Cincuenta y tres segundos, menos de un minuto fue lo que separó a Enric Mas de la gloria en el Mont Ventoux. Un triunfo que vale una carrera. Cincuenta y tres segundos, menos de un minuto fue lo que separó a Enric Mas de la gloria en el Mont Ventoux. Un triunfo que vale una carrera.
Cincuenta y tres segundos, menos de un minuto fue lo que separó a Enric Mas de la gloria en el Mont Ventoux. Un triunfo que vale una carrera.
El mallorquín se coló en la fuga. Valiente, atrevido, ¿precipitado? Arrancó en plena espesura del bosque del Ventoux. Sus compañeros de fuga no eran adversarios. La amenaza se hallaba detrás.
Nos entusiasmó la posibilidad de ver a Enric coronar uno de los colosos del Tour de Francia. La renta parecía suficiente cuando superó la barrera psicológica del minuto de diferencia.
Sin embargo, todavía no se había alcanzado el Chalet Reynard, cuando el bosque dejó paso al paisaje lunar, espectacular. Y, con él, al tramo más duro, al desnivel de dos dígitos y a un viento desorbitado.
El público es un estímulo, el alma colectiva del aficionado, representada por la multitud que colorea los tramos más vibrantes de la carrera.
Mas ya no va solo, resiste. Las primeras embestidas de Healy y del espigado francés Paret-Paintre, parecen rematarlo. Hasta que el pinganillo da el aviso: Vingegaard ha atacado y Pogacar ha respondido. ¡Ya vienen!
Las dos locomotoras comienzan a devorar segundos y la calculadora se dispara en la cabeza de la carrera. Se esfuman definitivamente las esperanzas del Enric más tenaz. Quedan apenas dos kilómetros.
La victoria se fragua en la última curva. El aguante en la dentellada de Healy, los watios ahorrados gracias al trabajo de su compañero Van Wilder, facilitan que un francés recupere el cetro de Ventoux.
Enric Mas ha hecho historia para el ciclismo balear. Nunca, nadie estuvo tan cerca de ganar en uno de los santuarios de la Grande Boucle.
Diario de Mallorca – Deportes