Una oleada de cartas impulsada por reservistas y veteranos se convierte en el mayor movimiento en Israel contra la invasión de Gaza

Al piloto militar retirado Guy Poran, la invasión que su país, Israel, lanzó hace año y medio en Gaza le recuerda a la que comenzó en Líbano en 1982 y acabó convertida en su Vietnam particular, hasta que se retiró en 2000. Él estaba entonces en activo y lanzaba las bombas sobre Líbano, pese a que tampoco veía sentido a esa guerra, rechazó una condecoración y se manifestaba en Tel Aviv en su contra tras desenfundarse el uniforme. “Las dos empezaron como algo que tenía mucho sentido para la mayoría de israelíes, pero en las que se acabaron viendo todo tipo de consideraciones políticas”, asegura en una cafetería en la localidad israelí de Yaffa, a la que llega caminando con prisa porque —aunque solo viste ya de civil— capitanea el mayor movimiento interno de contestación de la invasión de Gaza desde su inicio. Poran, de 69 años, redactó este mes el borrador de la primera carta abierta de reservistas y veteranos israelíes pidiendo un pacto para ponerle fin y traer de vuelta a los 59 rehenes israelíes que quedan en Gaza.

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 Una misiva de reservistas y veteranos de la Fuerza Aérea da pie a otras 50 que acumulan casi 140.000 apoyos. Critican a Netanyahu por romper el alto el fuego por motivos políticos y piden el regreso de los rehenes  

Guy Poran, en Yaffa (Israel), el pasado miércoles.

Al piloto militar retirado Guy Poran, la invasión que su país, Israel, lanzó hace año y medio en Gaza le recuerda a la que comenzó en Líbano en 1982 y acabó convertida en su Vietnam particular, hasta que se retiró en 2000. Él estaba entonces en activo y lanzaba las bombas sobre Líbano, pese a que tampoco veía sentido a esa guerra, rechazó una condecoración y se manifestaba en Tel Aviv en su contra tras desenfundarse el uniforme. “Las dos empezaron como algo que tenía mucho sentido para la mayoría de israelíes, pero en las que se acabaron viendo todo tipo de consideraciones políticas”, asegura en una cafetería en la localidad israelí de Yaffa, a la que llega caminando con prisa porque —aunque solo viste ya de civil— capitanea el mayor movimiento interno de contestación de la invasión de Gaza desde su inicio. Poran, de 69 años, redactó este mes el borrador de la primera carta abierta de reservistas y veteranos israelíes pidiendo un pacto para ponerle fin y traer de vuelta a los 59 rehenes israelíes que quedan en Gaza.

La carta la firmaron casi mil miembros, en activo o retirados, de la Fuerza Aérea y generó una reacción en cadena de hasta 50 misivas similares de otras unidades militares y de grupos civiles que acumulaban este sábado la rúbrica o el apoyo digital de casi 140.000 de los casi 10 millones de habitantes del país, según Re-start Israel, una iniciativa civil liberal que las contabiliza. Aunque su impacto está siendo moderado y los textos pasan de puntillas por un asunto clave (la continuada devastación de Gaza), se trata de la revuelta interna más importante contra el horizonte de guerra perpetua que ofrece el primer ministro, Benjamín Netanyahu.

Hace justo un mes, Netanyahu decidió romper el alto el fuego con Hamás que había alcanzado en enero y que, de cumplirse lo pactado, habría traído de vuelta a todos los rehenes y sellado la guerra. Ordenó reanudar unos bombardeos que matan diariamente desde entonces a decenas de palestinos (sobre todo niños, adolescentes y mujeres) sin acercar la liberación de rehén alguno. Hamás, de hecho, acaba de anunciar que ha perdido el contacto con los captores de uno de los secuestrados, tras un bombardeo donde se encontraban.

Todo ello ha reforzado la sensación en amplios sectores de Israel de que el primer ministro decide sobre Gaza pensando únicamente en mantener el imprescindible apoyo de sus socios ultranacionalistas, que abogan por reestablecer allí los asentamientos judíos y protegerlos con miles de soldados.

Tropas israelíes en la ciudad de Jan Yunis, en el sur de Gaza, el pasado enero.

El pasado día 10, abrieron fuego político los reservistas y veteranos de la Fuerza Aérea, un cuerpo que refleja como pocos la brecha que divide a la mayoría judía del país desde hace décadas: tan admirado por los detractores de Netanyahu como ridiculizado por sus partidarios, que lo presentan como una suerte de élite secular de origen europeo incapaz de aceptar que Israel está cambiando. Casi un millar de sus integrantes y exintegrantes, la mayoría retirados, firmaban la carta. Entre ellos, un exjefe del Estado Mayor, Dan Halutz. Exigían un pacto “sin dilación” para traer de vuelta a casa a los rehenes, “incluso al precio de detener inmediatamente la lucha”. “En este momento, representa sobre todo intereses políticos y personales, no de seguridad. Continuarla no logra ninguno de sus objetivos y lleva a la muerte de los rehenes, de soldados israelíes y de inocentes”, rezaba. El último punto alude al elevado porcentaje de víctimas civiles entre los más de 51.000 palestinos muertos.

“Extremistas marginales”

Netanyahu —cuya tradicional retórica populista se ha vuelto particularmente agresiva tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca— respondió con dureza. Los llamó “extremistas marginales” que “no representan ni a los soldados ni a la ciudadanía” y actúan con “el único objetivo de derrocar al Gobierno”. “Las declaraciones que debilitan a las Fuerzas de Defensa de Israel y fortalecen a nuestros enemigos en tiempos de guerra son imperdonables”, señaló.

La carta no exhorta a dejar de servir, pero Netanyahu aseguró que sí, “con lenguaje disimulado”, y apoyó el despido de cualquier reservista en activo cuyo nombre apareciese. Algunos retiraron sus firmas. Nadie ha sido despedido.

Roto el primer dique simbólico, las amenazas no impidieron que el agua inundase otras orillas. Esa misma semana, aparecieron cartas similares de unidades de operaciones especiales, ciberseguridad militar, tanquistas… Todas, con cientos de firmas. Los reservistas y exreservistas de operaciones especiales definían a Netanyahu como un “claro e inmediato peligro para la seguridad de Israel y la vida de los rehenes”. Se sumaron los médicos militares, los servicios de inteligencia, y acabó dando el salto al ámbito civil. Antiguos altos cargos de la policía, diplomáticos, trabajadores de la alta tecnología, abogados, arquitectos o ingenieros han difundido misivas similares en los últimos días.

L. (prefiere mantener el anonimato) ha rubricado la de quienes ejercieron en la Portavocía militar, con departamentos en distintas lenguas. “Cuando vi que mi unidad tenía una carta propia, firmé de inmediato”, explica. L. da mucha importancia al componente simbólico de que salten a la palestra precisamente quienes “han luchado en esta guerra y en las décadas de guerras que la precedieron” y de que los reservistas de la Fuerza Aérea adoptasen su posición como tales, “en vez de como ciudadanos particulares”, lo que “inició una reacción en cadena”. “El Gobierno puede intentar presentar todo lo que quiera a los reservistas y a los veteranos como un grupo marginal de insumisos partidarios de Hamás, pero ¿cómo puede hacerlo cuando tienes excomandantes de la Fuerza Aérea, la Marina y todo el ejército alzando la voz?”, se pregunta retóricamente.

Es una de las claves. El ejército es —de largo y encuesta tras encuesta— la institución mejor valorada del país. Su aura cayó ligeramente tras su fracaso en la protección de las inmediaciones de Gaza durante el ataque del 7 de octubre de 2023, pero remontó con la ofensiva en Líbano que diezmó a Hezbolá. Además, el reproche siempre ha ido más contra la cúpula que contra la institución, que conserva su imagen de cemento social en un país nacido durante una guerra y atravesado por numerosas fracturas internas. El último sondeo del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv, del pasado febrero, arroja que un 76% de la población judía tiene un grado de confianza “alto o bastante alto” en el ejército, por solo un 32% en Netanyahu y un 28% en su ministro de Defensa, Israel Katz.

Protesta en favor del fin de la guerra y el regreso de los rehenes israelíes en Gaza, el pasado día 12 en Tel Aviv.

¿Por qué ahora la revuelta, tras año y medio de invasión? “La declaración pública de un piloto no es un arma que puedas disparar cada día”, responde Poran. Primero, tras el ataque del 7 de octubre de 2023 (que dejó en Israel casi 1.200 muertos y más de 250 rehenes en manos de las milicias de Gaza) “nadie podía esperar” algo distinto a “una reacción muy fuerte”. Y los meses siguientes, la población israelí estaba “tan en shock” que “incluso quienes se oponían mucho al Gobierno pensaban que no era momento de hacer algo activamente”. Protestaban en las calles a título individual, con la “esperanza” de un alto el fuego, que acabó llegando el pasado enero.

Netanyahu lo rompió dos meses más tarde, tras lograr 33 rehenes sin tener que pasar a la fase que implicaba el fin de la guerra y la recuperación de los últimos 59. “Solo cuando vimos que tiró el acuerdo a la basura, dijimos: ‘esto no puede seguir así”, señala. “Lo chantajearon sus socios de coalición con que se quedaría sin gobierno si no reanudaba la guerra. Así que puso todo tipo de excusas. Que ahora está Trump en la Casa Blanca, que finalmente vamos a eliminar a Hamás, o sea, lo que el ejército no ha podido hacer en [los primeros] 16 meses de guerra con 50.000 muertos… Así que el grupo de pilotos, que sabemos que tenemos una marca y un impacto en el público israelí por encima de nuestro número, decidimos que era el momento de usar esa influencia».

El expiloto cuenta que los jefes de la Fuerza Aérea y del Estado Mayor le convocaron, junto al resto de promotores de la carta, para intentaron evitar su publicación. “Intentó convencernos diciendo ‘sabemos dónde están todos los rehenes. No los bombardearemos ni pondremos sus vidas en riesgo’. Respondí: ‘Supongamos que es verdad. Y que sabréis si los trasladan. Pero, ¿cómo sabes que los miembros de Hamás que los custodian no van a dispararlos al final o que alguno morirá de inanición?’ No tenían respuesta”.

Poran admite además que la carta es un mínimo común múltiplo, con idas y venidas en la redacción de sus 17 borradores y diversidad de opiniones en torno a la mención, aunque sea en último lugar, a las víctimas civiles de los bombardeos. Él quería incluirla. “La guerra dejó de tener sentido cuando el ejército empezó a regresar a los mismos lugares. Con logros tácticos, al matar a muchos miembros de Hamás y encontrar muchas armas, pero sin cambiar nada estratégicamente”, señala. Durante meses de bombardeos y castigos colectivos, Netanyahu ignoró la misma oferta de Hamás que acabó firmando a petición de Trump.

El 7 de octubre de 2023 reunió al país en torno a un duelo compartido tras meses de profunda división por la reforma judicial de Netanyahu, que generó las manifestaciones más multitudinarias de las siete décadas de historia del país. Pronto, sin embargo, se reabrieron las heridas, principalmente por el fiasco de seguridad aquel día (Netanyahu es el único de la cúpula política y militar que ni ha pedido perdón, ni ha abandonado su puesto) y el deber sionista de traer de regreso a los rehenes. Familiares de cautivos, políticos opositores y reservistas lo piden cada sábado desde hace más de un año. Tras algunos vaivenes y apoyar inicialmente el bloqueo de la ayuda humanitaria a Gaza, su exigencia ya no es ambigua: la liberación de una tacada de todos los rehenes a cambio del fin de la guerra.

Es lo mismo que ofrece Hamás, rechaza Netanyahu y apoya casi el 70% de israelíes, según una encuesta del Canal 12 de la televisión nacional. Por los rehenes, por cansancio, por desconfianza en Netanyahu, por no entender el objetivo último de los bombardeos… El último índice mensual de opinión pública del think tank Instituto Israelí para la Democracia, publicado el pasado día 10, pone de relieve cómo el regreso de los secuestrados aumenta su distancia como objetivo prioritario de la campaña militar (68%) respecto al derrocamiento completo de Hamás (25%). Casi la mitad de israelíes los ve, de hecho, incompatibles. Las víctimas en Gaza no suelen formar parte del debate interno y solo las señalan un 6% de los encuestados.

Como toda acción, la oleada de cartas ha generado una reacción. Más de mil familiares de soldados israelíes muertos en distintas ofensivas y de víctimas de atentados palestinos firmaron otra promovida por Gvurá, el foro derechista que las representa y que ejerce de contrapeso en favor de Netanyahu. “Se ha avanzado mucho en la guerra, pero la misión aún no ha concluido. Terminarla ahora representaría un duro golpe para la seguridad de Israel y haría que fuera solo cuestión de tiempo hasta la próxima masacre”, señalan antes de manifestar su apoyo al Gobierno y a su líder: “No aceptes una victoria parcial. Tenemos que seguir hasta ganar”.

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