La intervención multidisciplinar en el Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda combinó endoscopias, broncoscopias y cardiología intervencionista para salvar a la paciente Leer La intervención multidisciplinar en el Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda combinó endoscopias, broncoscopias y cardiología intervencionista para salvar a la paciente Leer
Una válvula diseñada para tratar cardiopatías congénitas en bebés salvó la vida a una mujer de 84 años. A Lilia Mercedes Mexicano le extirparon un tumor precoz de esófago de seis centímetros. Tras la operación padeció unas secuelas terribles que le impedían vivir con normalidad: no podía comer, se atragantaba. «Me daban unos ataques de tos en los que me era imposible parar. Me ahogaba y tenía que ingresar«, recuerda.
Todo cambió cuando el equipo multidisciplinar del Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda puso fin a sus dolencias mediante una intervención innovadora en la que se le colocó un amplatzer. De nombre complejo, este pequeño dispositivo, no más grande que la uña del pulgar, con forma de dos discos unidos por una cintura central y similar a un reloj de arena cambió el propósito de su diseño para, en vez de cerrar comunicaciones anormales en el corazón, tapar una fístula. Fue colocado entre el esófago y el bronquio principal izquierdo para cerrar el agujero formado entre estos dos órganos.
Debido a las dificultades de la cirugía se precisó de un amplio equipo compuesto por: Alberto Herreros de Tejada, jefe de sección de la Unidad de Endoscopias; la neumóloga intervencionista Guadalupe Gema Díaz Nuevo; el cardiólogo José Antonio Fernández Díaz; y el anestesista David Sánchez Pérez. «Este procedimiento implicó unir a varios especialistas diferentes, algo poco habitual debido a la complejidad y la necesidad de experiencia alta en cada área. Por eso es innovador y no se utiliza de entrada. Requiere un esfuerzo conjunto que sólo se justifica en casos excepcionales», detalla Herreros.
El caso era realmente excepcional. No era la primera ni la segunda intervención que se le realizaba a la paciente. Sus molestias surgieron como una complicación tras la extirpación del tumor. Padecía una estenosis, es decir, un estrechamiento del esófago, que le causaba dificultad para tragar alimentos sólidos y líquidos, sensación de que la comida se quedaba atascada, además de tos y regurgitación.
Para tratar el estrechamiento del esófago, le colocaron un stent, un pequeño tubo que se inserta para mantener abierta la vía y facilitar el paso de alimentos. Sin embargo, esta solución fue la que provocó la formación de una fístula, que no conseguían cerrar.
«Inicialmente utilizamos pegamentos, sustancias biológicas en el orificio para cerrarlo», indica el doctor. Pero no obtuvieron resultados positivos. Luego recurrieron a una prótesis esofágica y más adelante una prótesis bronquial. Tampoco hubo mejoras. El problema era el tamaño: todas resultaban demasiado grandes para una fístula de apenas unos milímetros.
Tras varios intentos fallidos, el equipo médico se reunió para buscar una nueva solución. Y así llegaron al dispositivo de tamaño pediátrico.
La paciente fue preparada en la sala de endoscopia y se le aplicó anestesia general mediante intubación orotraqueal. Esto consiste en colocar un tubo en la tráquea conectado a una máquina que controla la respiración, manteniendo a la paciente dormida durante todo el procedimiento.
Luego, la neumóloga Díaz introduce un broncoscopio a través de las vías respiratorias. Al mismo tiempo, Herreros, el endoscopista digestivo, inserta un gastroscopio por el esófago para observar la parte esofágica de la fístula y colocar una guía metálica fina a través del orificio de la fístula en el esófago.
Esta guía es capturada y asegurada por Díaz desde el bronquio con la ayuda del broncoscopio. Con la guía ya estabilizada, el cardiólogo Fernández la utiliza para introducir y posicionar la prótesis especial de cardiología en la zona de la fístula.
La prótesis, que viene plegada, se libera lentamente, expandiéndose dentro del tejido para cerrar la comunicación anormal entre el esófago y el bronquio.
Durante toda la liberación de la prótesis, los especialistas observan en tiempo real su colocación desde ambos endoscopios para asegurarse de que quede bien ajustada y fija, garantizando así el éxito del cierre y evitando complicaciones posteriores.
Tras este procedimiento, estuvo un par de días con líquidos y luego pasó a una ingesta sólida. Las molestias que no mejoraron en dos años, remitieron en una sola semana. «Me pusieron la chapita esa y, Dios mío, fue como si me hubieran dado la gloria», agradece Lilia, y concluye: «Aquí me tienes, sana como una paloma libre«.
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