El problema más urgente al que se enfrenta una parte del campo español en este ecuador del verano es saber exactamente el arancel que corresponderá a cada uno de los productos agroalimentarios que exportamos a Estados Unidos. Hecha una encuesta rápida entre representantes de las empresas de los cuatros sectores más afectados por las medidas de Trump, que son aceite de oliva y aceituna de mesa, el vino, los quesos y algunos cárnicos, la conclusión es la misma: a fecha de ayer por la tarde ninguno de ellos tenía claro todavía el porcentaje de la tasa que debería pagar a finales de esta semana, eso suponiendo que el presidente Trump no cambie de opinión en las próximas horas.
Es verdad que el arancel medio que se ha fijado para los productos de la UE en virtud del acuerdo político alcanzado hace ocho días entre Trump y Von der Leyen es del 15%, pero no significa que esta cifra vaya a ser la que se aplique, porque, insisten los consultados, se trata de una media. Eso supone que en el caso de unas mercancías podría ser más baja y en otros más alta. Esa confusión reinante es el primero de los problemas. El segundo está en la incertidumbre, porque además de no conocerse con exactitud el arancel que gravará ahora cada uno de los productos, hay mucha preocupación por lo que suceda en el futuro, dada la actitud cambiante de Trump, como se ha demostrado a lo largo de los últimos meses.
Otro factor que preocupa a los responsables de esos sectores exportadores está en lo que suceda con otros países que son competidores nuestros en el mercado norteamericano. Por ejemplo, en el caso del aceite de oliva, preocupa y mucho, el arancel que se fije para ese mismo producto procedente de Turquía, Túnez o Marruecos. Si es superior al que se establezca para la mercancía originaria de España, tendremos una cierta ventaja competitiva, pero si es inferior, habrá un problema importante. Y otra derivada está en lo que pase con los Estados miembros de la UE: si la tasa es la misma para todos los países no habrá un problema adicional; sin embargo, si Trump decidiese imponer un arancel más elevado al aceite español que al italiano, o viceversa, nos encontraríamos ante dos escenarios completamente diferentes. Y no es descabellado plantear esta hipótesis a la vista de que Pedro Sánchez no es precisamente santo de la devoción de Trump y a los argumentos que ha utilizado este último para sancionar a Brasil, que no son otros que el maltrato que está infringiendo el Gobierno de Lula al expresidente Bolsonaro, amigo del inquilino de la Casa Blanca. En consecuencia, no se debe descartar ninguno de los escenarios planteados anteriormente. Mientras se despejan todas estas incógnitas, la espada de los aranceles de Estados Unidos sigue en alto. ¡A ver si es posible que a finales de esta semana se haya clarificado la situación!
El segundo problema más urgente e importante a los que se enfrenta el conjunto del campo español es común con el que tiene Estados Unidos: la falta de mano de obra. La situación se ha vuelto crónica para todos los sectores y en cualquier momento del año, pero se convierte en crítica cuando llegan las campañas intensivas en mano de obra, como la recolección de las frutas y hortalizas, de la aceituna o la vendimia, por poner tan solo unos ejemplos. En muchos puntos de España la supervivencia del sector agrario no sería posible sin la mano de obra procedente de otros países, bien de forma temporal o con carácter permanente, dado que los españoles huyen de trabajar en el campo. Otro tanto sucede en los Estados Unidos y especialmente en California o Texas, por citar tan solo dos ejemplos.
La política de Trump en relación con el control de la inmigración, las redadas y la expulsión de los que se consideran ilegales hizo saltar las alarmas entre los agricultores de varios Estados, especialmente de los dos citados anteriormente, que vieron cómo se agravaba su problema de la falta de mano de obra. La recolección de frutas y hortalizas en California, que es un proceso que se desarrolla de forma manual en su mayor parte, se ha visto afectada durante los últimos meses por las decisiones de Trump, que tuvo que dar una cierta marcha atrás. En España, sería imposible el cultivo y recolección del melón y la sandía en Murcia y Castilla-La Mancha o de la fresa en Huelva, si faltasen los temporeros procedentes del extranjero.
Son dos de los problemas más urgentes e importantes del sector en estos momentos. Aún no se conoce con exactitud el arancel que EE UU aplicará a cada uno de los productos de la UE
El problema más urgente al que se enfrenta una parte del campo español en este ecuador del verano es saber exactamente el arancel que corresponderá a cada uno de los productos agroalimentarios que exportamos a Estados Unidos. Hecha una encuesta rápida entre representantes de las empresas de los cuatros sectores más afectados por las medidas de Trump, que son aceite de oliva y aceituna de mesa, el vino, los quesos y algunos cárnicos, la conclusión es la misma: a fecha de ayer por la tarde ninguno de ellos tenía claro todavía el porcentaje de la tasa que debería pagar a finales de esta semana, eso suponiendo que el presidente Trump no cambie de opinión en las próximas horas.
Es verdad que el arancel medio que se ha fijado para los productos de la UE en virtud del acuerdo político alcanzado hace ocho días entre Trump y Von der Leyen es del 15%, pero no significa que esta cifra vaya a ser la que se aplique, porque, insisten los consultados, se trata de una media. Eso supone que en el caso de unas mercancías podría ser más baja y en otros más alta. Esa confusión reinante es el primero de los problemas. El segundo está en la incertidumbre, porque además de no conocerse con exactitud el arancel que gravará ahora cada uno de los productos, hay mucha preocupación por lo que suceda en el futuro, dada la actitud cambiante de Trump, como se ha demostrado a lo largo de los últimos meses.
Otro factor que preocupa a los responsables de esos sectores exportadores está en lo que suceda con otros países que son competidores nuestros en el mercado norteamericano. Por ejemplo, en el caso del aceite de oliva, preocupa y mucho, el arancel que se fije para ese mismo producto procedente de Turquía, Túnez o Marruecos. Si es superior al que se establezca para la mercancía originaria de España, tendremos una cierta ventaja competitiva, pero si es inferior, habrá un problema importante. Y otra derivada está en lo que pase con los Estados miembros de la UE: si la tasa es la misma para todos los países no habrá un problema adicional; sin embargo, si Trump decidiese imponer un arancel más elevado al aceite español que al italiano, o viceversa, nos encontraríamos ante dos escenarios completamente diferentes. Y no es descabellado plantear esta hipótesis a la vista de que Pedro Sánchez no es precisamente santo de la devoción de Trump y a los argumentos que ha utilizado este último para sancionar a Brasil, que no son otros que el maltrato que está infringiendo el Gobierno de Lula al expresidente Bolsonaro, amigo del inquilino de la Casa Blanca. En consecuencia, no se debe descartar ninguno de los escenarios planteados anteriormente. Mientras se despejan todas estas incógnitas, la espada de los aranceles de Estados Unidos sigue en alto. ¡A ver si es posible que a finales de esta semana se haya clarificado la situación!
El segundo problema más urgente e importante a los que se enfrenta el conjunto del campo español es común con el que tiene Estados Unidos: la falta de mano de obra. La situación se ha vuelto crónica para todos los sectores y en cualquier momento del año, pero se convierte en crítica cuando llegan las campañas intensivas en mano de obra, como la recolección de las frutas y hortalizas, de la aceituna o la vendimia, por poner tan solo unos ejemplos. En muchos puntos de España la supervivencia del sector agrario no sería posible sin la mano de obra procedente de otros países, bien de forma temporal o con carácter permanente, dado que los españoles huyen de trabajar en el campo. Otro tanto sucede en los Estados Unidos y especialmente en California o Texas, por citar tan solo dos ejemplos.
La política de Trump en relación con el control de la inmigración, las redadas y la expulsión de los que se consideran ilegales hizo saltar las alarmas entre los agricultores de varios Estados, especialmente de los dos citados anteriormente, que vieron cómo se agravaba su problema de la falta de mano de obra. La recolección de frutas y hortalizas en California, que es un proceso que se desarrolla de forma manual en su mayor parte, se ha visto afectada durante los últimos meses por las decisiones de Trump, que tuvo que dar una cierta marcha atrás. En España, sería imposible el cultivo y recolección del melón y la sandía en Murcia y Castilla-La Mancha o de la fresa en Huelva, si faltasen los temporeros procedentes del extranjero.
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