Manuel Villa, co-fundador de Silmaril, no ha seguido un camino convencional. Radiólogo de formación, con una licenciatura en Derecho que nunca ejerció y una pasión por la tecnología que lo ha acompañado desde la adolescencia, Villa se define a sí mismo como un emprendedor nato. Tanto que montó una startup médica, la vendió y, al año y medio, decidió emprender de nuevo. En esta ocasión, la base de su nueva startup (la inteligencia artificial) parece el cruce de caminos definitivo entre su vocación no elegida y su posterior formación académica. «Cuando llegó el momento de elegir carrera, yo quería ser ingeniero de teleco y estudiar inteligencia artificial», recuerda. «Pero en el último momento, eché medicina. Quería ir hacia el mundo de la IA pero desde el cerebro«.
Tras fundar y vender una empresa de telemedicina, Villa coincidió con Manuel Muñiz (rector de la IE University), quien por aquel entonces trabajaba en el gobierno español como secretario de Estado de la España Global en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. «Muñiz vio las dificultades del volumen de datos que tenían que manejar, el material de resumen que tenía… era muy estático y no permitía luego volver a interrogar las fuentes originales», explica Villa. Juntos decidieron abordar este problema con Silmaril, una startup de AppliedAI que busca simplificar, agilizar y digitalizar procesos complejos mediante el uso de IA generativa.
Básicamente, pretende acelerar el espacio temporal que hay entre que un regulador publica una norma y las empresas afectadas pueden aplicar dicha norma
La gema de la IA que ilumina el laberinto legal
El nombre de la empresa, Silmaril, proviene del universo de Tolkien. «Es el nombre de una gema que ayuda a conocer lo que pasa en el mundo», explica Villa. «Desde el principio quisimos ayudar a entender un mundo complejo, y qué hay más complejo que la regulación», reflexiona.
Su primer producto, Hound (Sabueso), es una herramienta que rastrea fuentes de regulación de todo tipo, desde el BOE hasta boletines provinciales o europeos, buscando la información relevante para cada cliente. «Si yo soy un productor de energías», explica Villa, «Hound me avisará de cualquier subvención, ley o normativa relacionada con baterías, importación de litio, etcétera. Tradicionalmente, tendría que contratar a una consultora para que hiciera este trabajo, con el coste y la lentitud que eso implica». La idea es que con el uso de esta herramienta las empresas “reduzcan el tiempo que le dedican a esta tarea más o menos a la mitad”.
Trabajando sobre un modelo LLM grande, Silmaril desarrolla agentes más “pequeños” de IA para que hagan estas tareas. Cada uno de estos agentes representan a un cliente o interés concreto.
Según las explicaciones de Villa, una de las dificultades está en las fuentes de las que se nutre su IA. “Estamos viendo que Internet se está llenando de contenido generado por las propias IA y es cada vez es menos fiable, cada vez hay más alucinaciones”, detalla. “Nosotros tenemos que aseguramos de que cogemos solamente las fuentes fiables, las filtramos previamente y luego sobre ellas ya actuamos”, aplicando diversas técnicas para que el modelo solamente saque la información de esa fuente y no “alucine”. Incluso llegan a enfrentar a algunos agentes con otros para mejorar los resultados obtenidos.
La empresa, que apenas tiene unos meses de vida, se basa en la tecnología de «Adaptive AI» que, según Villa, «permite hacer cosas que antes creíamos que no eran posible». Su plataforma, Playground, incluye distintos módulos para tareas específicas como Mirror, un comparador de documentos que detecta las diferencias entre varias versiones de un contrato. De hecho, este proyecto nació de la mano de un cliente, que “nos decía que tenía 15 versiones de un contrato y no sabía cuáles eran los cambios entre ellas», comenta Villa. Otro de sus desarrollos es Loop, diseñado para procesar documentos extensos como informes anuales.
Silmaril utiliza principalmente modelos fundacionales de OpenAI, aunque ofrece a sus clientes la opción de usar modelos basados en otras opciones e incluso en local, para aquellos datos que consideren demasiado sensibles. «Algunos clientes expresan reservas», admite Villa, «porque todos sabemos que OpenAI no han sido demasiado estrictos en el respeto a la propiedad intelectual», reconoce este emprendedor. La empresa, consciente de las posibles restricciones a la exportación de modelos americanos, también está investigando el uso del modelo europeo Antropic con la intención de convertirse en líderes en el uso de modelos europeos.
Modelo de negocio
El modelo de negocio de Silmaril es SaaS (su plataforma reside en AWS), con un cobro inicial por la implantación y una cuota mensual. Un cliente mediano, explica Villa, puede pagar unos 10.000 euros por la implantación y entre 6.000 y 8.000 euros al año por el uso de la plataforma. «Nuestra intención es crecer dentro del cliente», afirma Villa. «Empezar con una punta de lanza, demostrar capacidad y ofrecer nuevos agentes para otras tareas».
Según los datos facilitados por la empresa, ahora mismo tienen una docena de clientes. Villa reconoce que uno de los principales retos es «hacer entender a los clientes qué es lo que ofreces, cómo funciona, dónde están sus capacidades y dónde están sus límites». Encontrar el equilibrio entre la desconfianza y las expectativas infladas es clave para el éxito de la empresa. «Al principio», confiesa Villa, «parecía que el diálogo era ‘imagina lo que puede hacer por ti’. Y eso es muy complicado».
Con la vista puesta en el futuro, Silmaril planea añadir unas 600 nuevas fuentes de información a Hound este año y seguir desarrollando la plataforma Playground. «Queremos que los clientes, una vez que han entrado, no tengan que salir para ninguna de sus necesidades de inteligencia artificial», asegura Villa. La empresa, que cuenta con el apoyo de un grupo de Business Angels, prevé realizar una ronda de financiación Serie A a mediados de este año o el que viene.
Preguntado si algún día retomará sus estudios de telecomunicaciones, Villa confiesa que sí. «Me lo planteo, sí. Lo he pensado más de una vez. Si tuviera tiempo me gustaría hacer la carrera, porque al final en la parte tecnológica es donde más cojeo, entre comillas, porque soy autodidacta«. Tanto que en el transcurso de vender su primera startup y montar otra se dedicó, entre otras cosas, a aprender a programar.
¿Qué hace un médico radiólogo que de joven siempre quiso ser teleco montando una startup de IA para el sector legal? La respuesta es Silmaril, una empresa que busca facilitar la vida a empresas con una tecnología que rastrea y analiza la regulación en tiempo real.
Manuel Villa, co-fundador de Silmaril, no ha seguido un camino convencional. Radiólogo de formación, con una licenciatura en Derecho que nunca ejerció y una pasión por la tecnología que lo ha acompañado desde la adolescencia, Villa se define a sí mismo como un emprendedor nato. Tanto que montó una startup médica, la vendió y, al año y medio, decidió emprender de nuevo. En esta ocasión, la base de su nueva startup (la inteligencia artificial) parece el cruce de caminos definitivo entre su vocación no elegida y su posterior formación académica. «Cuando llegó el momento de elegir carrera, yo quería ser ingeniero de teleco y estudiar inteligencia artificial», recuerda. «Pero en el último momento, eché medicina. Quería ir hacia el mundo de la IA pero desde el cerebro«.
Tras fundar y vender una empresa de telemedicina, Villa coincidió con Manuel Muñiz (rector de la IE University), quien por aquel entonces trabajaba en el gobierno español como secretario de Estado de la España Global en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. «Muñiz vio las dificultades del volumen de datos que tenían que manejar, el material de resumen que tenía… era muy estático y no permitía luego volver a interrogar las fuentes originales», explica Villa. Juntos decidieron abordar este problema con Silmaril, una startup de AppliedAI que busca simplificar, agilizar y digitalizar procesos complejos mediante el uso de IA generativa.
Básicamente, pretende acelerar el espacio temporal que hay entre que un regulador publica una norma y las empresas afectadas pueden aplicar dicha norma
La gema de la IA que ilumina el laberinto legal
El nombre de la empresa, Silmaril, proviene del universo de Tolkien. «Es el nombre de una gema que ayuda a conocer lo que pasa en el mundo», explica Villa. «Desde el principio quisimos ayudar a entender un mundo complejo, y qué hay más complejo que la regulación», reflexiona.
Su primer producto, Hound (Sabueso), es una herramienta que rastrea fuentes de regulación de todo tipo, desde el BOE hasta boletines provinciales o europeos, buscando la información relevante para cada cliente. «Si yo soy un productor de energías», explica Villa, «Hound me avisará de cualquier subvención, ley o normativa relacionada con baterías, importación de litio, etcétera. Tradicionalmente, tendría que contratar a una consultora para que hiciera este trabajo, con el coste y la lentitud que eso implica». La idea es que con el uso de esta herramienta las empresas “reduzcan el tiempo que le dedican a esta tarea más o menos a la mitad”.
Trabajando sobre un modelo LLM grande, Silmaril desarrolla agentes más “pequeños” de IA para que hagan estas tareas. Cada uno de estos agentes representan a un cliente o interés concreto.
Según las explicaciones de Villa, una de las dificultades está en las fuentes de las que se nutre su IA. “Estamos viendo que Internet se está llenando de contenido generado por las propias IA y es cada vez es menos fiable, cada vez hay más alucinaciones”, detalla. “Nosotros tenemos que aseguramos de que cogemos solamente las fuentes fiables, las filtramos previamente y luego sobre ellas ya actuamos”, aplicando diversas técnicas para que el modelo solamente saque la información de esa fuente y no “alucine”. Incluso llegan a enfrentar a algunos agentes con otros para mejorar los resultados obtenidos.
La empresa, que apenas tiene unos meses de vida, se basa en la tecnología de «Adaptive AI» que, según Villa, «permite hacer cosas que antes creíamos que no eran posible». Su plataforma, Playground, incluye distintos módulos para tareas específicas como Mirror, un comparador de documentos que detecta las diferencias entre varias versiones de un contrato. De hecho, este proyecto nació de la mano de un cliente, que “nos decía que tenía 15 versiones de un contrato y no sabía cuáles eran los cambios entre ellas», comenta Villa. Otro de sus desarrollos es Loop, diseñado para procesar documentos extensos como informes anuales.
Silmaril utiliza principalmente modelos fundacionales de OpenAI, aunque ofrece a sus clientes la opción de usar modelos basados en otras opciones e incluso en local, para aquellos datos que consideren demasiado sensibles. «Algunos clientes expresan reservas», admite Villa, «porque todos sabemos que OpenAI no han sido demasiado estrictos en el respeto a la propiedad intelectual», reconoce este emprendedor. La empresa, consciente de las posibles restricciones a la exportación de modelos americanos, también está investigando el uso del modelo europeo Antropic con la intención de convertirse en líderes en el uso de modelos europeos.
Modelo de negocio
El modelo de negocio de Silmaril es SaaS (su plataforma reside en AWS), con un cobro inicial por la implantación y una cuota mensual. Un cliente mediano, explica Villa, puede pagar unos 10.000 euros por la implantación y entre 6.000 y 8.000 euros al año por el uso de la plataforma. «Nuestra intención es crecer dentro del cliente», afirma Villa. «Empezar con una punta de lanza, demostrar capacidad y ofrecer nuevos agentes para otras tareas».
Según los datos facilitados por la empresa, ahora mismo tienen una docena de clientes. Villa reconoce que uno de los principales retos es «hacer entender a los clientes qué es lo que ofreces, cómo funciona, dónde están sus capacidades y dónde están sus límites». Encontrar el equilibrio entre la desconfianza y las expectativas infladas es clave para el éxito de la empresa. «Al principio», confiesa Villa, «parecía que el diálogo era ‘imagina lo que puede hacer por ti’. Y eso es muy complicado».
Con la vista puesta en el futuro, Silmaril planea añadir unas 600 nuevas fuentes de información a Hound este año y seguir desarrollando la plataforma Playground. «Queremos que los clientes, una vez que han entrado, no tengan que salir para ninguna de sus necesidades de inteligencia artificial», asegura Villa. La empresa, que cuenta con el apoyo de un grupo de Business Angels, prevé realizar una ronda de financiación Serie A a mediados de este año o el que viene.
Preguntado si algún día retomará sus estudios de telecomunicaciones, Villa confiesa que sí. «Me lo planteo, sí. Lo he pensado más de una vez. Si tuviera tiempo me gustaría hacer la carrera, porque al final en la parte tecnológica es donde más cojeo, entre comillas, porque soy autodidacta«. Tanto que en el transcurso de vender su primera startup y montar otra se dedicó, entre otras cosas, a aprender a programar.
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