncer de mama en mujeres sanas», continúa.

El gen que pesa en la historia familiar

Una de las mochilas que más pesan en el cáncer de mama es el gen BRCA. En su día se hizo famoso porque Angelina Jolie contó públicamente que lo portaba y tomó la decisión de «vaciarse por dentro«. «Me quité los ovarios y las trompas para evitar el cáncer», narró a la prensa.

Se trata de una operación que solo se recomienda a mujeres que tienen una variante patogénica en los genes BRCA1 o BRCA2, lo que las pone en un riesgo muy alto de desarrollar cáncer de mama. Para saber si se porta esta variante genética, es necesario hacerse un análisis de sangre, pero siempre tras una evaluación de riesgo y asesoramiento genético por especialistas en cáncer hereditario. «Debe hacerse bajo recomendación«, aclara Sánchez-Bayona.

Si eres portadora, hay varias opciones: desde un seguimiento muy estrecho, hasta tratamientos preventivos con medicamentos como el tamoxifeno o cirugía para reducir el riesgo. La mastectomía bilateral (quitarse ambas mamas) disminuye el riesgo de cáncer de mama en más del 90%, aunque implica riesgos quirúrgicos, además de efectos físicos y emocionales.

Por su parte, la salpingo-ooforectomía bilateral (la extracción de ovarios y trompas de Falopio) puede disminuir el riesgo de cáncer de mama durante los primeros años tras la cirugía. Sin embargo, provoca menopausia prematura y todos los efectos secundarios que conlleva.

Ante la escasez de opciones preventivas y de tratamientos poco invasivos, el editorial busca poner el tema en el centro del debate público y científico, movilizando a investigadores, profesionales de la salud, la industria farmacéutica y responsables de políticas públicas. «Ha llegado el momento de dar a la mifepristona la oportunidad que merece de ser investigada como opción no quirúrgica para la prevención primaria», concluye el escrito.

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