El Mallorca es un club ejemplar en muchas cosas, pero no es perfecto. Y lo peor es querer aparentar normalidad cuando no la hay. El que suscribe estas líneas es partidario de poner el foco en pedir explicaciones por un fichaje o una venta que montar un drama por una presentación sin alma. Sin embargo, los detalles hay que cuidarlos. El Mallorca es un club ejemplar en muchas cosas, pero no es perfecto. Y lo peor es querer aparentar normalidad cuando no la hay. El que suscribe estas líneas es partidario de poner el foco en pedir explicaciones por un fichaje o una venta que montar un drama por una presentación sin alma. Sin embargo, los detalles hay que cuidarlos.
El Mallorca es un club ejemplar en muchas cosas, pero no es perfecto. Y lo peor es querer aparentar normalidad cuando no la hay. El que suscribe estas líneas es partidario de poner el foco en pedir explicaciones por un fichaje o una venta que montar un drama por una presentación sin alma. Sin embargo, los detalles hay que cuidarlos.
Lo que pasó el sábado antes del duelo ante el Hamburgo fue pobre. Chapeau, por cierto, para Jagoba Arrasate por empezar su brevísimo discurso en catalán, pero no es lógico que solo fuera el entrenador el que se dirigiera al público. El aficionado, aunque no acudieran a Son Moix ni la mitad de los 23.044 abonados, se merece mucho más que eso.
El presidente no estaba en la isla, el CEO prefirió no hablar y ningún capitán tampoco cogió el micrófono, algo difícil de entender desde fuera, pero que no sorprende a nadie que esté al día de la actualidad del club. Y ese es el problema. Se están normalizando algunas situaciones impropias de una entidad millonaria que no puede creer que al mallorquinista de toda la vida le será suficiente una puesta en escena que justo evidenció que algo pasa. Por eso fue peor el remedio que la enfermedad.
Los que están ahí dentro deben preguntarse el motivo por el que, a pesar de cumplir cinco años seguidos en Primera, con la entidad saneada y récord de abonados, se ven obligados a tomar decisiones decorativamente tan feas como que solo hable el entrenador, y gracias, por miedo a las consecuencias. Eso sí, lo de siempre en el fútbol. Todo esto quedará olvidado de inmediato si la pelota entra.
El duelo del Ciutat de Palma fue lo mejor que ha hecho el equipo en esta pretemporada, con motivos para ilusionarse con Leo Román, Pablo Torre, Darder, Asano y demás. Pero todavía queda mucho por hacer. A Pablo Ortells habrá que pedirle explicaciones a partir del 1 de septiembre, que es justo cuando el mercado de fichajes estará cerrado, no antes. El director deportivo tiene tantos frentes abiertos que es una temeridad sacar conclusiones ahora de sus decisiones, pero no podrá justificarse diciendo que no tuvo tiempo de planificarlas y ejecutarlas.
Diario de Mallorca – Deportes