Matt Gaetz, representante por Florida, es uno de los políticos más estridentes de Washington. Provocador y antisistema, se define a sí mismo en su escueta biografía de X como “agitador” y ha demostrado en su tiempo en el Congreso un afán de protagonismo y una fidelidad a los ideales MAGA (Make America Great Again) inversamente proporcionales a la anchura de sus trajes. Desde este miércoles, y contra todos los pronósticos (o, al menos, aquellos pronósticos que no atienden únicamente al capricho de Donald Trump), es también el candidato del presidente electo a ocupar el puesto de fiscal general. Lo quiere al frente del Departamento de Justicia (DOJ, en sus siglas en inglés). Si bien Gaetz estudió Derecho, solo cuenta con una breve experiencia en la práctica privada de la abogacía, y en eso también rompe el molde de muchos de los que ocuparon su puesto antes que él, un cargo al que tradicionalmente se le supone una cierta independencia del inquilino de la Casa Blanca.
El candidato a dirigir el Departamento de Justicia, investigado por el Comité de Ética del Congreso, tendrá como primer encargo liberar al nuevo presidente de sus imputaciones penales
Matt Gaetz, representante por Florida, es uno de los políticos más estridentes de Washington. Provocador y antisistema, se define a sí mismo en su escueta biografía de X como “agitador” y ha demostrado en su tiempo en el Congreso un afán de protagonismo y una fidelidad a los ideales MAGA (Make America Great Again) inversamente proporcionales a la anchura de sus trajes. Desde este miércoles, y contra todos los pronósticos (o, al menos, aquellos pronósticos que no atienden únicamente al capricho de Donald Trump), es también el candidato del presidente electo a ocupar el puesto de fiscal general. Lo quiere al frente del Departamento de Justicia (DOJ, en sus siglas en inglés). Si bien Gaetz estudió Derecho, solo cuenta con una breve experiencia en la práctica privada de la abogacía, y en eso también rompe el molde de muchos de los que ocuparon su puesto antes que él, un cargo al que tradicionalmente se le supone una cierta independencia del inquilino de la Casa Blanca.
Si el Senado estadounidense lo confirma ―algo que no es posible dar por hecho dado por mucho que los republicanos tengan la mayoría y en vista de las primeras reacciones de algunos miembros del partido en la Cámara alta―, su primera misión será librar a Trump de los dos procesos penales federales que pesan sobre él. También podrá a buen seguro sortear sus propios líos: hay abierta una investigación del Comité de Ética de la Cámara de Representantes contra Gaetz, de 42 años, por “conducta sexual inapropiada” y consumo de drogas, por haber compartido imágenes o vídeos inconvenientes con otros miembros del Congreso y porque usó dinero de su campaña para sí mismo o aceptó regalos que contravenían las reglas de la institución.
El Departamento de Justicia inició además un proceso contra el por un supuesto delito de abuso de una menor. El caso contra Gaetz, que niega todas esas acusaciones, se cerró poco después de su apertura. La investigación tiene su origen en su relación con un antiguo amigo del congresista, un funcionario de Hacienda llamado Joel Greenberg, que fue sentenciado en 2022 a 11 años de prisión federal después de declararse culpable de múltiples cargos, entre ellos, el de tráfico sexual de una menor. Greenberg también admitió habérsela presentado a otros “hombres adultos”.
Hace un año que más bien parece un siglo, Gaetz multiplicó su fama en el Capitolio al colocarse en el ojo del huracán político cuando encabezó, con la bendición de Trump, la moción de censura que desembocó en la destitución de Kevin McCarthy como presidente de la Cámara de Representantes. Durante aquellos días de octubre se mostró como un político dispuesto a la pelea, un trumpista acérrimo guiado por un afán de limpiar la “ciénaga”, término que usan los críticos de Washington para definir una ciudad que consideran podrida por la corrupción. Su obsesión son, casi tanto como los demócratas, los RINO (siglas en inglés de republicanos de boquilla). En su forma de ver el mundo, McCarthy, con el que mantiene una vieja rivalidad, es uno de esos RINO.
Una de sus primeras tareas al frente el DOJ será destituir al fiscal especial que ha estado investigando a Trump, Jack Smith, si es que este no dimite antes, como parece que acabará sucediendo. También será el encargado de revisar los casos del millar de acusados y condenados por el asalto al Capitolio, que Trump, que los considera “rehenes” de la justicia, ha prometido que indultará. Aquel día, más de 140 policías resultaron heridos en la algarada, y un agente y tres insurrectos murieron.
Reforma de la justicia
“Matt es un abogado profundamente dotado y tenaz, formado en la Facultad de Derecho William & Mary, que se ha distinguido en el Congreso por enfocarse en lograr una reforma desesperadamente necesaria en el Departamento de Justicia”, ha escrito este miércoles el presidente electo en su red, Truth Social. “Pocos asuntos en Estados Unidos son más importantes que acabar con su instrumentalización partidista”. “Matt erradicará la corrupción sistémica en el DOJ, y devolverá al Departamento a su verdadera misión de luchar contra el Crimen, y defender nuestra Democracia y Constitución. Debemos tener Honestidad, Integridad y Transparencia en el DOJ. Bajo el liderazgo de Matt, todos los estadounidenses volverán a sentirse orgullosos del DOJ”, ha añadido en otro mensaje Trump, que ha denunciado insistentemente y sin pruebas que sus líos con la justicia obedecen a una “persecución política” ordenada por el presidente Joe Biden.
La noticia del nombramiento de Gaetz cayó como una bomba en el Capitolio al final de una de las jornadas más ajetreadas de los últimos tiempos. Los congresistas regresaron el martes después de un receso de semanas obligado por la campaña electoral. Por la mañana del miércoles, Trump regresó al lugar que miles de sus simpatizantes profanaron poco antes de que el aún presidente dejara la Casa Blanca para verse con los miembros de su partido en la Cámara de Representantes, que, horas después, votaron para renovar su confianza en Mike Johnson, el líder de una mayoría que se da por hecha aunque aún no ha terminado el recuento de votos de las elecciones del 5 de noviembre.
Entre medias, los republicanos del Senado escogieron a su nuevo jefe: John Thune. Sustituye a Micth McConnell, que lideró el grupo parlamentario en la Cámara alta desde 2006. La proclamación de Thune supone un moderado revés a los planes de Trump, que disfrutará cuando tome posesión de un escenario extremadamente favorable, con el control de la presidencia y de las dos Cámaras. El nuevo inquilino de la Casa Blanca quería además la garantía del líder de los republicanos en el Senado de que le permitirán sacar adelante sus nombramientos sin necesidad de votarlos. Thune no ha dado de momento señales de que vaya a pasar por ese aro.
Tras conocerse la designación de Gaetz, varios senadores republicanos no se molestaron en ocultar ante los periodistas su sorpresa y, en algún caso, también el disgusto por la noticia. La conformación del equipo de Trump empezó la semana pasada con el anuncio de que Susie Wiles sería su jefa de Gabinete. Ese fichaje ―y otros, como los de Marco Rubio (secretario de Estado) o Mike Waltz (consejero de Seguridad Nacional)― dieron que pensar que el nuevo presidente estaba jugando la carta de cierta moderación y sentido común, por mucho que la principal virtud de los escogidos fuera la lealtad a su figura. Con los días, esa imagen se ha demostrado un espejismo: nombramientos como los de Gaetz o el de Pete Hegseth, un presentador de Fox News al frente del Departamento de Defensa, han devuelto a Washington el recuerdo del Trump más impredecible.
En su desempeño como representante por Florida, Gaetz ha empleado una retórica, entre populista y antisistema, que empezó a tallar en su juventud, en los tiempos del Tea Party, movimiento de principios de la década pasada que hoy cabe contemplar como el canario en la mina de la radicalización de una porción del Partido Republicano, antes de que llegara el movimiento MAGA e hiciera el resto. Es congresista desde 2017. Hijo de un conocido político, fue parlamentario estatal en la capital de Florida, Tallahassee, antes de aterrizar en Washington, donde se ha caracterizado por buscar con el mismo empeño los focos que la pelea. Recibió críticas por invitar al Congreso a un negacionista del Holocausto y ha defendido las teorías sin fundamento del robo de las elecciones de 2020.
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