Las negociaciones para lograr un tratado que frene la contaminación por plásticos, un problema que afecta ya a cualquier rincón del planeta, deberían rematarse este jueves en la ciudad suiza de Ginebra, donde están reunidos los representantes de alrededor de 180 países. Pero de nuevo, las conversaciones sobre este pacto que se celebran bajo el auspicio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), encallan en un asunto básico: si debe limitarse o no la producción de plástico virgen para frenar este problema.
Las conversaciones de los países afrontan la recta final con el freno a la fabricación de estos polímeros, que rechazan los países petroleros, como el principal escollo
Las negociaciones para lograr un tratado que frene la contaminación por plásticos, un problema que afecta ya a cualquier rincón del planeta, deberían rematarse este jueves en la ciudad suiza de Ginebra, donde están reunidos los representantes de alrededor de 180 países. Pero de nuevo, las conversaciones sobre este pacto que se celebran bajo el auspicio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), encallan en un asunto básico: si debe limitarse o no la producción de plástico virgen para frenar este problema.
Esta última ronda de conversaciones, la que debería ser la definitiva, comenzó el 5 de agosto y debería concluir este jueves. Pero durante todo el día se ha ido retrasando el plenario de cierre por la falta de consenso y se han multiplicado las reuniones entre negociadores a puerta cerrada, con lo que no se descarta que sigan el viernes.
El miércoles el presidente del comité encargado de liderar las negociaciones, el diplomático ecuatoriano Luis Vayas, presentó un borrador de acuerdo muy poco ambicioso —según lamentaron muchos negociadores— que no incluía ningún punto sobre la reducción de la producción de plásticos, algo que motivó un fuerte rechazo por un amplio grupo de países. Tampoco se incluyeron limitaciones para las sustancias químicas que se utilizan en los productos plásticos. “Al eludir los límites vinculantes a la producción, el borrador le da a la industria de los combustibles fósiles un salvavidas en plásticos a medida que el mundo se aleja del petróleo y el gas”, sostiene Sian Sutherland, cofundadora de la ONG A Plastic Planet.
Durante este jueves, tras las consultas con los países, se esperaba que la presidencia presentara un nuevo texto para luego convocar un plenario. Pero esa reunión y la difusión de ese documento se ha ido posponiendo.
Las negociaciones en Ginebra ya estaban en el tiempo de descuento. Porque el acuerdo sobre el nuevo tratado se debería haber cerrado en diciembre del pasado año, en una reunión celebrada en Busan (Corea del Sur). Pero la conferencia se cerró sin acuerdo y se decidió conceder una prórroga, que es la que se ha desarrollado en la ciudad suiza durante este mes de agosto.
El mandato para la elaboración de un tratado internacional para combatir la contaminación por plásticos surgió de la reunión de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA, sus siglas en inglés) celebrada en 2022 en Nairobi (Kenia). Los países acordaron entonces que se creara ese primer tratado internacional jurídicamente vinculante contra la contaminación por plásticos, para lo que se conformó un comité intergubernamental de negociación al que se le instó a que a finales de 2024 tuviera listo el texto, algo que no ha logrado tras seis rondas de conversaciones.
Ya la negociación de aquel mandato de la UNEA fue dura y estuvo precedida de años de trabajos. En 2022 ya se incluía una referencia a la raíz del problema: la asamblea instó a que el futuro tratado fuera un “instrumento internacional jurídicamente vinculante” que abordara el “ciclo de vida completo del plástico”.
La referencia al ciclo de vida completo fue lo que más costó cerrar entonces porque abre la puerta a que no solo se pongan en marcha medidas contra la contaminación ya generada, sino también a que se limite la producción de plástico virgen, algo que los científicos y diferentes instituciones consideran básico. También lo creen muchos de los países reunidos para la elaboración del texto —existe una coalición de alrededor de un centenar de naciones que abogan por un tratado ambicioso que incluya esos limites a la producción—.
Pero enfrente se sitúan los países productores de petróleo —el 98% de los plásticos provienen de combustibles fósiles— que aspiran a que el pacto solo se refiera a medidas relativas a la contaminación y el reciclado, y que no ponga limitaciones a la producción. Arabia Saudí encabeza a ese grupo de países que están respaldado por el sector petrolero. De hecho, ese sector ve en el aumento de la fabricación de plásticos una alternativa para compensar la reducción de sus ventas debido al avance en el mundo de la movilidad eléctrica. De ahí que no quieran que el acuerdo pueda suponer límites a la producción.
Pero si no se limita esa producción de alguna forma es complicado que se pueda frenar la plaga de la contaminación por plástico. A eso apuntan diversos estudios, por ejemplo, de la OCDE. Esta organización explica que sin políticas más sólidas contra el plástico, se espera que la producción y el uso de plásticos aumenten un 70%, de 435 millones de toneladas en 2020 a 736 en 2040. Y el problema es que solo el 6% de los plásticos provendrá de fuentes recicladas. Paralelamente, las fugas de plásticos mal gestionados al medio ambiente, incluyendo su liberación en ríos, océanos y tierra firme, aumentarán un 50%, según la OCDE. Lo barato que resulta fabricar este material derivado del petróleo es una de las razones por las que la tasa de reciclaje mundial es tan baja, lo que a su vez lleva a que los residuos plásticos acaben en vertederos, incinerados o contaminando el medio ambiente.
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