De la pirojardinería a los cañones de agua: así se defienden las zonas pobladas de los incendios forestales

Este lunes, el Ayuntamiento de Valencia informó de la activación de su innovador sistema de cañones de agua para refrescar la vegetación del parque natural de la Devesa de El Saler, al sur de la ciudad, ante el riesgo extremo por los fuegos. Este tipo de dispositivos contra incendios no valen para cualquier parte y tienen también sus detractores, pero son una de las medidas más sofisticadas utilizadas hoy en día en el país para defenderse de las llamas en poblaciones junto a espacios naturales, al igual que la jardinería de prevención o los trabajos forestales. ¿Qué precauciones debe tomar alguien que vive cerca de áreas arboladas para protegerse de los incendios?

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 Los expertos recomiendan a los vecinos no rodear las casas con setos de especies que son muy inflamables y garantizar la disponibilidad de agua  

Este lunes, el Ayuntamiento de Valencia informó de la activación de su innovador sistema de cañones de agua para refrescar la vegetación del parque natural de la Devesa de El Saler, al sur de la ciudad, ante el riesgo extremo por los fuegos. Este tipo de dispositivos contra incendios no valen para cualquier parte y tienen también sus detractores, pero son una de las medidas más sofisticadas utilizadas hoy en día en el país para defenderse de las llamas en poblaciones junto a espacios naturales, al igual que lajardinería de prevención o los trabajos forestales. ¿Qué precauciones debe tomar alguien que vive cerca de áreas arboladas para protegerse de los incendios?

En los últimos días, se ha visto cómo las llamas en superficie forestal se acercaban peligrosamente a urbanizaciones (en Tres Cantos, Madrid), cámpings (en Tarifa, Cádiz) o pueblos (en León y Zamora). Ocurre de forma creciente desde hace un tiempo, aquí y en otras partes del mundo, por el aumento de las zonas en las que poblaciones humanas entran en contacto con los espacios naturales. Un estudio publicado en Science Advances en 2024, y realizado a partir de imágenes de satélites, advertía del mayor riesgo de los fuegos para las personas hoy en día por un incremento del 35,6% de las áreas de interfaz urbano-forestal en las dos últimas décadas en el mundo.

En España esto ocurre por el cada vez mayor abandono de las poblaciones rurales (por la desaparición de campos de cultivo que antes rodeaban los pueblos), por la expansión del urbanismo y por el propio avance del bosque. “Es muy bonito tener una casa en la que sales y está ya el monte, pero la gente no es consciente del peligro que esto supone”, incide Mónica Colmena, técnica de bosques de la organización WWF, que asegura que estos fuegos presentan un riesgo doble: se inician con mucha facilidad y son más complejos de extinguir, pues los bomberos deben priorizar la protección de las personas y las construcciones.

Como recalca la ecologista, una primera medida de precaución consiste en dejar franjas libres de vegetación alrededor de las casas y vigilar bien las especies plantadas en los jardines o zonas más próximas. Paradójicamente, hay muchas viviendas en las que se colocan setos alrededor que son muy inflamables, como los de arizónicas (o de materiales como brezo seco o plástico). La pirojardinería consiste en diseñar los espacios verdes para que actúen como freno frente a las llamas. “Por lo general, las coníferas son más problemáticas”, señala Colmena, que advierte de que el 80% de estas zonas con mayor riesgo en el país no cuentan con planes de autoprotección frente al fuego.

El ingeniero forestal Ferran Dalmau es experto de este tipo de planes de autoprotección y dirige la consultora ambiental Medi XXI GSA que tiene la patente del sistema de cañones de agua de El Saler en Valencia. Según destaca, actuar de forma preventiva para proteger estas zonas cerca de espacios naturales es un deber de las administraciones, pero también de la propia ciudadanía. “Los ciudadanos muchas veces descargan toda la responsabilidad en los servicios de emergencias”, recalca.

“Lo que tiene que hacer cualquier persona que vive en una zona de riesgo es mirar su propia parcela y ver qué tiene alrededor de su casa”, comenta Dalmau, “es importante el tipo de vegetación, si hay ramas proyectadas sobre el tejado, si tiene persianas o contraventanas que eviten que entre el fuego por las ventanas”. Como destaca, un error clásico de las casas de campo es apilar leña seca en algún muro de la vivienda o cerca de una ventana. “Es importante entender que uno es propietario de la casa, pero también del riesgo en esa casa”, subraya.

Tanto Colmena como Dalmau consideran necesario dar formación a las personas que viven cerca de espacios forestales. “Es fundamental que los propietarios se ocupen de realizar un mantenimiento y limpieza regular de las parcelas, retirando el exceso de vegetación”, especifica la técnica de WWF, que reclama también medidas de más calado en el urbanismo. “Si estamos viendo que pasan estas cosas, habría que limitar la construcción en zonas de alto riesgo y promover el uso de materiales ignífugos y resistentes al fuego”.

Otras medidas esenciales son garantizar la disponibilidad de agua por si hay que actuar contra las llamas y cerciorarse de que los caminos de acceso permiten la entrada de camiones antincendios. “Muchas veces el confinamiento en la casa es la opción menos mala que tenemos para poder proteger a la población”, recalca el ingeniero forestal, que recomienda preparar la vivienda para ello.

“Por si llega el fuego, es muy importante tener preparada ropa de algodón, no tejidos sintéticos, para cubrirse la mayor parte del cuerpo”, señala Dalmau. “Eso que vemos de gente a las bravas en pantalón corto y camiseta metiéndose al incendio es una auténtica temeridad”, insiste.

En lo que respecta a dispositivos como los cañones de agua de Valencia, el propio ingeniero reconoce que no tiene sentido ponerlos por todos lados. Según defiende, el sistema de El Saler (con un coste aproximado de 250.000 euros) es mucho más que los aspersores y tiene detrás un amplio estudio y otras medidas de prevención. “Vimos que el vial que une la carretera de El Saler (la CV500) con el hotel Sidi Saler resulta estratégico, si cae esa vía no podemos evacuar a la gente de El Saler y no pueden entrar los bomberos, por eso se ancla ahí la línea de defensa de los aspersores”. Por ahora hay ocho cañones que sueltan unos 800-900 litros de agua reutilizada al minuto, que hasta ahora son usados de forma preventiva en los momentos de mayor riesgo por las mañanas para humedecer la vegetación, pero que también están diseñados para frenar las llamas en caso de incendio. “Resulta especialmente interesante, por ejemplo, cuando se quiere defender zonas de muy alto valor donde resulta más problemático abrir franjas de seguridad en la vegetación”, argumenta Dalmau, que afirma que su sistema patentado ya ha actuado con éxito en tres incendios en otras zonas de Valencia, una en Carcaixent y dos en el Parque Natural del Turia.

No obstante, para la técnica de WWF, estos sistemas de aspersores son todavía algo muy anecdótico y asegura no tener claro que funcionen frente a los incendios más graves. “En estas zonas hay que invertir en sistemas de detección temprana y reforzar la presencia de brigadas, aparte de mantener limpias de vegetación de las zonas perimetrales de las viviendas y que haya planes de autoprotección para que la gente sepa lo que tiene que hacer”, insiste. “Y en las áreas más rurales, lo suyo es invertir en los usos tradicionales del monte y recuperar actividades como la ganadería extensiva que reducen la continuidad de la vegetación”.

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