Asustan los datos de la evolución de la demografía en España, igual que en el resto de los países occidentales. En la mayor parte de los hogares ya no hay niños. Hay perros y otras mascotas, pero niños no. Lo que lleva a justificar la necesidad de la entrada masiva de inmigrantes para poder seguir creciendo al ritmo actual. Sólo que eso genera problemas de integración, adaptación y convivencia, como estamos viendo estos días, y es habitual desde hace años en países como Suecia, Bélgica o Francia. También en Alemania y EE UU, donde está abierto el debate de la inmigración ilegal. En realidad, el programa de fomento de la multiculturalidad racial viene siendo alentado desde hace años por entidades como el Club de Roma, el WEF, la Bill Gates Foundation o el Population Council de John D. Rockefeller, comprometidos con el objetivo de reducir la población mundial, alentando para ello mecanismos tales como la introducción de tecnología al anticonceptiva, el feminismo radical, la cultura woke y LGTBI, organizaciones pro abortistas como la Planned Parenthood, o campañas de agresivos programas de esterilización en países africanos, asiáticos y de la Latam, muchos de ellos financiados con fondos de la ahora recortada USAID norteamericana.
El costo de criar a un niño se ha multiplicado por veinte en cinco años, y eso también influye en la tasa de fertilidad, que ha caído un 20% en el mismo período. La decisión económica de tener hijos queda cada vez más restringida a una elite millonaria (como Elon Musk con sus 14 hijos), porque a las clases medias en Europa apenas si les da para uno.
La decisión económica de tener hijos queda cada vez más restringida a una elite millonaria, porque a las clases medias en Europa apenas si les da para uno.
Asustan los datos de la evolución de la demografía en España, igual que en el resto de los países occidentales. En la mayor parte de los hogares ya no hay niños. Hay perros y otras mascotas, pero niños no. Lo que lleva a justificar la necesidad de la entrada masiva de inmigrantes para poder seguir creciendo al ritmo actual. Sólo que eso genera problemas de integración, adaptación y convivencia, como estamos viendo estos días, y es habitual desde hace años en países como Suecia, Bélgica o Francia. También en Alemania y EE UU, donde está abierto el debate de la inmigración ilegal. En realidad, el programa de fomento de la multiculturalidad racial viene siendo alentado desde hace años por entidades como el Club de Roma, el WEF, la Bill Gates Foundation o el Population Council de John D. Rockefeller, comprometidos con el objetivo de reducir la población mundial, alentando para ello mecanismos tales como la introducción de tecnología al anticonceptiva, el feminismo radical, la cultura woke y LGTBI, organizaciones pro abortistas como la Planned Parenthood, o campañas de agresivos programas de esterilización en países africanos, asiáticos y de la Latam, muchos de ellos financiados con fondos de la ahora recortada USAID norteamericana.
El costo de criar a un niño se ha multiplicado por veinte en cinco años, y eso también influye en la tasa de fertilidad, que ha caído un 20% en el mismo período. La decisión económica de tener hijos queda cada vez más restringida a una elite millonaria (como Elon Musk con sus 14 hijos), porque a las clases medias en Europa apenas si les da para uno.
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