Con una restricción calórica durante meses pueden aparecer síntomas depresivos, pero hay una forma de evitarlos y seguir perdiendo peso porque algunos hábitos y alimentos mejoran el estado de ánimo Leer Con una restricción calórica durante meses pueden aparecer síntomas depresivos, pero hay una forma de evitarlos y seguir perdiendo peso porque algunos hábitos y alimentos mejoran el estado de ánimo Leer
¿Las dietas empeoran el estado de ánimo? Un estudio publicado recientemente en la revista científica BMJ Nutrition, Prevention & Health analizó los datos de más de 28.000 participantes adultos en la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición y descubrió que las personas que seguían una dieta hipocalórica, sobre todo los hombres y las personas con sobrepeso, tenían más probabilidades de experimentar síntomas más graves de depresión.
El resultado iba en contra de las conclusiones de otras investigaciones que mostraban que las personas que siguen una dieta rica en alimentos ultraprocesados (a base de carbohidratos refinados, grasas saturadas, carnes procesadas y dulces) son más propensas a declarar niveles más altos de depresión, mientras que las que siguen una dieta más mediterránea suelen mostrar un riesgo menor.
Entonces, ¿las dietas empeoran o mejoran los estados de ansiedad y depresión? Depende del tipo de dieta, es decir, depende de qué y cuánto se come (o no se come) y de cuánto dura el régimen dietético elegido.
«Los primeros estudios sobre restricción calórica realizados en los años 50 por Ancel Keys (el llamado ‘Experimento de la inanición de Minnesota’), basados en una dieta moderadamente hipocalórica (de unas 1.600 calorías al día durante 6 meses), ya demostraron que todos desarrollaban síntomas no sólo físicos, sino que se describen como «neurosis de hambre», una especie de depresión por ayuno, con estado de ánimo triste, pensamientos obsesivos sobre la comida, falta de concentración, astenia, apatía, pérdida de interés por la sexualidad», afirma Stefano Erzegovesi, nutricionista y psiquiatra.
«Pero no es necesario ayunar totalmente para desarrollar una ‘depresión por ayuno’: puede aparecer incluso comiendo la mitad de las necesidades calóricas; suele ocurrir cuando la dieta se prolonga más de 2-3 meses», añade.
¿Cómo se relaciona el estado de ánimo con la restricción calórica, cuáles son los mecanismos fisiológicos implicados? «Es un fenómeno que tiene dos fases», apunta este especialista para iniciar su explicación.
«En el primer periodo de restricción calórica (normalmente las primeras semanas) te encuentras mejor y te sientes más tónico, más alerta, más concentrado, más activo; es una fase inicial ligada a lo que era la vida de nuestros antepasados que, cuando se enfrentaban a una hambruna, tenían que tener energía para cazar y buscar más comida, mientras comían poco. Cuando la restricción calórica dura más de dos o tres meses, las cosas cambian. Lo que inicialmente era un efecto de activación del tono dopaminérgico (lo que ocurre con el ayuno de corta duración, que hace que uno se sienta con mucha energía) se traduce en síntomas de carencia nutricional similares a los que puede tener una persona que sufre anorexia: estado de ánimo triste-irritable, déficit de atención-concentración, frialdad, pérdida de interés por el sexo. Uno se encuentra con un cerebro que viaja a bajo precio, sus pensamientos se vuelven obsesivos, empieza a replegarse sobre sí mismo, le da vueltas a los problemas sin ser capaz de resolverlos: los síntomas de un síndrome ansioso-depresivo», desarrolla.
También hay un sector de la población que utiliza la comida como elemento ‘consolador’. Para ellos, ponerse a dieta significa dejar de poder llenar un vacío, con consecuencias que pueden clasificarse como síntomas de ‘abstinencia’. «Alrededor del 16% de la población vive en un estado de adicción a los alimentos ultraprocesados que puede definirse como ‘adicción a la comida’. En el momento en que faltan esos alimentos, uno se siente triste, irritable, tiene pensamientos sobre comida, tiene antojos (compulsión hacia ciertos alimentos)», asegura Stefano Erzegovesi, nutricionista y psiquiatra.
Quienes necesitan perder peso a menudo ya viven con sentimientos de ansiedad y depresión, quizá relacionados con el estigma y la relación con su cuerpo. ¿Cómo evitar que empeore el estado de ánimo precisamente cuando también se intenta sentirse mejor psicológicamente haciendo dieta? «El consejo es salir de la ‘cultura de la dieta’ que propone un régimen estricto de tres a seis meses y luego volver a los viejos hábitos», dice Erzegovesi. «En cambio, es necesario cambiar el estilo de vida. Mientras se experimente la restricción calórica como un estado temporal (y normalmente no equilibrado), se es más propenso a los riesgos depresivos; en cambio, el hábito es algo que se adopta y luego acompaña a lo largo de toda la vida».
«El consejo para la ‘adicción a la comida’ es, en cambio, no juzgarse y no confundir la adicción a la comida con un vicio, porque puede ser una patología. Es necesario que sea seguido por los mismos profesionales que tratan los trastornos alimentarios, por lo tanto por un equipo multidisciplinar (médico, nutricionista, psicólogo)», añade este especialista.
Pero no todos los estudios previos coinciden en que una dieta pueda empeorar el estado de ánimo; de hecho, si bien recordamos que la restricción calórica prolongada pone en riesgo de depresión por ayuno, no hay que olvidar que los alimentos saludables -está demostrado- mejoran el bienestar mental.
«Hay evidencias científicas sólidas de que una dieta mediterránea pobre es una dieta absolutamente antidepresiva, comparable al efecto antidepresivo de hacer deporte», concluye este experto.
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