El ayuno intermitente potencia de forma significativa la memoria y la atención

Una investigación española demuestra que este patrón dietético mejoró la «limpieza» de residuos neuronales debida a la obesidad a través de los cambios que provoca en la microbiota Leer Una investigación española demuestra que este patrón dietético mejoró la «limpieza» de residuos neuronales debida a la obesidad a través de los cambios que provoca en la microbiota Leer  

Seguro que todos hemos experimentado alguna vez el efecto del hambre en nuestra psique. El inglés, con su gran flexibilidad, ha acuñado el término hanger, combinación de anger (enfadado) y hunger (hambre), para aludir a la fiera que nos hace rugir más allá de nuestro estómago cuando manifestamos mal humor por la gazuza.

El español tampoco es manco, y tiene un buen repertorio refranero sobre cómo nos transforma el apetito, y de ahí sabemos que «con la barriga vacía, ninguno muestra alegría», pero también que «el hambre agudiza el ingenio».

La ciencia ya ha sugerido que la grelina, la hormona del apetito, generada ante la falta de comida -ocasional, no desnutrición- se asocia a un potencial impacto positivo en la atención y la memoria.

Ahora, un nuevo estudio explora otro factor relacionado con la nutrición y los patrones alimentarios que puede estar implicado en una mejora de la función cognitiva: el perfil de la microbiota que genera el ayuno intermitente.

Un estudio realizado por científicos del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga y Plataforma en Nanomedicina (IBIMA Plataforma BIONAND), demuestra que el ayuno intermitente potencia de forma significativa la memoria y la atención en adultos con obesidad, al remodelar la microbiota intestinal y frenar la inflamación sistémica.

El trabajo, cuyas conclusiones se publican en Gut está dirigido por Francisco J. Tinahones, jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Virgen de la Victoria de Málaga, e Isabel Moreno-Indias, del Grupo de Endocrinología Celular y Molecular del IBIMA, junto con Virginia Mela, del Grupo de Obesidad, Diabetes y sus Comorbilidades también del IBIMA.

En la investigación se comparó el ayuno intermitente (realizado en días alternos) con otras dos dietas hipocalóricas. En concreto, se incluyeron a 96 adultos con obesidad (índice de masa corporal entre 30 y 40 kg/m²) que participaron en un ensayo clínico aleatorizado de tres meses de duración. Los voluntarios fueron asignados de forma aleatoria a los tres grupos de dieta diferentes.

En un grupo siguieron una dieta mediterránea equilibrada; un segundo grupo mantuvo una dieta cetogénica (alta en grasas y baja en carbohidratos, que induce un estado de cetosis), y el tercer grupo se adscribió al ayuno intermitente en días alternos, que consistió en una alternancia de un día de ingesta habitual, sin restricción calórica intencionada, con otro de ingesta muy reducida: menos del 25% de las calorías habituales.

Como explica Francisco J. Tinahones este medio, «elegimos comparar el ayuno intermitente con la dieta mediterránea y la cetogénica, ya que estas se encuentran más extendidas. La dieta baja en hidratos de carbono se conoce desde hace bastante tiempo y la dieta hipocalórica clásica basada en alimentos mediterráneos es la que hemos estado utilizando en la última década». Sin embargo, el ayuno intermitente «es una estrategia terapéutica para perder peso utilizada en clínica de forma más reciente. Era interesante comparar estas tres estrategias, sobre todo con el objetivo de este estudio, que buscaba si tenían alguna influencia en la cognición».

Sobre el ayuno, el profesor Tinahones recuerda la importancia de que el profesional de la salud guíe al paciente que quiera realizar esta estrategia para para perder peso. «Hay varias opciones, como el ayuno de 16 horas, saltándose el desayuno o la cena. La estrategia de ayuno a día alterno también está publicada en la literatura; constatamos que las tasas, las pérdidas o los pacientes que abandonaban esta estrategia durante tres meses eran muy reducidos», comenta.

Existen varias modalidades dentro de la estrategia del ayuno intermitente en día alterno: desde que el día que toca ayuno, se tomen exclusivamente infusiones o productos acalóricos a tomar una ingesta en torno a 300, 400 calorías, basada fundamentalmente en proteínas. «Debe estar guiado por un profesional sanitario y adecuar el tipo de ayuno a las características individuales del sujeto. Siempre en el ayuno, como cualquier otra dieta hipocalórica, hay que garantizar la ingesta de proteínas, para que sea una ingesta normoproteica«, remacha Tinahones.

En la investigación, antes y después del periodo de intervención, todos los participantes realizaron pruebas neuropsicológicas estándar para medir memoria de trabajo, velocidad de procesamiento, atención sostenida y control inhibitorio. Asimismo, se analizaron marcadores inflamatorios en sangre (principales citocinas proinflamatorias) y se secuenció la microbiota intestinal. Para profundizar en los mecanismos de acción, se realizaron estudios in vitro con microglía (principal célula de defensa cerebral) derivada de células sanguíneas de los pacientes en ayuno intermitente antes y después de someterse a la dieta, así como trasplantes de su microbiota en ratones de laboratorio.

El resultado del estudio es que si bien las dietas produjeron pérdidas de peso comparables (una reducción media del 7% del peso corporal inicial), el grupo de ayuno intermitente fue el que mostró mayor rendimiento cognitivo en las distintas pruebas al compararlo con las otras dietas. Además, los niveles de marcadores de inflamación sistémica (como ferritina y MCP-1) disminuyeron significativamente, lo que sugiere un potente efecto antiinflamatorio añadido a la mera pérdida de grasa.

En cuanto a la microbiota, el ayuno intermitente reconfiguró la comunidad bacteriana: disminuyeron géneros relacionados con respuestas inflamatorias crónicas y neurotoxicidad, mientras que aumentaron géneros productores de ácidos grasos de cadena corta (como butirato), conocidos por fortalecer la barrera intestinal y modular la actividad de las microglías cerebrales.

Los experimentos en animales confirmaron que la transferencia de esta microbiota mejoró la «limpieza» de residuos neuronales y redujo la activación proinflamatoria de la microglía debida a la obesidad, un efecto que no pudo replicarse con la mera administración de cuerpos cetónicos.

Ese hallazgo fue el más llamativo para los investigadores. Como apunta el profesor Tinahones, la hipótesis de que el ayuno intermitente podría tener un impacto neurocognitivo positivo, activar la atención y los reflejos, resultaba «bastante plausible» habida cuenta de la fisiología del ser humano, «que ha pasado por períodos de hambruna importantes; cuando el homínido o el hombre llevaba varios días sin comer, lo lógico es que se activara neurocognitivamente para poder cazar u obtener alimentos, si no, hubiéramos desaparecido como especie».

«Lo que no teníamos como una hipótesis tan certera era que fuera la microbiota o los cambios en la microbiota inducidos por el ayuno intermitente el mediador para activar esa neurocognición». Así que los resultados que se derivaron de la transferencia de la microbiota a los modelos animales sí fueron sorpresivos. «No esperábamos esa mejora en aspectos neurocognitivos de memoria, a corto y a largo plazo, en el modelo animal, al transferirle la microbiota, ni que fueran sustancias que fabrican la microbiota las responsables de bajar esa inflamación en cerebro y de activar la microglía».

El hallazgo sugiere que este patrón dietético podría influir de alguna forma en la disminución del deterioro cognitivo en ciertas enfermedades neurológicas. El autor del estudio y catedrático de Medicina en la Universidad de Málaga advierte que esa conclusión no era el objetivo del estudio y recuerda que se trata de una investigación preliminar, que se ha realizado a corto plazo y en modelo animal, por lo que «harán falta estudios diseñados específicamente para valorar esa estrategia de alimentación» en ese contexto hipotético.

No obstante, subraya que las conclusiones del trabajo «rompen con la visión tradicional de que solo importan las calorías. La misma pérdida de peso puede tener repercusión sobre la salud diferente en función de la estrategia utilizada para conseguirlo».

 Salud // elmundo

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