El rutómetro de Fernando Gilet: La tercera semana

El Tour de Francia encara su tercera y definitiva semana. Todo parece encaminado a ver proclamado a Pogacar como el nuevo Rey Sol de la carrera. Sería su cuarto Tour, quedándose a uno solo del selecto grupo compuesto por Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain. Cierto es que hubo un americano — el innombrable — que consiguió siete triunfos. Fuimos muchos quienes le vimos lograrlo. Sin embargo, la soberbia envuelta, en el lodo de la mentira, se los arrebató de por vida, aunque él conserve los maillots y las fotos en su rancho de Texas. El Tour de Francia encara su tercera y definitiva semana. Todo parece encaminado a ver proclamado a Pogacar como el nuevo Rey Sol de la carrera. Sería su cuarto Tour, quedándose a uno solo del selecto grupo compuesto por Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain. Cierto es que hubo un americano — el innombrable — que consiguió siete triunfos. Fuimos muchos quienes le vimos lograrlo. Sin embargo, la soberbia envuelta, en el lodo de la mentira, se los arrebató de por vida, aunque él conserve los maillots y las fotos en su rancho de Texas.  

El Tour de Francia encara su tercera y definitiva semana. Todo parece encaminado a ver proclamado a Pogacar como el nuevo Rey Sol de la carrera. Sería su cuarto Tour, quedándose a uno solo del selecto grupo compuesto por Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain. Cierto es que hubo un americano — el innombrable — que consiguió siete triunfos. Fuimos muchos quienes le vimos lograrlo. Sin embargo, la soberbia envuelta, en el lodo de la mentira, se los arrebató de por vida, aunque él conserve los maillots y las fotos en su rancho de Texas.

En esta tercera semana de carrera, los ciclistas, por no tener no tienen ni apetito. Son autómatas resilientes para impulsar los pedales de sus máquinas supersónicas; convertidos en paradigma del retablo de dolores que es su maltrecho cuerpo fatigado.

Y, todavía, les falta lo peor. Para comenzar la semana tienen el “Gigante de la Provence”. Un coloso que reserva para el final el castigo más severo, con la compañía del viento, mientras vislumbran la cima pelada y árida, con sus antenas puntiagudas arañando el cielo.

El Mont Ventoux es el gigante prealpino. Un monstruo devora- personas, que, traducido a la carrera, se convierte en una oportunidad para el asalto, para el ataque.

La pregunta es facilona: ¿Quién atacará? En buena lógica debieran hacerlo los aspirantes a impedir a Pogacar el paseo triunfal hasta París. Aunque, la respuesta, inclina a pensar que sí, que Pogacar lo volverá a hacer.

Pogacar disfruta de lo que hace. Le encanta su profesión, y lo demuestra ganando todo lo que corre. Es un ejemplar único. Una versión moderna del ciclismo primitivo.

 Diario de Mallorca – Deportes

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